"CAPRICORNIO UNO", DE PETER HYAMS

El pasado lunes cuando terminé de ver esta película me fui a la cama con una pequeña satisfacción personal. ¡Lo había conseguido! Había logrado encontrar una película que mi compañero de trabajo y amigo Nicolás Linares llevaba buscando desde hace tiempo y no había dado con ella.

Me había contado algunas líneas argumentales poco antes de la pasada Navidad, y yo había estado indagando en páginas web, foros, había escrito algún que otro correo (uno de ellos al peculiar erudito Carlos Pumares, sin respuesta), y aunque no daba con la tecla no perdía la esperanza.

Cuando comenzó a popularizarse definitivamente el fenómeno Internet, se decía que lo que no estaba en Internet no existía. Así que atendiendo a esa máxima perseveré en mi búsqueda intermitente y al final di con la respuesta de una forma un tanto inocente. Me metí en una página web titulada «Todoexpertos», en la que supuestos expertos solucionan problemas a la gente, en todo tipo de materias. Desconfío mucho de esta página porque las más de las veces que he acudido a ella me han dado respuestas que no me han servido y ello denotaba que de expertos tenían poco. Con decir que hace unos años yo era uno de esos expertos en la rama del psicoanálisis ya está todo dicho; sí, yo me hacía pasar por psicoanalista, especialista en interpretación de sueños, y estuve unos meses que no paraba de recibir preguntas, con importante éxito, no lo niego; al final corté de raíz porque me robaba mucho tiempo.

Pues eso, señalé esas líneas argumentales al individuo que tenía en ese momento mayor puntuación y, por tanto, era el más experto en cine de esa web. Me respondió con prontitud y me sugirió el nombre de esta película. No me lo aseveraba al cien por cien, dado que esas pinceladas del argumento no hilaban del todo con la película (es normal, así me lo reconoció mi amigo Nicolás, pues habían pasado muchos años, la habría visto una sola vez y tenía apenas destellos de ella), pero el final, un final característico, no podía ser de otra película.

Y la vi, y a medida que se iba acercando el final, ese final, me iba dando cuenta de que sí que era esa la ansiada película. Pues aquí está, como un humilde regalito para él que sigue este blog y colabora con la modestia que le caracteriza en hacerlo mejor, esta Capricornio Uno que, dicho sea de paso, si hubiera sido un pestiño no hubiera tenido cabida en este blog, pero no lo es, la película tiene mucha sustancia, y está claramente olvidada y, en consecuencia, infravalorada.

Imagino que uno de los fundamentos para hacer la película, que data de 1978, alrededor de nueve años después de la Llegada del hombre a la Luna, es la creencia de que ese viaje nunca se produjo y que fue un montaje televisivo, hoy día aún hay gente que lo cree. En este caso los tres protagonistas van a viajar a Marte, pero instantes previos al despegue alguien los saca del cohete de forma acelerada y se los lleva a una instalación militar.

Allí, en un instante crucial de la película, un importante mando de la NASA justificará el nuevo planteamiento por razones políticas, sociales y económicas, en el que los astronautas simularán en un estudio de televisión preparado al efecto que pisan la superficie marciana, mientras la auténtica nave se da una vueltecilla por el espacio. Los
astronautas se verán obligados a participar de esa pantomima pues les amenazan con ejecutar a sus familias.

Todo el montaje es altísimo secreto, y lo saben unos pocos, mientras en la sede central de la NASA en Houston todos los técnicos controlan normalmente el vuelo espacial, con la superposición engañosa de unos datos o informaciones simulados al efecto para que todo esté en orden. Sin embargo, un técnico un tanto piratilla ha hecho su programa para verificar los datos y descubre que los mismos ofrecen extraños errores. Lo comenta con un superior, después con el responsable del montaje, los cuales le trasladan que su terminal de ordenador está averiada.

El piratilla traslada esta información a un periodista, y muy particularmente que la señal que él detecta en su ordenador no viene del espacio sino de unos 500 km. de distancia y de pronto el primero desaparece en extrañas circunstancias sin dejar rastro de su vida pasada. Ahora es el periodista el que se erige en rector de la cruzada para desvelar qué hay detrás de todo esto que huele tan mal, y comienza a acumular pistas, y a la CIA (imagino) le encargarán quitárselo del medio para que no destape el pastel.

No sé si el director de la peli quiso dejar en el aire el porqué de los derroteros de la segunda parte de la misma, pues el cohete en su vuelta a la Tierra explota, es decir, que no se deja claro si estaba o no preparado por la NASA, aunque la lógica me dice que sí, para que no se vayan de la lengua jamás, y en consecuencia, los astronautas tienen que ser liquidados.

Estos se escaparán de su cautiverio, hasta ese momento aceptado a regañadientes, e intentarán volver a la civilización para decirle al mundo que todo es una patraña, un sucio montaje, un complot contra ellos, sus familias y el mundo entero.

Y como se suele decir, hasta ahí puedo leer, porque ya no quiero contar más y menos el final. Lo que sí diré es que merece mucho la pena verla, porque es diferente, yo la calificaría como una película de culto, tiene un poco de suspense, acción, toquecitos de comedia, algo de intimismo, pizcas de ciencia ficción... Y, por supuesto, lo mejor de todo es que es muy entretenida, con mucho ritmo, aunque su metraje esté en torno a las dos horas; mi hijo la estuvo viendo conmigo muy interesado hasta que su apetito le pudo.

El argumento es muy bueno y sencillo a la par, que muchas veces me pregunto en las películas actuales, por qué hacer argumentos tan enrevesados que luego no te enteras de por dónde van los tiros, que no se entiende nada, vamos. Eso sí, su desarrollo en el guión deja algunas lagunas, su director Peter Hyams pasa de puntillas por algunos aspectos que hacen que la trama se resienta, así la inoperancia o endeblez de la CIA en hacer su trabajo y no liquidar sin contemplaciones al periodista.

Curiosamente me llamó la atención la presencia del que fuera jugador de fútbol americano, OJ Simpson, que por aquel entonces ya alternaba su vida deportiva con la farándula, y es casi más conocido por lo extradeportivo.

Al igual que él, rostros conocidos del cine estadounidense se dan cita en este filme tan peculiar (estelar aunque corto el papelito de Telly Savalas, el célebre Kojak), con interpretaciones muy convincentes.

La música, por cierto, de un mítico Jerry Goldsmith (uno de los mejores compositores de bandas sonoras en la historia del cine), muy buena como siempre, aunque no tan relevante como en otras películas.

Lástima que yo siga teniendo todavía en barbecho algunas películas o series de televisión que aunque las tengo controladas no se encuentran en Internet, persistiré y no me daré por vencido, pues puede que ahora no, pero en el futuro pudiera sonar la flauta.

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