ZAPATERO A TUS ZAPATOS, DIGO YO...

Cada vez estoy más metido en Twitter, y día a día aprecio los beneficios de esta grandiosa red social, algún día a lo mejor le dedico un espacio aquí. Pese a mi afición por el deporte, no sucumbo a la dictadura del fútbol y apenas sigo a futbolistas y a muy pocos clubes de fútbol en la red del pajarito. En su defecto, sigo a muchos deportistas olímpicos, sí esos que compiten cada cuatro años, a los que les prestamos atención unos días y luego nos olvidamos de ellos; en este sentido, sigo particularmente a muchos atletas.

Pues no sé en qué momento ocurrió, si hace unos meses o hace un año, alguien comentaba en la Red, sobre todo esos periodistas acostumbrados a babear por donde pisan las estrellas, que si Cristiano Ronaldo saltaba no sé cuánto, y que tenía una velocidad brutal comparable con un atleta profesional; esto se reafirmó con el reciente carrerón de Bale en la Final de la Copa del Rey de esta temporada. Y como me muevo por ambientes selectos, pues los atletas que yo sigo en Twitter se molestan y fastidian, por no poner adjetivos más graves y malsonantes, y no poco, pues ven despreciada su dedicación a un deporte, por parte de alguien que no es de ese deporte ni entrena específicamente para ello. Y comentaban incluso que el célebre CR7 podría ser batido en 60 metros lisos por no menos de cien chavales cadetes en España.

De hecho, el que se trate de hacer estas transferencias absurdas entre deportes y sobre todo si es un periodista, es que no tiene ni idea de esto. Una vez vi un reportaje que trataba de una competición amistosa entre jugadores de rugby a siete y a quince, los unos se ganaban a los otros recíprocamente en su especialidad, y la diferencia era enorme, y eso que estábamos hablando del mismo deporte, con similares exigencias físicas, era a la vez parecido y distinto. Y eso pasa en muchos deportes, que la especialización, por muchas transferencias que pueda haber no faculta competir al máximo nivel y de forma inmediata en dos deportes.

Salvando las distancias y dado que me siento cómodo hablando de deportes, me ha servido este preámbulo para referirme a la especialización en los negocios, que en mi modesta opinión debe ser el santo y seña de una empresa grande o pequeña, salirse del ruedo en el que uno es bueno, perjudica más que beneficia.

Hace unos cuantos años en mi Linares natal había una papelería – librería de las de toda la vida, en la que trabajaban no menos de cuatro dependientes, un negocio consolidado, inquebrantable, de esos en los que ni los mismos dependientes tenían que ser simpáticos (como les pasa a las tiendas de chinos de hoy en día), porque la venta la tenían asegurada y no estaban dispuestos a soportar a clientes impertinentes.

Esa tienda comenzó a dedicar en su escaparate principal un espacio a las bicicletas de montaña, en aquellos tiempos de inicios de los 80 del siglo pasado en el que se comenzó a popularizar ese tipo de bicicletas; pues como al dueño le gustaba ese mundillo no tuvo mejor idea que vender también bicicletas, sus repuestos y todo tipo de parafernalia ciclista. O sea, que te podías comprar un libro y de paso irte a tu casa con una bici entre los muslos. No sé si esa fue la razón por la que la papelería de toda la vida cerró a los pocos años, porque efectivamente no perduró más allá de la década de los 90.

Cuando voy a cambiar el aceite a mi coche, pago el gasto de mano de obra, pero mi mecánico me cobra la lata de aceite que le pone, a un precio superior al que él la ha comprado, no sé si es muy ético, pero desde luego incrementa más el precio, y él mismo se convierte en el garante de un segundo negocio que es el del suministro de materiales aparejados a la reparación.

Pero entre estos dos casos que pueden ser extremos, el de la papelería – tienda de bicicletas, que a mí me parecía demencial, y el del taller mecánico que realiza una práctica algo más normal, hay múltiples actividades que se adentran en senderos un tanto movedizos y que, a mí particularmente, me molestan a la hora de actuar.

Suelen perpetrarse estas acciones por teléfono, las empresas de ventas de lo que sea por teléfono, han proliferado de tal manera en esta última década que entre España e Hispanoamérica debe existir una legión de tal calibre que con una regularidad casi semanal te suelen llamar (molestar en la mayoría de las ocasiones), con lo que, de todo punto, favorecen que las tasas del paro no se disparen más aún.

Miles y miles de personas se levantan cada día para venderte cualquier producto por teléfono, y en esa estrategia agresiva que fastidia, te obligan a cortar por lo sano, sacando tu versión maleducada y eso que tú no eres así, porque ellos van a saco, pues en la venta, en los variables, es donde esta gente se lleva la mayor parte de su sueldo, por encima de un fijo siempre muy rácano.

Pues el otro día era la hora de la siesta, hora prohibida, que con qué ganas responde a uno cuando lo pillan en esa ratio de relajación y deporte patrio, y esta vez me pillaron andando; se trataba de una empresa de seguros en nombre de una entidad bancaria en la que tengo cuenta abierta, que quería venderme un seguro para el hipotético caso de que yo me diera de baja por enfermedad o accidente. Apenas atendí a lo que me vendía, y yo ya estaba meditando la respuesta mientras la chica soltaba el rollo, intentando no salirme de lo educado, porque en realidad me molestaba es que mi entidad bancaria cediera mis datos a un tercero para venderme un producto que no necesito, y si lo necesitara ya me buscaría la vida.

Por cierto, hay una estrategia paralela en esto de las empresas de telemarketing, y es que las aparentemente finas, se desmarcan de aquellas agresivas, sobre todo de telefonía, para no poner una voz hispanoamericana, y parecer que por eso son más convincentes, que tienes que prestarles más atención o simplemente que debes escuchar y no mandar a paseo.

Otro día, lo recuerdo perfectamente, me llamaron del Círculo de Lectores para venderme un seguro de vida, o sea, otra empresa que le pasa mis datos a un tercero para que me venda algo que no tiene nada que ver con el objeto de su negocio principal. Esta vez me hablaba no como una empresa de seguros, sino como el propio Círculo de Lectores. Al otro lado del hilo telefónico, una voz femenina (también es la estrategia, las mujeres llaman a los hombres y viceversa) se supone que educada y ducha, por aquello de «lectores», comenzó a contarme una película en formato pregrabado, es decir, suelto con buenas palabritas el discursito que me sé de memoria, o que tengo escrito delante de mí. Y yo lo mismo, me imagino que alguien del Círculo de Lectores me pueda llamar para venderme un libro, pero ¿un seguro de vida?, y la mandé a paseo, así sin educación y sin nada.

Y la tercera sacada de pies del plato que pongo como ejemplo, aunque seguro que he tenido más, fue aquella vez en que me llamó mi distribuidor de energía de último recurso, se dice así ahora ¿no?, bueno La Sevillana de toda la vida para entendernos, y también una señorita me quiso vender otro seguro de vida o accidente o pamplinístico. A esta sí se lo dije, que yo espero de mi compañía eléctrica que me venda electricidad, y ya está, pero que no se metan en vender lo que no les corresponde.

Pues eso, zapatero a tus zapatos, yo sé lo que sé hacer, yo no soy fontanero, albañil ni electricista, no se me ocurra ofrecerme como profesional de estos servicios a nadie, porque todo lo más llegaré, al nivel de chapuzas que también suelo perpetrar en mi casa, aparte de quitarle el pan a otros, con esta especie de competencia desleal.

¿Y por qué empresas solventes hacen estos encajes de bolillos? Primero, porque tienen la información, y ya se sabe que el que tiene la información tiene el poder, y se pasan por el forro, con sociedades y mecanismos interpuestos eso de la privacidad de tus datos, y se los ofrecen al mejor postor, bastando con que en la llamada telefónica no se diga o se diga, soy tal pero llamo en nombre de la gran empresa que Vd. conoce y que religiosamente le cobra cada mes su luz, sus libros, sus comisiones... En segundo lugar, ya no tienen delicadeza con sus clientes, hace años tal vez, ahora no; ahora van a muerte, a sacar dinero por donde sea, directa o indirectamente, aunque te tengan que vender a su propio padre, sin escrúpulos, lo importante es vender.

Ya digo que la práctica está más que generalizada, los bancos y cajas te «regalan» cuberterías finas, televisores, tabletas..., a cambio de tu nómina y domiciliar tropecientos recibos; yo compré una videocámara hace unos años con un préstamo a muchos meses, y me pregunto si las tiendas de electrodomésticos no tienen nada que decir ante esta hiriente intromisión escasamente ética.

Todo seguirá igual o peor, y a lo mejor un día de estos voy a un bar y me arreglan una rueda, voy a un taller mecánico y me venden condones (esto no es broma aquí en Bailén), o me acerco a una farmacia y me sirven un ron con Sprite, tres cubitos de hielo y una rodaja de limón.

Comentarios

Sara ha dicho que…
Creo que siempre es bueno que haya gente que mantenga vivos los oficios espero que en algún momento alguien pueda continuar el de el, igualmente me gustaria poder llegar a sus productos porque siempre estoy comprando ropa de mujer por mayor