CATALUÑA INDEPENDIENTE, RAZONES PARA EL SÍ Y PARA EL NO

Le he dado muchas vueltas a enredarme en este tema, pero ya tocaba porque sí. Creo que desde que tengo una cierta madurez me he acostumbrado a tener un pensamiento flexible y a tener opiniones eclécticas. En este odioso mundo en muchos aspectos, nos hemos habituado a observar cómo la gente toma partido por algo de forma radical, sí o no, blanco o negro, y yo siempre he reivindicado que nada o la mayoría de las cosas pueden ser así, cuando existe una amplísima gama de grises.

¿Cataluña independiente o no? Pues sí y también no, o al revés, no y también sí. Encuentro razones para que Cataluña sea independiente, pero también otras que me inclinan a pensar que no se debe acceder a ello.

Conste al respecto, que no tengo ninguna intención especulativa ni mucho menos mediática, y todo ello partiendo de la base de que sea de la forma que sea a Cataluña se le va a impedir su independencia, ¿alguien lo duda?

Pero se habla tanto del asunto que yo quería dar también mi pincelada, y ya digo, ofreciendo mi punto de vista en el que se intercalan, porque así burbujean en mi mente, razones a favor y en contra de la independencia catalana; así que como tal tormenta de ideas hay que entender esto y así me enfrento yo a la pantalla de mi ordenador cuando hilvano pensamientos en mi cabeza; así que bienvenidos al desorden.

Inicialmente me surge una idea matriz y es la de que opino que es indigno que en este país o en cualquiera del mundo, alguien desde un gobierno legítimo plantee una cuestión territorial, cuando sus ciudadanos no tienen garantizado un plato de comida al día o un techo donde cobijarse. Más alimentos y menos fundamentos. Que en este caso la pretensión de Artur Mas de autodeterminación se produzca en un escenario de crisis, es algo sospechoso, buscando remover las conciencias en una coyuntura donde la sensibilidad de la ciudadanía está a flor de piel.

Pero dicho esto, por qué no podría ser independiente Cataluña, o dicho de otro modo, yo que me siento español, aunque no más que ciudadano del mundo o, en definitiva, no más que apátrida, porque el nacimiento de alguien es una cuestión del destino; por qué voy a querer compartir mi identidad con alguien que la rechaza. ¿Por qué hay que forzar a los catalanes a ser españoles si no quieren serlo?

Razones de identidad les sobran, pero como también les faltan; y precisamente en las consideraciones históricas es donde veo yo que falla más el esquema. La historia es reiteradamente utilizada y aludida para justificar cualquier situación actual, pero dónde ponemos el límite. ¿Qué momento de la historia es el relevante para argumentar una pretensión independentista? Como la historia va y viene y como los antepasados de nuestros antepasados no se entretenían en estas cuitas, siempre tendremos al que defienda su postura con la historia y al que la rebata también con argumentos históricos.

No obstante, con esto no quiero quitar razón a esas pretensiones, es más yo mismo me atrevería a responder a esa cuestión del momento relevante de la historia para justificar una independencia. Sin duda, sería el momento actual, la historia reciente, aquella en la que se percibe visiblemente que una mayoría de ciudadanos tiene voluntad de separarse de la nación a la que actualmente pertenecen, por las siguientes razones: Porque se sienten diferentes al resto de España y porque ellos mismos tienen rasgos identitarios comunes entre sí; tienen una lengua propia muy implantada; una cultura y tradiciones que los hacen únicos; una forma de ser propia; una manera de vivir o una filosofía de vida que se puede percibir diferente a la del resto de España...

Del mismo modo, trato de ponerme en la piel de un ciudadano catalán que mira, por ejemplo, a la Andalucía en la que vivo, y es que aquella crítica que hizo Durán y Lleida una vez sobre los subsidios en el Sur, no estaba exenta de fundamento, pero sinceramente no porque él crea que los PER fomentan el subvencionismo, ahí se equivocaba, porque yo creo que realmente estructuran las zonas rurales de Andalucía, aunque es evidente que el modelo es susceptible de ser revisado. Lo que subyacía en el político catalán y, por ende, en buena parte de las razones para sustentar una independencia en Cataluña es que, ya digo, si yo fuera catalán, una región con menos paro y más generación de riqueza que la mía, por qué mecanismo de solidaridad debe un ciudadano catalán y trabajador contribuir a sostener al resto de un país con el que no se identifica, cuando preferiría que ese plus, se aplicara solidariamente, sí, pero a los que tiene más cerca.

Tengo familia en Cataluña y siempre he constatado que mis iguales, por edad, estaban más adelantados que yo. Cuando bajaban mis primos catalanes en verano al pueblo de mis padres (Begíjar) donde pasaba largas vacaciones, tenías la sensación de que venían de otro país realmente. No sólo eran consabidamente bilingües, sino que dominaban el inglés o el alemán. Un joven con veinte años ya había visitado media Europa, más de lo que yo podré ver en el resto de mi existencia. Tenían aficiones tan específicas (grupos de teatro, de bailes, de danzas, de senderismo...) que yo no sospechaba jamás poder experimentar. Practicaban un montón de deportes, y aquí te limitabas a patear un balón, como todo hijo de vecino. Iban a colonias cada verano, ¡qué envidia para un adolescente! Su apertura de miras en la década de los 80 la tienen nuestros jóvenes de ahora; sí, nos llevaban ya tres décadas de diferencia.

No obstante, igual que afirmo lo anterior, hago alusión a una realidad que muchos como yo, con familiares catalanes, habrán experimentado. Esa familia a la que veías de año en año, generaba un sentimiento de distanciamiento, nunca se ofrecían del todo, ¿era el espíritu y la forma de ser del catalán? Esto se singularizaba en que en medio de una reunión familiar, hablaban catalán entre sí, y tú no te podías enterar. Entiendo que esto pueda ser algo natural y hasta automático y hecho sin malicia, pero para todos los que hemos vivido esto, y yo lo he vivido desde muy chiquitillo, sin influencia externa, he de decir que esto no me parecía bien.

Ese sentimiento de rechazo en mi opinión ha sido generado de allí hacia aquí y no al revés, en primer término, es decir, en su origen fue unidireccional. Ese velado rechazo del catalán al español, con esas actitudes poco educadas de dejarnos a los no catalanes fuera de la conversación, ha sido siempre un fenómeno que luego se ha sacado ya de contexto y no se entiende que un catalán hable en catalán cuando le preguntan en catalán en Cataluña, es lógico, aunque a mis padres y a mucha gente mayor en España, les provoque que se los lleven los demonios. Y luego tenemos esos cartelitos en Barcelona con informaciones en varios idiomas y no en español, y por ende, a cualquier español no catalán no le interesa aprender ese idioma, ¿cuántas academias hay en Andalucía que enseñen el catalán?

Ese constante abonar el rechazo por parte de los catalanes, en toda una serie de actitudes, ha provocado el efecto contrario, tras ese primer rechazo unidireccional, después el odio o desprecio fue mutuo, y ahora son ya más los españoles los que odian a los catalanes, por evidentes razones matemáticas, somos más. Esa semilla del rencor se sigue regando cotidianamente y un pequeño gesto tiene efectos multiplicadores. El hecho de que en una final de Copa del Rey de fútbol, las aficiones catalana y vasca abucheen el himno español es de ser maleducados, necios e incoherentes. Ya digo, no soy más español que ciudadano del mundo, pero de algún sitio había que ser, y que el himno del país donde has nacido sea despreciado de ese modo no ocurre nada más que en España, donde hay la mayor proliferación de banderas autonómicas del mundo, de banderas de municipios y hasta de banderas de barrios. Que en Santa María de Palautordera, por ejemplo, se silbe el himno español y que no se silbe el francés, el alemán o el vietnamita, me parece una indecencia. En Estados Unidos, país que he tenido la oportunidad de visitar, cada estadounidense, sea de donde sea y hay de todos los confines del mundo, tiene guardada en su baúl con admiración la bandera de sus orígenes, pero ondea con orgullo en lo alto de su casa una buena bandera de su nuevo país. Seguro que existen banderas de estados o de ciudades, pero estas se limitan a edificios públicos, aunque en todo caso, su presencia es más que testimonial.

El problema de este país es que no nos ponemos de acuerdo en nada, lamentablemente no tenemos los mejores políticos, primero es su partido y luego su país. Si no consensuamos en un pueblecillo ni dónde se tienen que colocar unas papeleras o una farola, difícilmente vamos a llegar a un frente común en lo importante: terrorismo, inmigración, aborto, independencias... Pero más allá de ese problema raíz de falta de entendimiento, es que en este país ni siquiera llegamos a sentarnos, es que no le damos la oportunidad al diálogo, y hacemos las cosas a la tremenda. El Gobierno dice no, y la Generalitat dice sí, al estilo bruto; y es lo que yo digo, por qué va a ser sí o por qué va a ser no, vamos al menos a sentarnos a hablar. ¿Alguien se ha sentado en España para debatir institucionalmente este asunto?

El asunto de la consulta, del plebiscito o referéndum no es nada baladí, es obvio que Artur Mas y su séquito quieren llegar a hacerlo, saben que jurídicamente no existe encaje para su realización, y se les va a impedir que se lleve a efecto; lo que quieren los impulsores de la independencia es que los efectos testimoniales de una consulta, doten de fuerza moral a toda una nación para reivindicar esa teórica victoria ante la comunidad internacional.

Ahora bien, planteándonos el hecho en sí de que la consulta tuviera validez, ¿qué porcentaje de ciudadanos debería ir a votar y cuántos de ellos tendrían que respaldar la propuesta independentista? Sinceramente y siendo honesto con el actual Gobierno catalán, yo creo que a ellos no les valdría ni una abstención alta, ni una mayoría simple. Estamos hablando de la independencia de un territorio, su separación de un Estado con el que ha compartido tanta historia, no digo ni mucha ni poca. Esto no es decir sí a la OTAN, no es decir sí al Estatuto de Autonomía, es algo más trascendente, es cambiar de nacionalidad, dejar de ser nacional español para ser nacional catalán, con todo lo que ello conlleva, lo que administrativa y socialmente no sería moco de pavo y todo esto para siempre, sin vuelta atrás. El respaldo tendría que ser, como poco, el de una mayoría cualificada y, además, tendría que haber una participación en las urnas que nunca podría estar por debajo del 75% del electorado. Hay que fijarse en que incidentalmente tiene cierta relación esta situación con lo que ha sucedido apenas hace unos días en Crimea; una consulta que, aun siendo ilegal, ha sido respaldada por más del 95% de los votantes, que además ha sido casi un 90% de la población adulta crimea la que ha votado. En este sentido, aunque la consulta haya sido ilegal, hay una manifestación multitudinaria de declararse pertenecientes a Rusia y no a Ucrania, y esto no se puede soslayar.

Lo que no me gusta de esta situación es la visceralidad en buena parte de los movimientos ajedrecísticos previos al intento de secesión catalana; se perciben muchas declaraciones fuera de tono precisamente por parte de los que deben velar por la paz social, y es que determinados políticos catalanistas siguen ofreciendo argumentos que parten del desprecio, algo así como que «nosotros somos mejores que el resto y por eso queremos y podemos hacerlo». Desde esos púlpitos, una simple frase ejerce el efecto mariposa, se convierte en un virus, y una parte de la ciudadanía, la más radical, esa que siempre existe en cada lugar, la toma como verdad absoluta, la erige en un eslogan, en la base de su lucha.

Son los más radicales los que coartan la libertad, pero también la cercenan aquellos que de forma más o menos velada, porque lo sienten o porque sintiéndolo menos se esconden en la masa, abuchean el himno español en una Copa del Rey. No creo que un españolista se sienta muy tranquilo si coloca una bandera española en su balcón en mitad de Arenys de Munt (municipio gobernado por ERC), pero estoy seguro que cualquier forofo independentista sería mucho más indulgente con una bandera colombiana, ecuatoriana, rumana o senegalesa. Yo vivo en un pueblo de la España interior, de la Andalucía profunda e incluso bruta y en una de sus calles un ciudadano tiene una ikurriña en su balcón y estoy seguro de que nadie le ha lanzado piedras ni nadie le ha conminado para que la quite porque puede herir sensibilidades, y estoy convencidísimo de que tampoco nadie diría ni pío si cualquier vecino pone una estelada en su balcón en cualquier pueblo andaluz.

Vamos a ser sinceros, en determinados ámbitos la libertad de expresión está mutilada. ¿Alguien le ha preguntado alguna vez al icono del fútbol español Andrés Iniesta, albaceteño de pro, si respaldaría la independencia? Seguramente nadie, porque la pregunta es inconveniente, y pondría al futbolista en un aprieto. Esto no es libertad, porque entiendo que Iniesta tiene su opinión como cualquier hijo de vecino, pero si alguna vez le preguntaran, que lo dudo, eludiría la contestación, porque dijera lo que dijera molestaría; y en este maldito país (para situaciones como esta) tenemos un grandísimo pecado y es el de que o estás conmigo o estás contra mí y no respetamos al que tiene una idea contraria a la nuestra.

Y el deporte tiene miga, precisamente lo que más me molesta es que los políticos se apoyen en el deporte, sobre todo en el fútbol, porque saben que hay pasiones encendidas. Pero es evidente que se mezcla interesadamente independencia catalana y deporte, y fútbol. ¿Qué pasaría si mañana nos levantáramos con una Cataluña independiente? Tú que eres aficionado al FC Barcelona ¿seguirías siéndolo de un club de un país extranjero?

Desde el punto de vista legal es evidente que la consulta no puede tener articulación, se mire como se mire, el buscar malabarismos jurídico-legales es forzar las leyes que, por regla general, sobre todo las importantes, tienen menos cintura que el portero de un futbolín. Es obvio que no se podrá hacer y asistiremos al espectáculo de ver hasta dónde se fuerza la máquina. Por la misma regla de tres, mañana cualquier territorio podría hacer la misma maniobra y convertiríamos un gran país en una manzana agusanada. ¿Podría un hombre educado y culto como Artur Mas ser imputado y darse una vuelta por la cárcel? En una perfecta reducción al absurdo, cualquier persona podría pensar que se ha abierto la veda y que se puede incumplir cualquier norma, si no hay consecuencias jurídicas ulteriores.

De todas maneras, la cuestión es que hay materia para poder justificar la independencia catalana, pero necesariamente tendría que pasar por la modificación de las leyes, no al revés, no hago primero un referéndum que faculte esa modificación legislativa; y para modificar las leyes hace falta consensuar, y no sé si el Estado tiene voluntad de eso, bueno sí lo sé, y es que no. Ahora bien, más chapucero me parece los argumentos atemorizadores utilizados por los miembros del Gobierno del PP, en el sentido de imaginar un escenario negro y depresivo en una Cataluña independiente, lo que en una sola expresión se resumiría en «no os independicéis que va a ser peor para vosotros», que si pérdida de poder adquisitivo, que si fuera de la Unión Europea, que si paro, etc. Primero, no hay voluntad de permitir la consulta, pues ya está, no me venga a calentarme la cabeza; y segundo, si yo quiero ser independiente ya me averiguaré yo mis problemas, si yo quiero tirarme de un avión sin paracaídas, déjeme usted a mí que ya soy grandecito. Pues eso, que si Cataluña quiere ser independiente que lo sea, que yo estoy convencido de que, aun pasando fatiguitas al principio, terminarían colocándose al nivel que les corresponde.

Soy, por cierto, muy crítico con la educación en España en general y en Andalucía en particular; y voy a decir algo que no está bien pero que me comentó un maestro de escuela de toda la vida hace unos meses, y me manifestaba que la carrera de Magisterio ha decaído, antes era prestigiosa, y ahora acuden a ella no los alumnos brillantes que se inclinan por otras carreras; ya digo que no es opinión mía, pero me señalaba que ahora teníamos candidatos u opositores a maestros con un currículum muy normal, con notas ciertamente mediocres, y claro luego tenemos los datos de los informes PISA y también aquel reciente examen a maestro en la Comunidad de Madrid, tan básico y tan mal resuelto por muchos opositores que daba auténtica grima. Yo puedo cometer una falta de ortografía, pero cuando vas a una escuela y ves faltas de ortografía en documentos realizados por un maestro de escuela a uno le escuece mucho. Pues bien, voy a romper una lanza en favor de la educación en Cataluña, algo que se percibe no sólo por el PISA sino por lo cotidiano, lo que está presente en medios de comunicación, en redes sociales, etc. El bilingüismo faculta a un niño o joven catalán a dominar dos lenguas perfectamente, y ese ejercicio reflexivo en el cerebro implica muchas conexiones neuronales, y eso influye decisivamente en que se pueda expresar mejor. En Andalucía los informes nos remiten a la cola y eso que sólo hablamos un solo idioma y a veces mal.

Y dicho esto, por mucha inmersión lingüística que haya en Cataluña, el castellano no se ha perdido allí, y salvo una persona mayor que ha vivido toda la vida en un pueblito del interior, y seguro que le cuesta algo expresarse en castellano, cualquier joven catalán se expresa mejor que yo en español, aunque con ese característico acento catalán.

En fin, que en este tablero multicolor, con tantos tiras y aflojas, uno puede imaginarse el escenario presente, incluso el futuro inmediato, pero sería bueno para España y Cataluña que todo no fuera tan inmovilista como hasta ahora, y no tuviéramos que decir sí porque sí y no porque no. Es, como yo digo, para qué quedarse con el blanco o con el negro, cuando hay una amplia y bellísima gama de grises.

Esta es mi opinión personal, cada cual que diga lo que quiera, pero siempre respetando a lo que dicen los demás, para eso estamos en democracia, ¿o no?

Comentarios

Chema Espinosa ha dicho que…
Buen artículo sobre el tema pero me han faltado argumentos de más peso. Me he quedado con ganas de motivos históricos (desde hace siglos, no sólo décadas) que argumenten una u otra postura, y nos de una visión más amplia a los jóvenes de la situación actual.

Saludos