IDAS Y VENIDAS DEL SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL, REFLEXIONES DE UN PADRE ANÓNIMO

Normalmente suelo ser moderado en mis opiniones, trato de respetar al que opina en contra de mí porque no soy visceral, y me va bien. En el blog tengo la licencia de que yo soy el dueño de mi destino y me puedo explayar algo más, los comentarios que se suceden por parte de mis lectores suelen ser constructivos y si alguno se pasa de la raya pues lo borro y ya está (solo me ha pasado dos veces y porque un par de individuos utilizaron insultos y descalificaciones; hasta ahí podíamos llegar).

Esta vez no voy a ser políticamente correcto porque el asunto es de tal magnitud que es preceptivo mojarse, y es que voy a hablar de la educación en nuestro país y también del día a día, de la que recibe mi hijo en su cole.

Que la educación finlandesa es un mito inalcanzable para nuestro país lo sabe todo el mundo. Tenemos unos políticos que han sido capaces de llevarnos a unas segundas elecciones generales seguidas y continúan a la greña mirándose en su ombligo y no valorando las necesidades de los ciudadanos. Si no están para lo más tampoco estarán para lo menos, considerando que la educación pueda ser ahora mismo de menos calado que conseguir ponerse de acuerdo para gobernar este país.

El pacto por la educación es una entelequia porque en España, que somos un país mediocre, los más mediocres son los políticos, que están más preocupados de sus siglas, de sus sillones que del interés general, y algunos, los no pocos corruptos, de su patrimonio personal sostenido a base del esfuerzo del conjunto de la ciudadanía. Así que, no le demos más vueltas, el nuevo gobierno que se forme, tarde o temprano, cambiará la ley de educación sin consenso.

Es una realidad que la educación que los de mi generación recibimos en el colegio hace unos cuarenta años es de superior calidad a la actual; yo veo los libros de mi hijo que ha terminado 4º de primaria y me parecen muy pobres, con unos contenidos que a buen seguros que dominábamos antes en cursos más iniciales. Observo que esa pobreza se decanta por una deriva, que es una absoluta tontuna, como es la de aprender muchos contenidos relativos al entorno más cercano; de tal forma que en una reducción al absurdo, un alumno de 4º puede saber mucho de Andalucía y no tener ni idea de dónde está Francia en el mapa.

Pero no es solo eso, algo de lo que no tiene la culpa el profesorado, sino que muchos profesores se ocupan y se preocupan de completar esos contenidos tan cortos de miras y la asistencia de material complementario a nuestros hijos está a la orden del día. Material este que, por cierto, se debiera revisar un poco, porque lo que está fuera de los materiales publicados por editoriales de prestigio en España (SM, Santillana...), deja mucho que desear y descubro tantas faltas de ortografía y tantas erratas, que solo un par de ellas me parecerían fuera de recibo, pero con este plan el calificativo pasa a ser intolerable. Y es que en Internet hay mucho material, pero no todo de calidad y el profesorado debiera preocuparse de tamizarlo adecuadamente.

Tampoco tiene responsabilidad el profesorado acerca del horario, o al menos pienso que no. Yo soy sinceramente defensor de la jornada partida, no creo que la actual situación beneficie al alumno y sí al profesorado. En Cataluña con muchos más matrimonios que en Andalucía trabajando ambos, la jornada es partida, y aquí las razones para haber optado por este sistema son un tanto vanas. La jornada partida permitiría integrar las clases con las actividades extraescolares, porque al fin y al cabo muy pocos niños no utilizan las tardes para llevar a cabo dichas actividades.

Y dicho sea de paso, tampoco soy partidario de unas vacaciones tan largas, y aquí soy cañero, ni un verano tan largo, ni Navidad tan larga, ni Semana Santa y ni tan siquiera esa incomprensible «semana blanca» o esos días de libre configuración donde el profesorado se apunta unos apetitosos puentes, yo creo que todos los que hay en el calendario anual.

Tantas y tantas festividades casi no dejan margen a las tutorías, voy a mi pesar a tres anuales, una por trimestre, aunque me gustaría ir una vez al mes, pero me las veo y me las deseo para que me hagan un hueco en el exiguo calendario existente de tutorías, a un horario intempestivo (casi voy con la fruta en la boca) y siempre con el cronometro puesto para que no te pases del cuarto de hora de rigor.

Por otro lado, observo como últimamente se le da importancia en el colegio a determinados eventos que cuando yo era un niño no tenían prácticamente ninguna presencia. En el cole de mi hijo por lo menos ocurre así, hay un festival para Navidad, otro para fin de curso, un desfile de Carnaval, la celebración del día de Andalucía, y ello sin contar las varias salidas que se hacen para ver teatros o hacer viajes de un día.

No sé cómo decir esto sin molestar, sin manifestar que los colegios se enternecen con estas celebraciones. Entiendo que cada colegio pretende con los dos festivales anuales realizar una puesta de largo de cara a la sociedad, cuando no dejan de ser más que eventos de autocomplacencia, que se llenan porque van los padres y familiares, sin que haya mayor relevancia para el resto de la sociedad. El hecho de que critique estos eventos no es algo implícito a su realización, sino que no veo con buenos ojos que los ensayos se hagan en horario escolar, en el cole de mi hijo así ocurre. Muchos profesores y también buena parte de la sociedad hemos proclamado que todas las asignaturas deberían valer igual, que no exista el concepto de «marías», pero los ensayos pulsan en el perfil genético de esas minusvaloradas asignaturas; en música se entendería, pero es que también los ensayos operan en el horario de educación física.

¿Y estos festivales contribuyen al desarrollo físico e intelectivo del alumno? Bueno, yo no seré el que arroje la primera piedra, y entiendo que para algo sirven. Por ejemplo para la psicomotricidad, para la coordinación o para despertar las habilidades artísticas de los alumnos. Pues muy bien, pues sí, pero yo particularmente no percibo que mi hijo disfrute con estas representaciones. Lo hace obligado y con escasa alegría, de hecho, este año se reponía el festival en un acto abierto al conjunto del pueblo donde vivimos una semana después y se alegró un montón cuando supo que no iba a estar disponible esos días pues nos largábamos de vacaciones, con lo que se libraba de nuevos ensayos, de calor y de volver a hacer el ridículo, él se siente así yo lo sé.

No sé qué parte de culpa tiene el profesorado en estas cosas o cuál es la culpa o presión de los padres, porque la mayoría de los padres, fundamentalmente madres (esta es otra cosa que no entiendo, a las reuniones del colegio voy yo y soy el único o casi el único padre, como si la escuela fuera algo tan poco serio que con que uno de los progenitores esté atento ya es suficiente), están encantados con el evento y con todas las parafernalias festivaleras.

De hecho, tenemos un perfil de whatsapp en la clase de mi hijo que debiera servir para colaborar en la educación de nuestros hijos, facilitar materiales de clase, comentar o poner los deberes por si algún niño falta o los ha apuntado mal. No obstante, más del 99 % de los mensajes de 2016 han sido emocionadamente: 1. Para explicar el diseño del traje de fin de curso (de Aladdin), donde se han sucedido no menos de mil mensajes y doscientas fotos, muchas repetidas. 2. Para decidir el regalo de la señorita para fin de curso.

Esta última es buena, no soy nada partidario de estos presentes al profesorado para agradecerle algo que ya llevan implícito en su cargo y que se les premia pagándosele un sueldo público, es decir, remunerado por todos los ciudadanos. Amén de que es un aprieto para los profesores, que seguro que en muchos casos preferirían no recibir los regalos, no deja de ser un exceso por parte de los padres en una especie de diferida contraprestación del trabajo bien hecho. Yo como empleado público no me sentiría bien con esto y estas prácticas se debieran cortar de raíz. Pero, ¿quién las corta? Mi mujer y yo nunca nos hemos negado a poner dinero para esas prebendas, ya he dicho en más de una ocasión, para el que no me conozca, que mi hijo es adoptado y negro, va a ser diferente siempre, razón por la cual nosotros no intentamos sacar los pies del plato aun cuando no estemos de acuerdo con la mayor y nos plegamos a las decisiones de esas madres que tanto se ilusionan y viven con expectación durante meses la elección del regalo, la colecta del dinero, la compra del presente (me suelen parecer bobadas, aunque ciertamente yo soy muy malo para elegir regalos) y su entrega final.

Pues eso, muchas idas y venidas de un sistema educativo que es imperfecto y manifiestamente mejorable, pero para eso hace falta mucho consenso, mucha reunión y mucho más juicio y madurez por parte de los padres, requisitos esenciales que en la realidad no se dan conjuntamente, así que cada uno irá o a lo mínimo, que no garantiza una educación de excelencia aunque sí suficiente, o se preocupará de la proyección de su hijo, con recursos adicionales y no necesariamente económicos.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Llevas mucha razón, Pedro,la ley de 1970, fué un gran avance,no sólo por La obligatoriedad de la hasta los catorce años, sino por delimitar los tramos de acceso a la universidad y la puesta en valor de la FP1 y FP2, cosa que desde entonces se estacionó,como era una "ley franquista " había que modificarla, a partir de ahí, las siguientes, creo que seis, leyes son creadas por gobiernos de izquierdas, siempre criticadas, manipuladas y dando mas importancia al ámbito local y autonómico como sino existiera nada mas.
Mi hija mayor se incorporó al cole en Bailén en el tercer curso de primaria, el día de recogida de notas finales, me " sentí atacada " por el resto de las madres,cuando me preguntaban qué traía de regalo a la maestra, dije que nada, que cumplía con su obligación y por eso ya recibía un buén sueldo, durante los siguientes cursos, fuí la comidilla del resto de las madres.
¡Ah¡,odio todos los festivales infantiles,no me gusta preparar disfraces y menos participar en ellos, por suerte en el colegio de mis hijas no le daban la importancia y magnitud que dan en otros