"LA ANALFABETA QUE ERA UN GENIO DE LOS NÚMEROS", DE JONAS JONASSON

Cuando observas el título de un libro y este llama la atención, soy de los que piensa que algo mágico debe tener. Con este me pasó algo así, un libro que se titula «La analfabeta que era un genio de los números», debía necesariamente de tener un contenido atractivo; para rematar tampoco suelo tomar a chufla las portadas ilustrativas y esta tenía, en la edición que yo he leído, mucho encanto, algo entre jocoso y que picaba la curiosidad.

A su autor Jonas Jonasson, un experiodista sueco, le avalaba su éxito de 2010 «El abuelo que saltó por la ventana y se largó», todo un superventas a nivel mundial que dio un giro al género del humor absurdo en la literatura. Yo conocía esa novela y no descarto, tras la lectura de esta, meterle mano en breve.

Y por qué no hacer una novela absurda, pero increíble y absurda a más no poder, porque ¿no es el mundo más absurdo en sí mismo y vemos noticias a diario que lo corroboran? Pues sí, el esquema le sigue funcionando a Jonasson, la clave es sumamente sugerente, inventar una historia con dosis de realidad, donde con un ritmo frenético, no paren de acaecer sucesos hilarantes. Si las comedias televisivas británicas han sido y son el prototipo de las historias de enredo, en esta novela el enredo es reiterado, progresivo como una bola de nieve y finalmente explosivo como unos fuegos artificiales.

Sin duda que esta historia disparatada tiene un elemento diferenciador con respecto a otras, siempre está pasando algo, algo relevante, hay poca paja en el libro, ese ritmo acelerado favorece que enganche mucho, que entretenga, y encima que te diviertas un montón, montado en esta ruleta vertiginosa en la que nos embarca Jonasson.

Nombeko es una anónima niña huérfana, negra para más señas, en la Sudáfrica del apartheid, dedicada a limpiar inmundas letrinas en Soweto, uno de los suburbios más grandes del mundo. Pese a su existencia casi condenada a un destino efímero y luctuoso, no obstante, Nombeko no se resiste a ser una más entre los millones de personas que habitan en Soweto, sin más salida que las hectáreas que conforman esta amplia zona chabolista y todos los vicios humanos encerrados en las mismas. Nombeko pretende ser diferente y se revela como un ser inteligente y arriesgado, capaz de dar pasos en firme para que su vida no caiga en la mayor de las indiferencias.

Por eso emprende un camino en el que es casi autodidacta y se vale de diversos vericuetos para ir dando pequeños pasos pero firmes, así aprenderá a leer y a escribir, y se destapará como una magnífica matemática. La mala fortuna, aunque bien pudiera ser buena fortuna en cierto sentido, hace que un buen día sea atropellada por un blanco borracho que conduce un coche, mientras ella camina tranquilamente por la acera.

En aquella Sudáfrica del apartheid, no dudo que sucediera en la realidad, Nombeko lleva todas las de perder, pese a que la razón esté con ella, pero ya se pondrán todos de acuerdo para que al final sea declarada culpable, y la pena económica, dado que la joven no cuenta con capital, se convertirá ni más ni menos que en trabajar como sirvienta durante años para aquel que la atropelló, el ingeniero Van der Westhuizen, responsable nacional del proyecto de fabricación de armas nucleares.

Nombeko rápidamente observará que no ha sido tan malo su destino, pese a lo injusto, pues sus condiciones de vida mejorarán aunque tenga que fregotear sin descanso. La biblioteca del complejo gubernamental de Pelindaba, donde se realizan las investigaciones nucleares, le servirá a la protagonista para ampliar sus conocimientos, y adentrarse, instruirse y especializarse en la tecnología nuclear, de tal forma que servirá de inopinada asesora del burro de Van der Westhuizen, un trasegador de alcohol con conocimientos nulos en la materia en la que, sobre el papel, debe ser un referente.

Mientras tanto, y de forma paralela, en Suecia se sucede una historia también un tanto disparatada, en la que un funcionario del servicio de Correos se convierte de un enfervorizado adepto del rey sueco, a su enemigo más enconado. Tendrá dos hijos gemelos, a los que enseñará a odiar a la monarquía sobre todas las cosas, y por absurdas disquisiciones, de cara a la sociedad sólo inscribirá a uno en el registro, Holger, mientras que el otro, con el mismo nombre, Holger 2, estará permanentemente en el anonimato.

No obstante, el ascenso anónimo de Nombeko no se frenará pese a su insensato cautiverio, y su inmensa capacidad la llevará a ir controlando el programa nuclear sudafricano. Un pequeño consejo por aquí, una estrategia por allá, y su dominio de la lengua china, pues coincide en Pelindaba con tres hermanas asiáticas también recluidas, le permitirá a nuestra joven exlimpiadora de letrinas, a ser traductora, de lo que derivará el dirigir el destino de su vida, la vida de sus tres amigas chinas, la de Van der Westhuizen, la de los perros de Pelindaba, y hasta las relaciones exteriores de Sudáfrica con China y con Israel. Nombeko conseguirá salir de su cárcel para emerger como una nueva persona rica y radiante en Suecia, a cambio tuvo que cambiar una bomba atómica (que se había hecho de más en Pelindaba, por la incompetencia de Van der Westhuizen) por su propia libertad y unos cuantos kilos de piel seca de antílope. Pero no todo sale bien, Suecia espera a Nombeko o no, pero el caso es que de la voluminosa caja con la teórica piel seca de antílope, que se encuentra en la embajada israelí en Suecia no hay eso. En una suerte de casualidad, como todo en este libro, Nombeko conoce a Holger 2, que es el listo de los dos Holger, que le ayudará a transportar la caja a su casa. Y de ella saldrán las tres hermanas chinas y la bomba atómica.

Si no era suficientemente delirante todo, ahora un montón de gente convivirá en una casa destartalada, donde los Holger (uno legal y otro inexistente) dirigen una empresa de almohadas. Holger 1 tiene una novia anarquista y permanentemente peleada con el mundo, Celestine; las chinas optarán por largarse a Suiza para vender piezas de alfarería envejecidas como obras de arte antiguas. Así que los cuatro, pero más bien, Holger 2 y Nombeko, tendrán que sobrevivir con una peligrosa bomba atómica al lado de la que quieren deshacerse y con la amenaza de Holger 1 y Celestine que no hacen más que liarlo todo.

Y el desvarío continuará porque se sucederán en este camino sin retorno todo tipo de peripecias en las que intervendrán agentes del Mosad israelí, el presidente chino Hu Jintao, el primer ministro sueco Reinfeldt, el rey de Suecia, la aristocrática abuela de Celestine, también cultivadora de patatas..., y bueno, un sinfín de giros que prefiero no desvelar, porque la imaginación de este escritor es ilimitada; y a todo esto, el aliño principal es la cabeza magníficamente amueblada de Nombeko, que con grandes dosis de inteligencia y sentido común, intentará ir colocando las piezas exactas en este loco rompecabezas.

Una de las grandes virtudes de Jonas Jonasson es que la historia no tiene casi ningún desperdicio, el ritmo no decrece y te mantiene atento durante todas las páginas. No es importante el final, que lo tiene y es muy edificante, pero la historia en sí merece la pena su lectura.

Jonasson tiene precisamente la virtud de extraer personajes y hechos históricos reales, a los que añade otros inventados, haciéndolos converger y construyendo una historia tan desquiciada como atractiva.

No me extrañaría que esta historia en unos años fuera llevada al cine, pues tiene un argumento muy traspasable a la gran pantalla, al igual que ya se ha hecho con su primera novela, con menor éxito que su libro. En cualquier caso, recomiendo encarecidamente su lectura para adentrarnos en la nueva novela humorística del siglo XXI.

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