"BAGDAD CAFÉ", DE PERCY ADLON

Tal vez alguien pensará que soy un paleto cinematográfico, pero es verdad, demasiado tiempo ha pasado hasta que he visto esta película que tenía en mi colección, grabada desde hace algunos años. Y para recalcar lo anterior, también soy un cateto musical, porque la canción central de esta película es precisamente un tema que llevaba buscando desde hace mucho tiempo, y en apariencia la respuesta era más fácil de lo que yo imaginaba.

Pues he cerrado un círculo que es una de esas cosas que me reconfortan en la vida, una de esas pequeñas necesidades que tiene uno de ir resolviendo nimios misterios. Ese «Calling you» que suena en varios momentos de esta cinta había sido una pesadilla para mí, hacía mucho que no la escuchaba y no encontraba pistas para saber quién la compuso, quién la cantaba. No lo puedo negar, recientemente estuve indagando en mi teléfono móvil alguna aplicación de esas que te adivinan una canción con tan sólo tararearla, pero nada de lo que se ofrecía de forma gratuita me convenció.

Y ahí estaba, justo al empezar la película, sonó esa deliciosa canción, paré la grabación y busqué en Internet, no sólo era mi canción soñada sino que además se había compuesto expresamente para esa película, es más, la letra de la canción refleja el argumento fundamental de la misma. Toda mi calentura mental relativa tuvo su resolución este pasado domingo, y es que además podría haber tenido una salida desde hace mucho tiempo ya que se la puse a mi hermana y en apenas cinco segundos ya sabía cuál era, o sea, que si se la hubiera tarareado cuando empecé a buscarla, ella me hubiera dado la respuesta, pero muchas veces me encierro demasiado en mí.

Llámenla producción diferente, cine independiente, cine de autor..., lo que sí es verdad es que Bagdad Café es uno de los más claros ejemplos que demuestran que un buen guión y un presupuesto limitado pueden conseguir obras de arte como esta. Es una película entrañable y deliciosa, prácticamente sin maldad alguna que nos hace pasar un rato muy agradable, cumpliendo pues, el que yo diría el principal objetivo del cine, el entretenimiento, y aquí tenemos hora y media de esencia del séptimo arte.

Curiosamente por azares del destino es una producción alemana, pero hecha en inglés y con la mayoría de los actores americanos y, por supuesto, ambientada en los Estados Unidos. Y, sin embargo, por ese extraño chovinismo estadounidense, esta película de 1987 recorrió de pasada los Óscars del año siguiente, sólo estuvo en la nominación a mejor canción original.

El director, el también alemán Percy Adlon, ya había emprendido otros proyectos cinematográficos y televisivos antes, pero con este se encumbró; suyo es el guión, escrito al alimón junto a su mujer Eleonore y Christopher Doherty.

El inicio un tanto tórrido no es indicativo de lo que va a ocurrir a continuación, una extraña pareja alemana en mitad de una desértica carretera estadounidense, manifiesta sus desavenencias en una atmósfera soporífera, con una cámara que no para de hacer encuadres que provocan y con unos filtros que nos hacen sentir calor y agobio. Aunque esos colores cálidos se mantienen en toda la película su desarrollo nos permitirá ir respirando cada vez mejor y los medidos devaneos de la cámara dejarán de ser relevantes para el espectador.

Los teutones tomarán su camino cada uno por su lado, y la señora Münchgstettner llegará a un extraño café de carretera que también es motel y gasolinera. Previamente la dueña del negocio, la señora Brenda acaba de tener también una fuerte discusión con su marido, el cual ha optado por marcharse, una calculada coincidencia.

En ese extraño lugar la no menos extraña turista alemana comenzará poco a poco a meterse con mucha inteligencia en la vida de la dispar familia que convive en Bagdad Café, un veterano pintor, Rudi Cox (interpretado genialmente por el duro Jack Palance); los dos hijos de Brenda (una joven un tanto ligerita de cascos y un chico amante de la música clásica y el piano con un bebé a su cargo); Debbie, una tatuadora parca en palabras; el camarero indio del café, también de diálogo reducido; o un joven mochilero que pasaba por allí se instaló y se dedicó a enseñar a todo el mundo a lanzar su bumerán.

Brenda que vive en una locura de mundo, presionada por todos lados, pero al que al fin y al cabo casi se ha acostumbrado, no puede soportar que la señora alemana, cuyo nombre de pila es Jasmin, se proponga a la chita callando realizar tareas que no le competen, para empezar el mismo hecho de quedarse en un inmundo motel de carretera y después limpiar su propia habitación, la recepción e intimar con sus hijos y con los moradores habituales del lugar.

Pese al cabreo de Brenda, Jasmin persistirá con sus pequeños gestos (como una especie de Amelie de la llanura norteamericana) e ir metiéndose en el bolsillo a todo el mundo, incluso a la terca Brenda que irá cediendo. Jasmin será la musa de Rudi Cox, valorará la música del joven hijo de Brenda, aplacará a todos y hasta tendrá tiempo también para lanzar el bumerán.

Y, por supuesto, la personalidad creciente y arrolladora de Jasmin, y su magia, su delicada magia, generará una corriente de éxito en el local, que inopinadamente será el local de referencia para todos los lugareños.

Ya nada será igual, Jasmin ha traído luz y color donde antes había suciedad y desasosiego; Jasmin también se sentirá otra mujer, ha dejado atrás a un marido cuadriculado y se lanza a un mundo donde es valorada en todos sus aspectos.

Sensacionales todos los actores en esta agradabilísima comedia, sorprendente para el que no la haya visto; pero si tuviera que resaltar a alguien, desde luego me fijaría en la propia Jasmin, la actriz alemana Marianne Sägebrecht que hace un papel fantástico, expresivo y lleno de matices; y no por ser el más importante de la película pero sí por ser el único artista conocido del elenco actoral, hay que resaltar al mítico Jack Palance, en una interpretación que se sale de la dureza de su perfil, y que refleja la categoría profesional de un actor encasillado hasta la saciedad en papeles de malo.

Demasiado he dicho ya de esta película, que es muy recomendable y que cada cual saque sus propias conclusiones, tampoco voy a desvelar el final, pero realmente lo bonito es el desarrollo de su guión, además pienso que muy poca gente se puede sentir defraudada.

Sí que voy a terminar por lo que decía al principio, no me resisto a hablar un poco del tema central de la película. Compuesto por Bob Telson y cantado en la película por Jevetta Steele una cantante de gospel de raza negra, no podía ser de otro modo. Posteriormente yo he podido escuchar esta canción interpretada igualmente por Barbra Streisand, Celine Dione, y también una cálida voz masculina como la de Paul Young nos deleita con esta balada que ya para mí será inolvidable, y que aún va a sonar más en la banda sonora de mi vida.

Aunque he contado tal vez más que lo que merece una película tan tierna como esta, no me resisto, sin embargo, a incluir la letra de esta canción, algo que no hago nunca, pero que por lo bien que define la película voy a tomarme esa licencia: «Una carretera desierta desde Las Vegas hacía ninguna parte,/ un lugar mejor que donde has estado./ Una máquina de café que necesita algún arreglo/ en un pequeño café a la vuelta de la curva./ Te estoy llamando./ ¿No puedes oírme?/ Te estoy llamando./ Sopla un viento seco y caliente a través de mí./ El bebé está llorando y no puedo dormir,/ pero ambos sabemos que un cambio está llegando,/ cada vez más cerca de la dulce liberación./ Te estoy llamando./ Sé que me escuchas./ Te estoy llamando». ¿Bailas?

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