EL RECUERDO DE LA SELECCIÓN ZAMBIANA DE FÚTBOL, UNA GENERACIÓN PERDIDA EN 1993

Corría el año 1988 y yo estaba dedicado en cuerpo y alma a los estudios y al deporte, y si no había lo uno, lo otro ocupaba el resto. Eran los Juegos Olímpicos de Seúl, y después de un verano dedicado a estudiar, estos Juegos llegaron atípicamente después de los exámenes de septiembre (se celebraron entre el 17 de septiembre y el 2 de octubre), y me apresté a darme un premio merecido, con la anuencia de mis padres, sobre todo de mi buena madre, que me liberó siempre y mucho de hacer tareas en casa.

En este pedazo de deporte de la vista que es el «sillón ball» o «catre ball», ahí que echaron un escasamente relevante para mí y para la mayoría de los españoles, Italia-Zambia en la fase de grupos del torneo de fútbol. Pero hete por donde que aquel que pasaba por ser un tedioso rato de fútbol, porque es como pocos uno de los deportes más aburridos que existen, se convirtió en todo un espectáculo. Porque eso también lo tiene, el fútbol puede ser la más entretenida de las expresiones deportivas si hay tensión, morbo, lluvia de goles o anécdotas. Pues aquel partido tuvo un poco de todo esto, y ante todo, la sorpresa mayúscula de que los zambianos literalmente se mearan a los italianos.

Recuerdo que aquello fue un vendaval, daba la impresión de que los africanos eran unos jugadores experimentadísimos y de primer nivel, y los transálpinos apenas unos tuercebotas de categoría regional. El repaso fue de órdago y el partido terminaría con un 4 a 0 inapelable para la escuadra de Zambia. Durante mucho tiempo estuve recordando algunos nombres de aquella selección que convirtió aquel choque en un inolvidable hito del fútbol mundial, y especialmente me acuerdo de Kalusha Bwalya quien fue autor de tres de los goles y que bailaba a cada gol con sus compañeros uno de esos bailes étnicos que tanto gustan a los africanos para celebrar sus tantos.

Los ecos de aquel encuentro resonaron durante mucho tiempo en mi mente y sobre todo el recuerdo de aquella Zambia, que hasta ese momento era inédita en el panorama futbolístico, y que yo me imaginaba que con el tiempo, dado que las selecciones olímpicas se forman con jugadores jóvenes, que esa selección a nivel absoluto tendría necesariamente que emerger.

Yo le perdí ciertamente la pista, pero casi cinco años después de aquel partido, la selección de Zambia volvió a ocupar una pequeña reseña en los medios de comunicación deportivos, y de la peor manera posible, ya que con ocasión de su clasificación para el Mundial de Estados Unidos 1994 iniciaba la fase definitiva, tras haberse paseado en las fases previas y ser favorito frente a las selecciones de Senegal y Marruecos. Aquella fase final se iniciaba en tierras senegalesas y los Chipolopolo (su nombre de guerra), también llamados «las balas de cobre», afrontaban con ilusión ese último esfuerzo y el 27 de abril de 1993 emprendían el vuelo hacia Dakar en un vetusto DHC-5D Buffalo. Hicieron escala en Gabón, dada la enorme distancia entre Senegal y Zambia, y al poco de despegar uno de sus motores se incendió y el avión se precipitó al mar frente a las costas gabonesas, perdiendo la vida sus treinta ocupantes, entre ellos los veinticinco integrantes del cuerpo técnico y jugadores de dicha selección.

Por suerte para Kalusha Bwalya y algunos jugadores zambianos que militaban en equipos europeos, estos no llegarían a ser convocados para aquel partido por razones de calendario en sus ligas domésticas, aunque fue el propio Kalusha el que se erigió en el motor de la nueva selección zambiana tras el desastre vivido. Con aquel equipo recompuesto en su totalidad llegarían a empatar aquel partido aplazado en Senegal y vencer a estos en su propia cancha. A Marruecos le ganarían 2 a 1 en casa y en el último encuentro en tierras magrebíes con un punto estarían clasificados para Estados Unidos, pero los marroquíes se impondrían por 1 a 0, y frustró la que a buen seguro se hubiera convertido en la más heroica y emotiva clasificación en la historia de los Mundiales de fútbol. A propósito, Kalusha Bwalya sigue velando por el futuro futbolístico de su país, pues es el presidente de su federación nacional.

Los zambianos jamás dejaron de sonar en el panorama balompédico mundial sobre todo en el africano, asistentes casi habituales a la Copa de África, y dando siempre la imagen de equipo aguerrido y dotado de ese don especial para sobreponerse a las adversidades, de algún modo, como si aquellas almas de sus compatriotas que perdieron su vida en aquel fatídico vuelo los impulsaran en los terrenos de juego.

Tengo una amiga que, con mayor o menor razón, dice que todo el mundo recibe en vida su recompensa, yo lo dudo sinceramente, pero en el caso de la selección de Zambia la historia los recompensó y, además, de una manera muy peculiar. En el año 2012 la Copa de África se celebraba en Gabón y Guinea Ecuatorial, y el derroche de aquella selección zambiana permitió que pudieran presentarse en la final que tendría lugar en Libreville, la capital gabonesa, a unos kilómetros de distancia de donde perecieron sus compatriotas. Allí se impondría en los lanzamientos de penalti a la potente Costa de Marfil de Didier Drogba, tras el empate a cero en el tiempo reglamentario, y ni que decir tiene que celebraron aquel trofeo con el recuerdo de los compañeros que perdieron la vida apenas veinte años antes defendiendo los colores de su país. De hecho, rindieron el debido tributo a sus compatriotas acudiendo a las costas de la capital gabonesa ofreciéndole el título en una ceremonia informal absolutamente conmovedora.

No obstante, soy de los que piensan que para Zambia no se ha cerrado ese círculo completamente. Por historia y trayectoria reciente (en los últimos veinte años) probablemente sea el país africano que más merecimientos ha hecho para acudir a un Mundial; jamás ha estado en una cita mundialista en toda su historia y su nivel futbolístico y sus participaciones exitosas en la Copa de África, aparte del campeonato en 2012 tiene dos subcampeonatos, desde luego que lo hacen un justo acreedor de ese hito, lo que es para muchos países el triunfo en sí, el acudir a un Mundial de fútbol y disfrutar jugando los tres partidos de la fase de grupos.

El problema es que una clasificación mundialista no es fácil y precisamente en África es enormemente complicada y no del todo justa a mi parecer. La Confederación Africana de fútbol es muy numerosa, con más de cincuenta selecciones, las distancias en África son enormes y los vuelos son muy largos y fatigosos, y después de pasar por varias fases, al final se la juegan en un todo o nada, como ocurrió en la clasificación para Brasil 2014, en cinco eliminatorias finales de ida y vuelta contra otra selección.

Y por reflexionar un poco en voz alta, amén de este homenaje al fútbol zambiano, hay que decir que se dice mucho y no sin razón, que el fútbol africano es de un enorme potencial, pero que no llega más arriba por la propia filosofía de juego y que, por más que los técnicos tratan de imponer sus criterios, el terreno de juego dicta otra cosa. El principal defecto de los equipos africanos en general es cierta ligereza defensiva y mucha actitud ofensiva, así como indisciplina táctica, y sobre todo ese desorden defensivo provoca que sean muy endebles en sus citas mundialistas. De hecho, si pensamos un poco en jugadores africanos famosos seguro que los cuatro o cinco nombres que se nos vienen a la cabeza, todos o la mayoría son delanteros y nos costará trabajo recordar defensas.

Por cierto que la Copa de África es ahora en enero de 2015 y en estos momentos se están sucediendo los partidos clasificatorios, donde Zambia no está rindiendo a su nivel. Esta competición que es un auténtico vivero de estrellas para los ojeadores europeos, está a día de hoy un poco en el aire por lo que respecta a su lugar de celebración, parece que será Guinea Ecuatorial, pues Marruecos ha renunciado a organizarla por temor a la propagación del ébola y, por tanto, pierde su derecho a participar en la misma pues por ser el anfitrión estaba exento de la clasificación.

En fin, valgan todas estas reseñas para rendir mi modesto tributo a aquella generación de futbolistas zambianos que perecieron cuando se dedicaban a practicar el deporte que era su pasión y para algunos una profesión. Zambia como muchos países africanos es un país volcado con el fútbol, también son muy buenas sus féminas, y también como el resto de países de ese continente viven en condiciones económicas y de bienestar muy precarias, por lo que es un auténtico milagro que salgan jugadores de talla mundial.

También valga este homenaje para recordar este accidente, porque somos muy dados los occidentales, los blancos, a rememorar los trágicos accidentes acaecidos a personajes mediáticos, pero mucha gente desconocerá aquella tremenda desgracia que fulminó a la selección zambiana de fútbol en 1993.

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