LA MANGA DEL MAR MENOR, PARAÍSO DEL DESCANSO Y LA RELAJACIÓN

Y si no lo has visto tendrías que verlo, o por qué no vine antes aquí, fueron dos de las frases que rondaban por mi mente cuando a finales de este pasado mes de agosto pisé por primera vez en mi vida junto a mi familia la Manga del Mar Menor, en tierras murcianas. Ese concepto geográfico que desde pequeño escuchaba en familiares, vecinos y gente de mi entorno que siempre se asociaba con la expresión «hemos estado veraneando en la Manga». Pues fíjense, valiosos lectores de este humilde blog, que yo que soy un apasionado de la geografía, jamás había reparado en el mapa para reconocer exactamente qué capricho orográfico era exactamente esa Manga, me podía hacer una idea aproximada pero realmente no del todo exacta.

Pues me puse manos a la obra, primero con la elección del camping al que íbamos a ir; decisión tomada sin muchas dificultades, toda vez que la Manga ya se sabe lo limitada que está de terreno, y antes de entrar propiamente en la «franja» existe uno monstruoso, y que además es el más conocido de los dos que se asientan en las orillas del Mar Menor. Así que concretada la logística había que ver el mapa e ilustrarse. Antes uno acudía a esos famosos libros, que ya han quedado un poco anclados en la historia, y que recibían la denominación de Atlas; fui muy aficionado de pequeño y tengo varios en casa que ciertamente ya no es muy operativo consultar.

Pensaba yo a priori que el Mar Menor era una laguna salada, incluso escasamente salada, con nula entrada directa del mar, y que la incorporación de sal se producía desde el subsuelo o por filtraciones, no obstante, ya vi en el mapa que la Manga tiene final y no hace la elipse completa, de tal manera que el Mar Menor es directamente el Mar Mediterráneo, toda vez que esa franja de tierra (de 18 km.) tiene final y no se une por su parte norte con la costa adyacente, dejando el paso constante y sempiterno de agua, aunque no sé si lo de sempiterno es muy aventurado, porque es posible que dentro varios millones la Manga siga creciendo y el Mar Menor quede definitivamente cerrado (o lo evitará la intervención humana). En realidad tiene entrada por tres canales, y los dos más importantes y grandes, están en la parte norte.

Estamos, pues, ante una laguna salada de una extensión bastante considerable de 170 km² (como un 10% de la provincia de Guipúzcoa), no demasiado grande, aunque sí lo suficiente como para que a simple vista se puede apreciar en los mapas meteorológicos de los espacios de «El tiempo» en cualquier cadena televisiva. La renovación de agua salada por los canales, no obstante, permite que sea una laguna semiabierta o semicerrada según se mire, de tal forma que si que ofrece una apariencia de embalse o pantano con escaso oleaje y susceptible de ir acumulando sedimentos a lo largo de los siglos. Ese relativo estancamiento también favorece el mayor índice de oligoelementos y particularmente de sales minerales con respecto al mar abierto, lo cual lo hacen muy saludable. La concentración de sal es tan importante que ello permite que se hayan establecido allí industrias salineras.

No obstante lo anterior, hay que decir que los medioambientalistas se quejan de la excesiva mediterraneización del Mar Menor, toda vez que la mano del hombre lo alteró no hace mucho al ensanchar y dragar el Canal del Estacio, la entrada de agua del mar abierto más grande que tiene la Manga. Esas obras tuvieron lugar en 1973, y la reparación prevista para llevar a su estado original no llegó a producirse. En términos geológicos esto es como si se hubiera tenido lugar ayer y las consecuencias medioambientales previstas a largo plazo no se pueden calcular porque se suceden en la actualidad de forma lenta e inapreciable.

En todo caso, valga este preámbulo, no sólo como advertencia de las imprevisibles consecuencias de la siempre poco sesuda mano del hombre, sino también, como no podía ser de otro modo, de las virtudes y excelencias de este lugar de nuestra geografía nacional. El Mar Menor es un paraíso para mayores y niños como concepto, y para cualquier persona que quiera acceder a un entorno natural, que es una especie de mar domesticado. Puedes estar en el Mar Menor un día de aire donde en el Mediterráneo sería bandera amarilla o roja, y allí las olas simplemente te acarician. Por otro lado, tampoco hay que desdeñar su escasa profundidad, por aquello de la incesante incorporación de sedimentos, lo que hace que según las zonas, puedas andar hasta doscientos metros o algo más y apenas te cubre el agua; luego te puedes sentar, ponerte de rodillas y charlar amigablemente, o tal vez reptar por las aguas mientras juegas con la fina arena y las conchas de algunos moluscos (vivos también los hay, berberechos, almejas, y hay un tráfico de cierta consideración en cuanto a las cañaíllas).

Pero si saltamos al Mar Mediterráneo nos encontraremos multitud de playas, de arena fina y clara, al entrar al agua suele tener un perfil similar, salvo algunas en las que puede haber algunas sorpresas rocosas. No obstante, lo interesante de las playas, aparte de lo que conlleva todos sus beneficios, esas playas al norte y al sur del Cabo de Palos, hito geográfico del lugar, es que tienen unos fondos muy bonitos; apenas nadas unos cincuenta metros y de momento te encuentras con esos fondos rocosos que albergan a la posidonia, sinónimo de calidad de las aguas, y una fauna marina muy curiosa y entretenida. Ni que decir tiene que en mi estancia, mi hijo y yo disfrutamos de lo lindo con nuestras gafas de bucear en plan safari visual.

A propósito de esa caza visual en una de las playas más «vírgenes» nos sorprendimos con una medusa enorme que yo jamás había visto, por su aspecto podía ser letal. Eso sí, una preciosidad, redonda, de unos 30 cm. de diámetro y con los tentaculillos de color morado. Miedo me dio apresarla, pero lo hice como todos lo hacemos, para evitar el peligro al resto de bañistas. Luego comprobamos en Internet que es una especie típica del Mediterráneo, aunque yo jamás la he visto en las costas andaluzas, se trata de la Cotylorhiza, o popularmente la medusa de huevo frito, porque realmente tiene una forma parecida, y no, no es demasiado peligrosa, es decir, que su picadura no es muy urticante, aunque su tamaño y aspecto pudieran decir otra cosa.

Por lo demás la Manga en el término estricto del término es una franja de unos 18 km. de largo y con una anchura que oscila entre los 200 m. y los 1.500 m., cuajada eso sí de establecimientos hosteleros y de servicios casi por completo. Lo interesante para esos turistas que pueden alojarse, por ejemplo, en un piso noveno, es que pueden tener desde el balcón de su habitación una imagen sin par, el Mar Menor a un lado y el Mediterráneo a otro, y de tal forma pueden ponerse chanclas y bañador para darse un chapuzón en cualquiera de ellos dándose un mínimo paseo, según el gusto y la preferencia de cada cual.

Incluso hay zonas con baños termales y otras con lodos, ambos con beneficiosas propiedades para nuestro cuerpo, no las visité y eso que estuve al lado de una de ellas, la de los lodos, porque pasaba diariamente en mis carreras matutinas veraniegas, todo ello pendiente para una futura visita.

Muchos elementos hacen que este sea un paraíso para mucha gente, y el remanso de paz y descanso para los jubilados, y bien que hacen al estar retozando allí, especialmente en temporada media y baja, imagino que en temporada alta todo debe ser muy agobiante, porque la extensión es la que es; y para colmo hay un Mercadona a la entrada de la Manga, y es que en este país parece que el nivel de importancia de un lugar depende de si tiene alguna sucursal de esta cadena de supermercados populares que hace apenas diez años no conocíamos. Mercadona que es el epicentro comercial del Cabo de Palos.

Y, por último, ese fabuloso camping en el que estuvimos el Caravaning la Manga, fabuloso por sus dimensiones y servicios, con capacidad para más de 6.000 personas, es un pequeño gran pueblo donde vive gente todo el año; hay auténticos chalets con cierto lujo en su interior y, desde luego, si la Manga es el paraíso geriátrico, este camping hace honor a ello, porque mucha gente mayor, sobre todo centroeuropeos, habitan allí todo el año. Como curiosidad diré que intentaba todas las mañanas ser el primero en bañarme en la piscina, después de correr, pero por más que lo intentaba siempre había allí unas entrañables ancianas británicas haciéndose unos largos y largando por lo bajini, al más puro estilo Vieja del visillo, y por momentos dudé si es que estas señoras vivían directamente en la piscina.

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