LA REINVENCIÓN DEL VOLEIBOL, UN HOMENAJE AL DEPORTISTA DESCONOCIDO

Estamos en un país donde el deporte se resume de la siguiente manera: El fútbol y después todo lo demás. El dinero que se mueve, la atención de los medios de comunicación, la afición que arrastra y sus practicantes, deja un triste escenario: calculo yo que el fútbol es un 95 % de todo lo anterior y un triste 5 % el resto.

Por cierto que en vísperas de unos Juegos Olímpicos, muchos de los llamados aficionados al deporte en España, probablemente también en otros países, presenciarán algún deporte que no han visto ni seguido en estos cuatro años y se erigirán en voces cualificadas y críticas para recriminar el que algún deportista patrio no supere ni la fase previa, ¿sabrán lo que es el esfuerzo anónimo?

Amén de los que se han quedado en el camino, buena parte de esos deportistas españoles olímpicos no son profesionales, son gente joven que sacrifican sus años mozos, su familia, su bienestar, incluso su salud, para dedicarse en cuerpo y alma a un deporte; se nutren de una beca que les permite vivir con cierta holgura (mientras la tienes), pero está basada en el rendimiento deportivo y, por supuesto, no garantiza el futuro, es decir, que el día que caes o el día que te retiras si no te has buscado una alternativa, un oficio o unos estudios que te permitan reintegrarte a la sociedad, eres un juguete roto, y tenemos tristes ejemplos de deportistas españoles que han terminado suicidándose.

Este preámbulo viene a cuento porque otro gallo cantaría si en la balanza del deporte, del platillo del seguimiento y la inversión en el fútbol se pudiera trasvasar algo al resto de los deportes. Y los ejemplos son fáciles al respecto, ¿cuántos clubes de cualquier deporte se podrían mantener con lo que cobran Messi o C. Ronaldo en un solo mes?

Por otro lado, en esta deprimente balanza la opinión pública retroalimentada con los medios de comunicación no entiende de rendimientos, «tanto vales tanto ganas», aquí el sueldo se mide por lo mediático que es el deporte, por lo mediático que tú eres y evidentemente porque eres el mejor entre iguales. Pero si la valía realmente se midiera por el esfuerzo, la dedicación, el sufrimiento y otros valores análogos, a buen seguro que ni Messi ni Ronaldo serían los más ricos, habría muchísimos deportistas (desconocidos) que merecerían el máximo reconocimiento y desde luego un sueldo acorde a su entrega.

Siendo lo dicho en el párrafo anterior una utopía, la realidad nos destapa, de vez en cuando, historias alucinantes que no por repetidas dejan de asombrarnos. Hace unos días leí que uno de los jugadores españoles de voleibol más conocido de las últimas décadas, Alexis Valido, había superado un cáncer y con cuarenta años seguía jugando en la máxima competición de nuestro país, y compaginaba este deporte con un trabajo en una gasolinera. Un tipo que tiene más de trescientas internacionalidades y que ha sido el prototipo del «líbero» moderno en España, en el ocaso de su carrera y aun con sus dificultades físicas no habrá podido hacer un patrimonio suficiente porque el voleibol no vende y sus merecimientos se quedan para él y los suyos, cuando a buen seguro tiene más valía su esfuerzo que el que desarrollan las grandes estrellas mediáticas del fútbol. Y dicho esto, de este currante anónimo la mayoría de los que leen esto jamás habrán oído hablar de él.

No quería dedicar esta entradilla expresamente a Alexis Valido, sino más bien al voleibol en general, pero la alusión a este jugador canario me llevó a volver a tratar de este deporte (ya lo hice unos meses atrás con ocasión de la extinta sección de voleibol del Real Madrid), ya que como he señalado, la figura del líbero es relativamente reciente en este deporte y tiene mucho que ver con el cambio de configuración que este deporte sufrió al final del siglo XX.

Tengo la sensación de que el voleibol en España, que tuvo una época dorada entre finales de los 90 y 2007 (nuestra selección ganó contra todo pronóstico el Campeonato de Europa de Rusia batiendo en la final a la anfitriona), no goza de mucha atención de los medios de comunicación y de las televisiones porque hemos sufrido un bajón de nivel. Todo esto también se retroalimenta, como no hay éxitos deportivos no hay seguimiento público y no te retransmito. Hoy por hoy, vemos bádminton en la tele porque Carolina Marín es Campeona del mundo, esto es obvio, cuando ella competía en torneos africanos, que lo hizo, para subir de nivel no la conocía ni Dios.

También tengo la sensación de que el voleibol a nivel global sufre un poco de complejo de inferioridad con respecto a otros deportes de equipo y sucumbe, por ejemplo, en Europa, aparte del fútbol ante otras disciplinas que alimentan mejor al gran público, como pueden ser baloncesto, balonmano o rugby.

El voleibol está en una constante reinvención, no sólo de reglas sino de formatos competitivos. La Liga Mundial o la Liga Europea pretender ser focos de atención mediáticos que intentan acercarse a otros eventos deportivos que arrastran a mucho público. No obstante, hay que decir que dichas competiciones no terminan de ser el motor ideal para que el voleibol sea más relevante a nivel mundial, pues se percibe que acoge poco más que el interés de los países participantes o del lugar donde se celebra la fase final.

Curiosamente yo que me siento muy vinculado al deporte, he decir que la primera formación académica que tuve de cualquier disciplina fue de este, hace treinta años hice un curso de monitor escolar en la Federación granadina del que nunca obtuve diploma, aunque hace un par de años les mandé un correo electrónico que nunca respondieron. El caso es que aquel curso me ayudó mucho a entender este deporte.

Si hay un hándicap que condiciona los espectáculos deportivos televisivos es el tiempo. O eres un deporte muy grande donde se mueve mucho dinero, por ejemplo, el tenis, donde no importa asistir a una partido de Nadal contra Djokovic durante cinco horas porque la audiencia no decae, es más va sumando televidentes a medida que se acerca el desenlace, o decididamente tienes que tener una hora de inicio y una hora prevista de conclusión.

Con este problema del tiempo partía el voleibol hasta finales del siglo XX, pues sólo ganaba punto el equipo que sacaba. Partiendo de que en este deporte el equipo que defiende saque tiene estadísticamente más probabilidad de obtener punto, los cambios de saque sin fruto en el marcador hacía que los partidos se eternizaran y podían durar perfectamente más de tres horas.

La Federación Internacional de este deporte no era ajena a esta problemática y con ocasión del Mundial masculino de Japón en 1998 modificó el sistema de puntuación, naciendo la fase de punto total, o sea, cada jugada vale un punto con independencia del saque, saque que por otra parte tiene que realizar el equipo que ha ganado el último punto.

La puntuación también cambió, al haber más agilidad en anotar los sets que antes terminaban en los 15 tantos (con una diferencia de 2 con el rival) pasó a los 25, salvo el quinto set, en el caso de que se llegara, que acaba en 15, igualmente siempre con una diferencia de 2 con el rival.

Alexis Valido, un currante del voleibol
Por otro lado, también se creó la figura del líbero, demarcación del citado Alexis Valido, con la idea de ganar en espectáculo, plasticidad y favorecer el montaje de jugadas de ataque, nació esta figura que es un jugador especialista en defensa, siempre juega en la parte de atrás, no puede rematar y, para diferenciarlo del resto lleva una camiseta de otro color diferente al resto, es como si fuera técnicamente un portero, por hacer un símil aproximado.

Aparte de este cambio reglamentario la verdadera revolución ya había llegado en la década de los años 80 cuando el saque en salto potente comenzó a generalizarse entre casi todos los jugadores, primero masculinos y un poquito más tarde en la categoría femenina. Lo que en los años 60 y 70 era una rareza, un recurso practicado eventualmente por un puñado de jugadores, una suerte de ruleta rusa por su baja efectividad, comenzó a ser todo un componente del entrenamiento y de la práctica de este deporte, hasta el punto de que hoy día el saque en salto potente es lo común y otros tipos de saques, el saque en salto sin potencia, el saque flotante o el saque en apoyo son ahora las rarezas y los recursos de algunos jugadores para cambiar estrategias o dinámicas en los partidos. La generalización del saque potente también obligó a cambiar una regla, como era la del bloqueo del saque, antes se podía y yo creo que sobre los años 80 se modificó.

La figura del líbero ha ido cobrando mayor protagonismo con el paso del tiempo, precisamente por la incidencia de los saques potentes. La efectividad es tal que se ha pasado de hacer ese saque como una genialidad y, por tanto, muy sujeto a riesgo, a un elemento más del juego; por tanto, no sólo ese especialista defensivo como es el líbero se encarga de contrarrestar ese saque, sino que todos los jugadores están entrenados para combatirlo.

Por otro lado, la vuelta de tuerca para los sacadores ya no es tanto el lanzar fuerte para ver lo que sale sino que ya son capaces de colocar el balón en el campo contrario justo en la zona que desean, generalmente en las áreas críticas o de interferencia entre dos jugadores.

Para los que no conozcan mucho este deporte hay una característica muy interesante y es la rotación, cuando un equipo recupera el saque todos sus jugadores tienen que rotar en el sentido de las agujas del reloj, esto implica que todos los jugadores juegan en todas las posiciones delanteras y zagueras, y también provoca que haya numerosos cambios en los partidos, de hecho, el líbero rota pero cuando le correspondería llegar a la delantera es cambiado para no perder capacidad atacante; y del mismo modo, cuando los jugadores atacantes más altos se colocan de zagueros, también se les suele cambiar porque se supone que no tienen un perfil específicamente defensivo.

En fin, un deporte bello como pocos, muy plástico, espectacular en cada jugada, y con el aliciente de que es de los más caballerosos que existen, pues hay que tener en cuenta que los jugadores de ambos bandos no se tocan (no pueden simular lesiones), y las protestas arbitrales se limitan a reclamar si una pelota ha entrado o no.

Por cierto, asistiremos en estos Juegos Olímpicos a un punto de inflexión en cuanto a la asistencia y seguimiento in situ, toda vez que en Brasil si el fútbol es una religión el voleibol tanto masculino como femenino no le va a la zaga, de hecho, sus dos selecciones patrias, que han obtenido medallas de todos los metales en pasados eventos olímpicos, son claras favoritas por el hecho de jugar en casa, lo que le va a proporcionar un plus de emoción a esta competencia que yo intentaré presenciar por Internet, porque en la tele echarán muy poco.

Y si lo que se quiere es ver voleibol con muchas alternativas mejor ver voley femenino que masculino. Cuando ves un deporte de equipo las diferencias entre hombres y mujeres son tantas que parecen deportes diferentes, en el voleibol ocurre esto y mucho; si en los hombres apenas hay dos o tres intecambios (rallys en el argot), en mujeres puede haber cinco o seis intercambios, es casi más espectacular, más plástico.

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