LA NUEVA BENEFICENCIA DEL SIGLO XXI

El otro día en uno de los grupos de WhatsApp en los que estoy alguien puso un enlace a un vídeo, con el mensaje de que por cada visionado que se hiciera, un cantante famoso donaría no sé qué cantidad de dinero a un hospital de no sé dónde para que investigaran no sé qué enfermedad.

Ya sabemos todos en lo que se ha convertido el buen invento en sus inicios del WhatsApp, tiene cosas muy buenas, pero también los friquis han hecho de él su paraíso (si yo soy friqui, estos que te mandan una foto con una taza de café y te dan los buenos días, me ganan por goleada) que no son visibles en la sociedad y que para colmar su endeble ego saturan la memoria de tu móvil mandándote tontunas y gilipolleces varias. Bueno pues también sirve para esto, para dar publicidad a un sinfín de «iniciativas sociales».

Curiosamente para seguir el rollo de estas cadenas de favores modernas (ya han quedado en desuso esas cartas de antaño que te conminaban a mandar otras tantas, asegurándote todo tipo de éxitos, y con la amenaza de cien mil años de males a tu familia si rompías la cadena), dije que compartiría el susodicho vídeo para quedar bien, y luego no lo hice, ni seguía cadenas antiguas ni voy a seguir las actuales. Y, por supuesto, no dudo de la profundidad social de la iniciativa, pero ya es tanta avalancha de causas sociales que uno no sabe discernir, pero además es que no quiero discernir.

Lo cierto es que la nueva beneficencia del siglo XXI es esta, la de miles de iniciativas sociales que dividen esfuerzos incluso para, a veces, el mismo fin. Y ya no es tanto, el interés que esa iniciativa pueda tener, sino el famoso que la respalda, ya se sabe, si tienes un buen padrino… De hecho, el asunto de la niña Nadia formaba parte de esta atomización de las causas sociales; los padres llamaron a unas cuantas puertas, metieron la cabeza en algún programilla de televisión y convirtieron en una gallina de los huevos de oro a la enfermedad de la cría. Dicho sea de paso, los padres de esta niña son unos chorizos, unos chorizos y unos jetas, pero hasta ahí, porque como venganza, los medios de comunicación que los apoyaron han querido denostarlos sacando trapos sucios de todo tipo; encima estos caraduras no eran muy inteligentes y un poco salidos, pero hasta ahí, no creo que haya que ver mucho más allá de la estafa.

Esta y otras causas sociales mediáticas han puesto de relieve no solo que algo no funciona bien y que se hacen pocos filtros, sino que la tal atomización es pormenorizadísima y a la par inabarcable. Los actos benéficos se suceden en televisiones, radios, en las redes sociales, en foros nacionales, provinciales, locales y hasta barriales, para todo, para cualquier cosa, muy loable pero exasperante a la vez por su número. En mi pueblo de apenas 18.000 habitantes se suceden iniciativas no todos los fines de semana pero casi.

Yo entiendo que la crisis económica que a duras penas hemos superado, requería de resortes para minimizar sus efectos, pulsando la solidaridad entre los que podían desembolsar un poquito de lo que les podía sobrar, pero es que me da la impresión de que con tanta oferta benéfica, realmente no das tu dinero a la causa más importante y de más calado, sino a la que mejor publicidad tiene.

¿Es más importante la investigación del cáncer que las enfermedades raras o que conseguir una silla de ruedas para un niño que la necesita? ¿Es más importante dar dinero a Manos Unidas o Cáritas, a Médicos sin fronteras o a Ayuda en Acción? A los que estamos en esta tesitura, que somos todos los adultos que administramos un sueldo y una casa, nos movemos por sentimientos inmediatos y contribuimos por moda, porque se ha hecho siempre o porque se vende muy bien.

Sé que en este mundo globalizado y tal vez más democrático que nunca en cuanto a la expresión de las ideas, quizá sea realmente complicado lo que voy a señalar, pero a mí me gustaría que las causas pudieran estar centralizadas por grandes instituciones, cuánto más grandes y más holísticas mejor, las cuales se encargaran de distribuir el dinero que dona la gente de forma equitativa en función de las necesidades, y todo ello porque no sé si hay un exceso de donaciones en algunos casos (como en el caso de la niña Nadia que le dio a su familia para llevar una vida de lujo), gracias a una potente difusión que a veces devienen en estafas. En definitiva, que todo aquel que se considera solidario y que, más o menos, aporta a causas sociales no tenga que discernir cuál es la más importante.

A todo esto, tengo que manifestar que no soy limosnero, nunca me ha gustado dar dinero a gente que pide por la calle o a la salida de las iglesias. Sé que probablemente no esté haciendo bien, también es verdad que encuentras opiniones encontradas en la calle, yo soy de los que pienso que el sistema tiene recursos, que efectivamente los hay, para que ni nadie tenga que pedir para comer, ni tenga que dormir en la calle, y que con la limosna contribuimos a perpetuar estas situaciones, que aun en el siglo XXI siguen siendo demasiado vergonzosamente habituales, en especial en las grandes ciudades.

Posiblemente me conformo, quizá sea un poco egoísta por mi parte, con que la cruz que señalo en mi declaración del IRPF de cada año, no solo supone una aportación indirecta para esos que piden en la calle, sino también y esto nos debiera reconfortar a todos los contribuyentes, que de algún modo, la distribución de estas importantes sumas de dinero aportadas por todos resulta ser equitativa, o al menos más justa que las causas benéficas de las que yo me pueda hacer eco porque están mejor publicitadas en una red social como WhatsApp.

A propósito de esto, me he preocupado por conocer adónde va a parar este dinero, o la suma que todos los españoles juntamos cuando ponemos la correspondiente cruz en la dichosa Declaración de la Renta, bueno pues este enlace es sumamente significativo. Sorprende conocer que algunas organizaciones sin ánimo de lucro reciben auténticas millonadas y, no contentos con ello, te siguen pidiendo más en otros foros.

La segunda parte de la historia y, eso sería para nota o para tener un dolor de cabeza, consistiría en averiguar qué parte de esas cantidades que donamos en el IRPF, en actos benéficos, en las limosnas que damos en diferentes lugares van realmente al punto concreto donde se necesita el impacto de tu aportación, y cuánto «se pierde» para pagar las estructuras de las organizaciones, a veces especialmente burocratizadas, cuando no los grandes sueldos de algunos de sus directivos que en el enjambre que son sus organigramas, provocan su egoísmo y olvidan el sentido de sus cargos para beneficiarse ilícitamente.

Para ir terminando, tengo que decir que en España somos únicos; en este país tenemos organizaciones que luchan por lo mismo, y en vez de sumar se pisan, en un increíble gesto de insolidaridad. Voy a poner un ejemplo bastante sonrojante, cuando llegan determinadas épocas del año en las que renace la sensibilidad en la ciudadanía, como puede ser la cercanía de la Navidad, grupos de voluntarios se apostan a las salidas de los supermercados para pedirte determinados artículos de una lista que te facilitan. Ocurre que Banco de Alimentos y Cáritas, se hacen la puñeta mutuamente, en vez de sumar dividen, no lo hacen en el mismo fin de semana, sino que lo hacen en dos consecutivos, y me da igual quién sea el primero o quién sea más beligerante.

Lo cierto es que el objetivo que persiguen, como es el de ofrecer alimentos básicos a familias de recursos limitados, se prostituye, porque si no son capaces de ponerse de acuerdo para trabajar juntos más complicado es que se pongan de acuerdo en no repetir las familias a las que les ofrecen sus suministros. Conozco gente de mi trabajo, con sueldos suficientes para vivir sin problemas, que reciben de vecinos en paro y que están recibiendo estas ayudas, bolsas de macarrones o de arroz con el sello de «excedente de la Unión Europea», porque sus alacenas van a reventar, porque esto no está bien controlado.

Echo de menos en España que nos hayamos centrado en lo fácil en abastecer de alimentos o productos de limpieza, porque esto no cuesta tanto, más que en ayudar a familias desahuciadas. En este mediocre país, a una familia la echa un banco de su casa porque no puede pagar la hipoteca, al día siguiente otra familia (sí, esa que se pasea por el supermercado en pijama, bata y zapatillas de paño) le pega la patada se mete dentro y Cáritas, el Banco de Alimentos o el sursuncorda la premia llenándole la despensa.

Comentarios

N.M.B ha dicho que…
No estoy muy de acuerdo con alguna de las reflexiones, pero puedo entender a quien opina como tú.
Esta frase es impagable: "...y que para colmar su endeble ego saturan la memoria de tu móvil mandándote tontunas y gilipolleces varias".



Unknown ha dicho que…
Hoy no estoy de acuerdo contigo, ya te lo explicaré, te has quedado en lo superficial