HABLAR POR HABLAR, EL PROGRAMA QUE ALIMENTÓ A LOS NOCTÁMBULOS DE ESPAÑA

No sé en qué momento de nuestras vidas este programa de radio empezó a formar parte de muchas de nuestras tertulias, pero el caso es que ocurrió y todos hablábamos del mismo y tal vez solo unos pocos lo habían escuchado, era como una especie de chica de la curva de la que todo el mundo da por hecho su existencia aunque no conoces a nadie que se la haya encontrado.

Y es que «Hablar por hablar» ha sido y es, el típico programa del que todo el mundo cuenta cosas, pero que por su horario no todos han podido escuchar. El programa comenzó emitiéndose a eso de la una y media de la madrugada y mantiene su horario.

Por lo que a mí respecta sí que lo escuché en esos primeros años de emisión (a partir de 1994) en los que ya trabajaba, no estaba casado y mi juventud y frescura física me permitían seguir el espacio deportivo previo y su continuación, ese programa de la Cadena SER (también me pasó en otra época con el programa de Carlos Pumares y el que le antecedía que era el de Supergarcía) que se aprovechaba de la amplia audiencia futbolera para enganchar a esos noctámbulos con otro programa de corte diferente pero con esencia.

Hay que decir que este programa tiene un nombre propio que no es otro que el de Gemma Nierga (pronúnciese Yemma, pues es catalana la muchacha), una simpática periodista que con su voz aterciopelada, susurrante y aconsejadora, penetraba en los hogares de esos trasnochadores que, por diferentes razones, ocupaban parte de la silenciosa madrugada con la mente puesta en un sinfín de magnitudes, regateando problemas y placeres, y también escuchando las ondas radiofónicas.

Gemma Nierga de la que se habla que fue la creadora del programa, y desconozco si la idea fue específicamente suya, lo puso en marcha en 1989 en Radio Barcelona de la Cadena SER, se desarrollaba en catalán con el mismo título «Parlar per parlar», dando su salto nacional en un lustro.

No recuerdo si el programa lo escuché completo alguna vez, duraba unas dos horas y media, es más, no tengo conciencia de que las anécdotas o casos «verídicos» que voy a reseñar realmente yo los escuché o me los comentaron, porque los mismos, tal vez los más sonados o los que yo más recuerdo, fueron de los más famosos y aún muchos radioescuchantes los rememoran por su singularidad.

Hay que decir que el programa se configuraba como un espacio abierto en el que cada cual llamaba por teléfono para desahogarse y contar su vida, sus penas, sus alegrías, pero especialmente para contar verdades que poca o ninguna gente conocía, y eran a menudo historias muy potentes, que en sí encerraban una novela. Se da la circunstancia de que la noche, la Nierga y el silencio parecían abrir los corazones del personal y esa aparente invisibilidad y anonimato animaban a la gente a contar sus verdades como si solo se lo estuvieran contando a Gemma y a nadie más.

Tal vez la historia más sorprendente jamás contada y que trascendió el ámbito de la noche para ser muy comentada en esas tertulias a las que yo aludía, fue aquella de una chica o un chico que se habían conocido en el País Vasco y que cada uno de ellos, sin que pudiera yo distinguir el sexo de cual, eran a la sazón etarra y guardia civil, todo un cóctel explosivo; que le otorgaba más sensacionalismo si cabe por el hecho de que en la década de los 90 rara era la semana donde no había un atentado terrorista. Ambas profesiones de riesgo y de riesgo de muerte, con todo el componente ideológico implícito, hacían de esa teórica relación (digo teórica porque nadie tenía por qué verificar la autenticidad de lo contado, ni era el objetivo, pues eran más bien la ayuda y el entretenimiento a la par) una de las más desconcertantes de la historia. No obstante, a expensas de su veracidad, relaciones en la historia ha habido tan o más imposibles que esta y no cabe más que invocar que no hay arma más potente que la del amor, capaz de superar cualquier obstáculo.

No menos impactante es aquella historia que yo recuerdo de vez en vez en la que un señor de 73 años reconoció que habiendo llevado una vida absolutamente normal en lo familiar y afectivo, con esa edad descubre que es homosexual; curiosidad que yo siempre aprovecho jocosamente para recordárselo a mis amigos que alardean de masculinidad y a los que les doy buena cuenta de esta «creíble» historia.

La última historia, a título de ejemplo acerca del calado del programa, era una típica que no porque haya sucedido previamente y la conozcamos en otros ámbitos, no deja de sorprendernos; se trataba de un señor que confesaba llevar una doble vida en el terreno familiar, con dos mujeres y dos familias perfectamente formadas. Todo un dechado de logística y organización que siempre pienso que tarde o temprano ha de tener un fin, sobre todo, cuando el montaje se mantiene en el tiempo y no es algo esporádico, no es una aventura. El llevar dos familias a la vez es algo al alcance de muy pocas personas y las dotes interpretativas de sus protagonistas deben rayar la perfección.

En fin, ha sido una ocasión para hacer un pequeño recordatorio de este programa mítico, del cual recuerdo más sus anécdotas que su propio contenido, porque me ha parecido más conveniente rememorarlo por sus obras. Programa que, por cierto, aunque yo no escucho desde hace varios años, sigue funcionando y la temática, por lo que veo en la web del programa, también sigue girando sobre historias rebuscadas y muy particulares.

Actualmente lo dirige Macarena Berlín, pero también lo presentaron otras periodistas de mucho prestigio en nuestro país, y siempre mujeres para no perder el espíritu, como Cristina Lasvignes, Mara Torres y Fina Rodríguez.

Buena radio, radio bien hecha, tal vez algo sensacionalista pero por el horario y la calidez de la radio no se puede comparar en ningún caso con esos espacios de telerrealidad que ensucian nuestra pequeña pantalla.

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