SUMO, UN DEPORTE DE DIOSES (VI)

Hakuho obtuvo en enero de 2015 su 33º yusho
Toca meterse en faena y hacer un repaso por lo que han deparado estos últimos doce meses de sumo profesional; un deporte que me sigue apasionando y que este año ha tenido una gran noticia que, por lo menos en España, sí ha despertado algo el interés de los diarios deportivos.

Efectivamente la gran noticia que no por esperada iba a dejar de tener su impacto, ha sido el récord de torneos oficiales (yushos) ganados por el yokozuna mongol Hakuho, por el momento treinta y tres. El tope estaba en treinta y dos a cargo del ruso-nipón Taiho conseguidos fundamentalmente en la década de los 60 del pasado siglo y tal como cabía aventurar, sin argucias premonitorias de ningún tipo, en noviembre igualó ese récord y en enero ya lo ha superado.

Tampoco es nada aventurado afirmar que va a llevar el récord muy arriba, Hakuho de hecho está ahora mismo al máximo nivel, no se le aprecia ningún síntoma de debilidad, lleva cinco torneos consecutivos ganando y esta racha abierta y vigente es ahora mismo la segunda mejor de su carrera deportiva. Considerando su forma, sus sensaciones y su talante, no menos de un lustro a tope le espera para que ponga el tope en una cifra insultantemente elevada, yo diría que el número de copas del emperador va a estar muy cercano al medio centenar.

El nuevo yokozuna Kakuryu
Otra importante noticia fue, sin duda, la «coronación» de un nuevo yokozuna, Kakuryu, también mongol y que se unía a sus dos compatriotas en esta nómina, Hakuho y Harumafuji. Kakuryu aprovechó una puerta que se había abierto meses atrás para el japonés Kisenosato, el mejor luchador nacional sin discusión, para permitir saltarse la regla no escrita de que para ser yokozuna había que ganar dos torneos consecutivos y que el nipón no aprovechó, y que ahora se ha venido a flexibilizar en un subcampeonato y un campeonato. Kakuryu lo logró, y tal y como le pasó a su compatriota Harumafuji, llegó, besó el santo y parece que el rango de yokozuna le viene un pelín grande.

De hecho, bajo mi particular opinión tenemos a un gran yokozuna y a dos «yokozunillas», que alcanzan resultados plausibles pero no brillantes del todo. Están en dobles dígitos casi siempre (diez o más victorias sobre un total de quince), pero no siempre están en la carrera por el yusho. Esto tiene su curiosa contraprestación en que tanto Harumafuji como Kakuryu están cediendo muchas victorias en favor de la clase media, y eso en el sumo tiene su mérito y reconocimiento, son estrellas simbólicas (kinboshi) que se entregan a los luchadores que tienen el privilegio de vencer a un yokozuna y que supone un plus económico por su consecución.

Desde la retirada, casi obligada, del polémico pero eléctrico Asashoryu, también mongol, realmente el gran Hakuho no tiene ningún luchador que esté a su altura. Lo cierto es que cuando cede algún título se conjuga algún fallo suyo (no es perfecto pero está muy cerca) y un gran torneo de alguno de los aspirantes a hacerle mínima sombra; y dicho esto, esa conjugación se produce muy pocas veces.

En cuanto a los luchadores japoneses, pues nada nuevo bajo la luz del sol, se sigue viendo cómo evolucionan con cierta rapidez los luchadores extranjeros, especialmente los de Mongolia, curioso lo de este país de poco más de tres millones de habitantes, y de los nacionales no hay nadie llamado a hacer grandes cosas en el futuro, de momento, y no hay más cera que la que arde, es decir, buenas expectativas, alguien que hace buenas cosas en las categorías inferiores, pero llega arriba y no está al nivel de ser una gran estrella.

Los japoneses se conforman con sus ozekis (segundo rango en el sumo), un muy buen Kisenosato que es el más regular de los nacionales en los últimos años, más Kotoshogiku y Goeido, este último fue ascendido en 2014, pero ahora tanto uno como el otro se asoman al abismo de vez en cuando para luchar a duras penas. El ascenso de Goeido fue una buena noticia para el sumo japonés, pero la verdad es que ha sido llegar a ozeki y se ha desinflado notoriamente, o se ha relajado, lo cual es muy posible viendo la trayectoria de los luchadores japoneses en la última década; de hecho, en el último torneo un corporativismo absurdo le ha librado de perder ese preciado rango.

Desde luego si hay ahora mismo algún japonés merecedor de ganar un gran torneo, ese es Kisenosato. Lamentablemente se le está pasando el arroz y no se atisba que pueda llegar a ser yokozuna nunca, porque los años van pesando como losas. No obstante, sueño y conmigo muchos japoneses, así como aficionados al sumo, con que Kisenosato tenga el honor de romper la racha que ya ha superado los nueve años, sin que un japonés haya logrado una copa del emperador (desde Tochiazuma en enero de 2006), y que si nadie lo remedia, lo cual no es nada atrevido, pues se va a ir a la década; una década de sequía para los japoneses es su propio deporte patrio, que a más de uno le debe levantar ampollas.

Pero es que al hilo de lo anterior, se puede observar con cierta notoriedad, que en la categoría de makuuchi (la máxima división), se suceden combates entre japoneses y extranjeros, donde aparte de bastantes mongoles, hay de Georgia, Rusia, Brasil o Bulgaria, y ves cómo los extranjeros le mojan la oreja a los del país del sol naciente con mucha frecuencia.

La nueva sensación del sumo,
el mongol Ichinojo
Y si tuviera que otear, lo cual puede ser algo arriesgado en este deporte, a alguna figura emergente, pues en 2014 la palma se la lleva otro luchador no japonés, y sí también de Mongolia, se trata de Ichinojo, un joven gigantón de 21 años que en su primera aparición en la máxima categoría sorprendió a todos con un subcampeonato y varios premios honoríficos. Sin embargo, a este esbelto mocetón le tomaron la matrícula tras esa fulgurante irrupción, y ya le han limado su ímpetu, aun así permanece entre los diez mejores del escalafón y eso es muy de valorar. Ha sido la sensación en 2014 y eso ha animado algo este deporte entre los aficionados. ¿Futuro yokozuna? Por el momento hay que darle tiempo, está muy verde.

Por cierto que estaba repasando lo que dio de sí el último período analizado hace ya un año, y si ya en el pasado atisbaba la más que previsible retirada del búlgaro Kotooshu, he tenido que ir al dato concreto para saber cuándo se retiró y fue el pasado mes de marzo, tristemente con escasa repercusión. No obstante, igual que otros sumotoris extranjeros abandonan Japón definitivamente, este se ha quedado y se le puede ver como guardia de seguridad en los grandes torneos, algo que no me termina de encajar para un gran luchador (llegó a lograr una copa del emperador) al que le faltó mentalidad para llegar a alcanzar la deidad de ser yokozuna.

Y esto es todo, en lo que resta de 2015 todos los aficionados al sumo creo que pedimos más o menos lo mismo, que haya más salsa, más lucha hasta el último día del torneo, nuevas figuras que vayan aplacando a las existentes, no obstante, Roma no se hizo en un día y me da la impresión de que este año va a ser un poco de transición.

Comentarios