¿CAMBIO DE CICLO? LOS LOGROS RECIENTES DEL BALONCESTO ESPAÑOL

Puede que alguien que siga habitualmente este blog me califique de oportunista por esta entrada, porque suelo ser bastante atemporal, pero puedo jurar que tenía intención de haber hablado del baloncesto en general y del español en particular hace algunos años; ahora con el bronce en el último Eurobasket masculino me ha surgido la necesidad de restaurar aquel pensamiento aparcado y reverdecer los laureles del baloncesto español y, en particular, de aquella generación de oro que consiguió el Mundial Junior de 1999 en Lisboa y que fue el comienzo de una larga historia de éxitos posteriores. Y, sobre todo, porque me da mucha penita que Juan Carlos Navarro, todo un clásico, ya se haya retirado de la selección, algo que por la lógica de la edad tenía que llegar tarde o temprano.

Aunque en el blog he tratado puntualmente sobre baloncesto un par de veces, lo he hecho para referir algunas curiosidades, sin haber hablado propiamente de las características de este deporte en sí. Y tengo que señalar que aunque no haya sido el deporte que más he practicado en mi vida, de joven fue el fútbol, y ahora de maduro el atletismo y el ciclismo, casi puedo decir que con el baloncesto conseguí una destreza que nunca logré con el fútbol, donde era bastante patoso.

En mi juventud jugué mucho al baloncesto y los que lo practicábamos encontrábamos en él un aliciente distinto al fútbol. En el fútbol grande con veintidós personas en el terreno de juego, podías tirarte bastantes minutos de un partido sin rascar bola, algo que se atemperaba si jugabas al fútbol sala, pero aun así la satisfacción de anotar, de marcar, llegaba pocas veces o casi nunca, como era mi caso.

Tenía un amigo que recuerdo que decía que ver un partido de baloncesto era siempre entretenido, por la facilidad de la anotación, es un deporte en el que claramente los ataques se imponen a las defensas, por muy sólidas que estas sean; por otro lado, dispone de un versátil sistema de puntuación que permite alargar o acortar diferencias con cierta rapidez si se consigue una racha buena; y en definitiva, la clave estaba en que sin ser excesivamente bueno, yo o cualquiera, se podía anotar de vez en cuando e intervenir con cierta asiduidad dado que el juego se lo reparten diez personas.

Dicho esto, jamás olvidé las palabras de aquel amigo en cuanto a la referencia del entretenimiento y es cierto que objetivamente el baloncesto es mucho más entretenido que el fútbol, en el baloncesto siempre pasan cosas juegue quien juegue y sea del nivel que sea, siempre hay canastas, acciones de juego interesantes, lances espectaculares...; en comparación con el fútbol que puede llegar a ser aburrido aunque el partido lo estén disputando los mejores jugadores del mundo, muchos partidos terminan con empate a cero y estadísticamente el resultado más repetido de la historia es el uno a cero. Y esto tiene su razón, porque igual que el baloncesto es un deporte con marcado cariz ofensivo, el fútbol es ultradefensivo por definición y no es fácil meter goles; bueno y existe otra razón, llamémosla físico-anatómica, y es que la mano es infinitamente más hábil que el pie, y cabe aludir aquí a la expresión «tiene una mano en el pie», cuando el futbolista tiene tanta pericia que sus extremidades inferiores son casi una extensión de las superiores, algo que nadie consigue, salvo Messi.

El baloncesto es un deporte bastante artificial en su configuración, es uno de los grandes deportes modernos por antonomasia; correr, saltar, lanzar hacia una portería, nadar..., tienen su relativa lógica, pero lanzar un balón a un cesto suspendido en el aire es una idea que vista de forma aislada podría resultar un tanto forzada, una ocurrencia absurda, una ocurrencia sí, pero que ha supuesto que sea uno de los deportes más practicados del mundo. Podía haberse inventado cualquier otra cosa parecida, el quidditch por ejemplo, pero el baloncesto fue un juego que permitía hacer un ejercicio físico multidisciplinar, era muy participativo y que se podía desarrollar en espacios cerrados, preservado de las inclemencias meteorológicas, y caló.

En España el baloncesto se ha configurado como el segundo deporte en relevancia, bien es cierto que a mucha distancia del fútbol, porque el fútbol es abusivo en todo. Pero en el último cuarto de siglo hay que decir que las altas instancias de nuestro baloncesto se han manejado muy bien y se han sabido vender magníficamente, mejor por ejemplo que el balonmano, deporte con el que tengo la mayor de las afinidades desde hace varios años. También es cierto que la dimensión internacional del baloncesto no la tiene el balonmano, en este sentido, la NBA ejerce un papel estelar en cuanto a la difusión de este deporte.

Pues visto el entretenimiento del baloncesto y que me gusta mucho casi cualquier deporte en general, yo siempre, desde chiquitito, he seguido partidos de baloncesto de la selección española o del Real Madrid; con el Real Madrid de antaño, las dosis de orgullo estaban cubiertas, pero con la selección, los años 70 y 80 fueron una época complicada, ahí estaban soviéticos, yugoslavos o italianos que nos mojaban la oreja. Sufríamos mucho, llegar al final de un campeonato era casi una quimera, y a duras penas con jugadores del calibre de Epi, Fernando Martín, Brabender, Corbalán..., ni siquiera conseguíamos estar entre los mejores.

Este último Eurobasket de 2017 ha revelado un montón de estadísticas relativas a los logros recientes de la selección española masculina de baloncesto, el más relevante, que lleva diez campeonatos seguidos accediendo a semifinales, desde 1999, nueve sin bajarse del podio y de ellos tres oros, y entre medias, a nivel global, varias medallas olímpicas y el oro en el Mundobasket de 2006. Estos datos tienen aun más brillantez si consideramos que el nivel del baloncesto es mucho mayor que el de hace veinticinco años y que la competitividad ha crecido enormemente, la diferencia entre los de arriba y los de abajo se ha reducido.

En este tránsito se ha tomado como referencia el año en que nuestra joven España logró el Mundobasket junior de 1999 en Lisboa, también llamado Mundial sub-19. Curiosamente en aquel torneo y en aquella final, que vi en directo en la tele, Pau Gasol no era la estrella del equipo, era más bien un segundo espada.

La final se ganó a Estados Unidos, lo cual siempre da más caché al logro, aunque en honor a la verdad un equipo estadounidense con los mejores jugadores universitarios de su generación difícilmente sería batido por ninguna otra selección (el deporte universitario estadounidense está muy bien organizado y debería ser un modelo a seguir, en menor escala, en España y en otros países). La competición no fue inmaculada porque en la segunda fase se perdió contra Grecia, pero lo curioso es que, como he referido, Gasol no era la estrella, por estadísticas del torneo, casi se podría decir que era «el sexto hombre». En aquella selección el referente era Juan Carlos Navarro y luego estaban a cierta distancia otras sonoras figuras como Felipe Reyes, Raúl López, Germán Gabriel, Antonio Bueno o los andaluces Carlos Cabezas y Berni Rodríguez. También había otros jugadores que aspiraban a ser algo en el baloncesto y que en su ascenso a la categoría absoluta se quedaron en agua de borrajas por diferentes motivos Drame, Herráiz, Julio González y Francesc Cabeza. En la final que se venció por 94 a 87, Gasol solo hizo tres puntos y Navarro veinticinco.

La explosión de Pau Gasol fue casi inmediata, en la temporada siguiente ya comenzó a ser dominante en el FC Barcelona y en su primera campaña en la NBA con los Memphis Grizzlies, 2001/02, sería nombrado rookie del año. Desde entonces se ha ganado a pulso la denominación (tácita) de Mejor jugador FIBA de la historia, al menos así lo refieren muchos periodistas españoles. Tratándose de un honor que realmente no existe sí que es cierto que es y ha sido un jugador determinante y uno de los mejores jugadores blancos de la historia.

Con Gasol, aunque probablemente el cambio de ciclo lo inició Toni Kukoc, se palpó un cambio en las estructuras del juego: jugadores de más de 2,10 que podían ejercitarse bien como aleros. El siglo XX nos dejó la imagen de pívots de esa estatura o incluso menos muy tochos y poco móviles, ahí tenemos el ejemplo de Fernando Romay, que no es más alto de Gasol.

Con Pau Gasol e integrantes de aquella generación se ha ido gestando estas casi dos décadas de éxitos, no solo ha estado Navarro, sino que afortunadamente el baloncesto patrio ha ido viendo nacer muchas figuras de diferentes que se han ido incorporando al proyecto y que muchas han recalado en la NBA, Marc Gasol, Ricky Rubio, Mirotic, Llull, Chacho Rodríguez...

A Pau Gasol, por edad, aunque está jugando a gran nivel pese a los años que tiene, también le llegará tarde o temprano el momento de que deje la selección, y es probable que se resienta algo la plantilla, pero los mimbres se han seguido trabajando muy bien en la base. Cada año en Europa se celebran Eurobasket en categorías sub-16, sub-18 y sub-20, tanto masculino como femenino, y los resultados prevén el mantenimiento futuro del nivel, o sea, un relevo generacional.

Pues eso, que me ha dado mucha pena que Navarro se vaya, que no lo volvamos a ver con la elástica de la selección española. Con Juan Carlos Navarro, la Bomba, me pasa y nos pasa como con mucha gente famosa, que lo hemos visto tanto que parece como si fuera tu amigo, un tipo que te cae muy bien, y es evidente que esta relación no es bidireccional.

Desde luego, también ha influido mucho en el mantenimiento de resultados de la selección absoluta el disponer del carisma de un buen seleccionador, ha habido ocho en estas casi dos décadas, aunque yo creo que con el que más se ha acertado es con Sergio Scariolo, un tipo con personalidad y presencia, capaz de convencer a los jugadores de la NBA a que se animen en su proyecto FIBA; un tipo que sabe de baloncesto, pero sabe más de relaciones sociales, lo cual es casi más importante para un seleccionador; un italiano con alma de español, o sea, un argentino, un cóctel necesario.

Dicho esto, Pau Gasol es un señor, no se puede negar que es todo un señor, absolutamente implicado con la selección española y con España. Un catalán que no ha cometido el error de meterse en aguas turbulentas independentistas, sabedor de que su figura es universal y que su fama y su buen nombre se acrecientan cuanto más moderado es en sus declaraciones. Tanto él como Rafa Nadal han sido y son estandarte del deporte de nuestro país y jamás han sacado los pies del plato.

Debo terminar señalando que aunque no es deliberado, el blog siempre tiene una deriva hacia el deporte masculino, puede que sea un poco injusto; lo cierto es que si las noticias en el baloncesto masculino español son buenas, lo son mejores si cabe en el femenino, porque tras la retirada de otro emblema como era Amaya Valdemoro, ahora es cuando estamos en la cresta de la ola, con el punto de inflexión en la plata olímpica en Río y creo aventurar que lo mejor está por llegar. Ahora es cuando tenemos una generación de chicas muy buenas: Sancho Lyttle, Xargay, Nichols, Anna Cruz, Torrens..., pero hay toda una pléyade que va a llegar, y es que los logros por abajo son más brillantes que en hombres, por poner un ejemplo, en los últimos nueve años en el Eurobasket sub-20, siete oros y dos platas, es decir, un dominio casi inapelable.

Seguiré y seguiremos deleitándonos con el baloncesto, porque a falta de mayor espectáculo con otros deportes, este siempre cumple.

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