Añoro de algún modo, cuando
Televisión Española dedicaba los fines de semana en La 2, o en la segunda
cadena como la llamábamos antes, a echar deportes por un tubo: el Seis Naciones
de rugby, baloncesto, balonmano, trial, hockey hierba… Ahora sí, tenemos un
canal temático, vale, Teledeporte, pero no sé qué es mejor, pues podemos decir
que retransmiten eventos en directo de tres o cuatro deportes por regla
general, normalmente en fin de semana y el resto del tiempo son programas
enlatados, algún informativo y sobre todo la repetición hasta la saciedad de las
retransmisiones que tuvieron en lugar el fin de semana anterior. No sé, pero
calculo que lo que es competición deportiva, echarán un 10% en directo y el 90%
en diferido.
Pues yo echo de menos aquella
época, la de la década de los 80 del pasado siglo donde programas míticos como
Estadio 2 eran el entretenimiento seguro para las tardes de los sábados; ahora
hay que conformarse con “Cine de barrio” y las estúpidas y archirrepetidas
películas de Martínez Soria que de pequeño me hacían gracia, que de joven me
causaban indiferencia y hoy directamente me cae mal el pobre hombre que en paz
descanse, pero es lo que tiene nuestra España que consume el producto que
requiere, si está ahí es por algo, aunque estoy seguro que las conductas y las
preferencias de la gente se pueden cambiar.
Así que cada primavera podíamos
presenciar todo un clásico deportivo como era la Regata Oxford – Cambridge.
Llamaba la atención y a mí me sigue atrayendo que los británicos sean tan dados
a tener competiciones deportivas ancestrales que siguen perviviendo a lo largo
de los años. Con el mantenimiento de ciertas competiciones tradicionales, los
británicos le dan un aire tan agradable al deporte que ejercen un homenaje
constante a la tradición unida con la modernidad. Sobre todo, porque todas esas
competiciones de antaño (Seis Naciones de rugby antes Cinco Naciones, el Grand Nacional,
esta Regata, y tantas y tantas competiciones clásicas) siguen manteniendo
costumbres antiguas, tradiciones que no se pueden soslayar y que son el mejor
tributo a los deportistas de otras épocas que más esforzados que los actuales
por la carencia de medios, hicieron posible lo que es hoy el deporte, es decir,
una manifestación de las cualidades físicas del ser humano que ha llegado a ser
una profesión para millones de personas en el siglo XX y XXI.
Y un sábado, cuando ya empezaba a
hacer buen tiempo, ahí tenías a dos barcas con sendos grupos de musculosos
jóvenes anglosajones dispuestas a surcar un tramo del río Támesis a su paso por
Londres. El recorrido está jalonado por miles de animosos aficionados que
siguen año tras año como costumbre festiva el salir a la calle y vivir una
tradición que ha pasado de generación en generación y, por supuesto, que es
presenciado por millones de personas a través de la televisión.
Curiosamente las universidades de
Oxford y Cambridge no están situadas en el mismo Londres, ni siquiera en las
afueras, son localidades que están a más de cien kilómetros de la capital y
entre ellas distan también más de cien kilómetros, aunque Oxford y Londres sí
están conectadas por un canal navegable. Entiendo que en España sería algo así
como un Alcalá de Henares para Madrid, una ciudad más pequeña y a la mano,
donde se imparte una formación de mucho prestigio.
Nacería esta tradición en 1829, en
algo más de una década se celebrará el Bicentenario, cuando surgió un desafío
entre dos antiguos alumnos universitarios, uno de Oxford, Charles Wordsworth, y
otro de Cambridge, Charles Merivale, los cuales acordaron hacer una regata al
modo que se conoce hoy, entre dos de las universidades más emblemáticas de
Inglaterra.
Las regatas se han ido sucediendo
anualmente desde aquella fecha con el parón ocasionado por las grandes guerras,
y no hay ni ha habido un gran dominador, ha habido rachas eso sí, tal vez la
mejor por su cercanía en el tiempo es la que estableció Oxford entre 1976 y
1992 cediendo en ese ciclo en una sola ocasión. Pero en la actualidad Cambridge
tiene seis victorias más que Oxford.
Desde el principio de la
competición la misma se denominó “The Blue Boat”, algo así como el Barco Azul o
la Regata Azul,
los remeros son llamados los azules, y es que Oxford viste con una camiseta
azul oscura y Cambridge con azul clara.
Las tripulaciones son las de la
prueba olímpica de 8 con timonel, habitual no sólo en los Juegos Olímpicos sino
en las pruebas oficiales dentro del programa de la Federación
Internacional de Remo. El timonel es lógicamente el hombre más
liviano y el resto es una panoplia de esbeltos muchachos. Y aunque la prueba es
amistosa, los hombres que participan se lo toman bastante en serio, entrenan
muy duro y lo de la etiqueta de amateur
está entredicho, toda vez que muchos de los que han competido se han dedicado y
se dedican de forma profesional al remo (si es que se puede vivir de este
deporte), y son remeros que participan todo el año en competiciones
internacionales, algunos de ellos formando parte de los equipos olímpicos de
sus países.
Por cierto, que al hilo de lo
anterior, si en sus balbucientes inicios fue una competición con sello
británico, esta aldea global ha permitido desde hace varias décadas que los
chicos que participan en cada bote sean de otras muchas nacionalidades,
fundamentalmente de países de habla inglesa y con tradición en este deporte:
Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Sudáfrica…, aunque también vi
hace algunos años a algún alemán y a algún escandinavo. No tengo constancia de
que haya participado en alguna ocasión un remero español.
En 1981 tuvo lugar la primera
participación de una chica en un bote, fue Sue Brown como timonel en Oxford (y
ganaron), y desde 1989 hay una regata exclusivamente para mujeres que se
celebra una semana antes que la competición masculina.
El recorrido ha sufrido algunas
variaciones a lo largo del tiempo, aunque el más tradicional y el que se
mantiene en la actualidad lleva a los remeros desde la zona de Putney hasta
Mortlake, se hace contracorriente y sobre una distancia de 6.779 metros. La
prueba dura normalmente entre diecisiete o dieciocho minutos y es que al ser
unas aguas vivas son muchos factores los que influyen en las marcas: el caudal,
el viento, la temperatura y, por supuesto, la conjunción de figuras deportivas
en un barco.
Y durante tantos años de
competición hay un capítulo extensísimo dedicado a las anécdotas, imagino que
tantas como para hacer un voluminoso libro: choques, hundimientos,
desvanecimientos, rotura de remos, manías…, aunque me quedo con la última que
suscitó bastante polémica en la regata del pasado año, y es que en mitad de la
faena apareció un nadador en medio del río, para reivindicar no sé qué, pero
sobre todo para dar la nota, con el peligro consiguiente para su integridad,
con lo que hubo que suspender la prueba en ese punto y reanudarla media hora
después.
Normalmente la competición se
celebra el primer o segundo sábado de la primavera, aunque a veces también
tiene lugar en domingo, como ocurre en esta edición de 2013, que será el 31 de
marzo. Si el año pasado triunfó Cambridge, me da el pálpito que este año se va
a llevar el gato al agua Oxford.
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