EMERALD WEB, UNA RED DE BELLEZA ENTRE FLAUTAS

No sé en qué momento de mi vida me desconecté del Festival de Eurovisión, muchos años ha, y probablemente fue cuando se generó la simbiosis entre el cúmulo de canciones cantadas en inglés torpedeando la riqueza lingüística del Viejo Continente, el mamoneo de votos amigos (Grecia vota a Chipre y viceversa, Estonia a Letonia y Lituania y viceversa, las antiguas repúblicas soviéticas, la antigua Yugoslavia, ya saben...) y el manifiesto horterismo presente en todo el espectáculo.

Lo que seguro que subyace en mi desinterés es que con la misma lucidez que puedo recordar algunas de las canciones que ganaron el Festival en la década de los 70 y 80, tengo semejante viveza para olvidar o desconocer las de los últimos veinticinco años, que si alguna vez las he oído, algo dudoso en su mayoría, apenas me llegan al final del verano.

Por eso, a mí como a muchos amantes de la música, nos congratulamos con la victoria de Portugal, la propuesta de Salvador Sobral era, como él mismo expresó, una ruptura clara y directa con respecto a la música comercial, esa de «usar y tirar» que no deja poso ninguno, esa que es una especie de «rollo de una noche», donde la sensibilidad y el amor se pierden, como se pierden muchos de los objetivos para los que el ser humano inventó la música en sus ancestros.

Al fin y al cabo, y sin ánimo de ser presuntuoso, la etiqueta de esta bitácora dedicada a la música va de eso, no es música que se consume como un chicle, con sabor al principio, pero que después de un rato ya no sabe a nada y tienes que echar a la basura. Y es que la música, para que trascienda, ha de ser atemporal, ha de decir algo, de llamar al corazón, de inspirar y de conmovernos.

Así que hoy he decidido hablar de Emerald Web, no atiendo a ninguna razón especial, es más, creo que tengo tantos grupos y músicos en mi agenda mental que será imposible que este blog con vocación de eternidad, hasta que la muerte nos separe, pueda recoger ni tan siquiera en una mínima parte.

Es curioso que el nombre de «Web» que hoy tenemos todos en la boca y que usamos con asiduidad no tenía la dimensión actual cuando este grupo se formó allá por 1978, con lo que la traducción lógica sería «Red Esmeralda», nombre por cierto muy bonito y evocador; y yo creo que nacido con este título para construir precisamente eso, música bonita, música para deleitarte con su escucha, tranquila, pausada y relajante. Una música basada en una bella simplicidad, pero que curiosamente rezuma un seductor calor y elegancia a través de la tecnología. Esa música que podrás escuchar dentro de un siglo y nunca podrás decir que es antigua.

Se trata de un dúo compuesto por Bob Stohl y Kat Epple, este matrimonio estadounidense originario de Florida y primigeniamente flautistas ambos y, de hecho, la flauta mezclada con sintetizadores tiene una fuerte presencia en sus composiciones, fueron de los pioneros de la música New Age y electrónica en Estados Unidos cuando a principios de los 80 comenzaba a atisbarse la proyección de este nuevo género musical.

Conciertos, bandas sonoras para televisión, músicas de fondo para espectáculos en planetarios, aparte de una constante dinámica de darse a conocer con sus conciertos, les permitieron ser bastante populares. Con doce discos a sus espaldas, prácticamente uno por año, este proyecto musical quedó cercenado con la muerte accidental por ahogamiento de Stohl en 1990 cuando tenía 34 años, en la flor de la vida.

Kat Epple continuó y se le conocen en torno a treinta álbumes en solitario o compartidos, para televisión, películas, desfiles de moda, libros digitales... Y ha llevado su flauta y el espíritu de Emerald Web y de Bob Stohl por medio mundo, actuando en los museos más representativos de Estados Unidos, en las Naciones Unidas, así como en escenarios muy reconocidos de Italia, Gran Bretaña o Alemania. Hasta ocho emmys la contemplan por diferentes composiciones musicales para televisión.

Como ya he comentado el hilo conductor de Emerald Web y el legado que mantiene Kat, fue siempre la flauta, sus viajes por el mundo les permitieron coleccionar y recabar instrumentos de todos los confines, y por ello Emerald Web también tiene un idilio con la música étnica.

El lyricon
Por cierto que Bob Stohl fue un virtuoso del lyricon, una especie de flauta electrónica basada en un sintetizador, inventada por Bill Bernardi junto con un grupo de ingenieros a principios de la década de los 70, y que es considerado el primer sintetizador de la historia controlado por aire. Ese lyricon es toda una inspiración para los sentidos.

Para mí el disco «Nocturne» de 1983 es mi preferido, es una sucesión de melodías que te conectan con la naturaleza, con lo etéreo, con las almas puras que vagan por el ambiente. El disco «Traces of time» de 1986 es también toda una genialidad, y curiosamente Emerald Web se atreve en uno de sus temas a versionar el Canon de Pachelbel, donde hay belleza, un maquillaje con buen instrumental no puede generar más que belleza.

Aunque Emerald Web desapareció drásticamente en 1990, sus discos se han seguido vendiendo y Kat ha continuado tocando de ese archivo inmenso de más de una década de creativa y fértil producción, y después de trece años, en 2013, sacó un nuevo disco para Emerald Web llamado «Sanctus Spiritus» que contenía grabaciones inéditas de la colección privada del matrimonio, todo un tesoro para los oídos, y una manera de rendir tributo a Bob.

La idea de regenerar el espíritu de Emerald Web caló en Kat tras este primer disco tras la muerte de su marido y sacó tres álbumes más, por lo que podemos afirmar que este proyecto musical sigue muy vivo y que mientras Kat Epple siga teniendo fuerzas e inspiración va a seguir meciendo nuestros oídos con sus susurrantes melodías.

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