SOBRE EL AMARILLISMO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN EL CASO DIANA QUER

En la madrugada del 21 al 22 de agosto de 2016 se producía la muerte de Diana Quer a manos de un despojo con forma humana, cuando nosotros nos despertamos esa mañana, o tal vez unos días después nos enteramos de que esa muchacha había desaparecido, su nombre y apellidos comenzaban a sernos familiares; y la realidad es que antes de que la opinión pública, toda España, tuviera conciencia de lo que había sucedido, esta joven yacía ya, muerta, en un pozo de una nave industrial cercana a la localidad coruñesa de Boiro.

Un montón de días transcurrieron hasta que la Guardia Civil cerró el caso, deteniendo a este excremento y logrando que «cantara» adónde tenía a la chica, tristemente muerta, y tristemente muerta desde el minuto cero.

Ese montón de días que transcurrieron, fueron, con absoluto convencimiento, un tormento para la familia directa de Diana, fundamentalmente sus padres y su hermana; porque si la muerte es dura, probablemente más duro sea que no sepas si tu hijo está vivo o muerto, y si está muerto que no puedas darle una digna sepultura, y tener en el futuro un lugar para llevar unas flores, reflexionar o rezar, según las ideas religiosas de cada uno.

En el transcurso de estos largos meses para la familia, había dos investigaciones, la profesional que llevaba a cabo la Guardia Civil, y la profana que ejecutaban determinados medios de comunicación, empeñados estos en cubrir sus espacios, cada vez más sensacionalistas, con caóticos análisis sobre el caso en cuestión.

La Guardia Civil no dejaba cabo sin atar, ya conocimos los entresijos de la investigación en la rueda de prensa que dieron días después de la resolución del caso, llamémosle asesinato aunque el juicio todavía no se haya celebrado. La actuación desarrollada fue impecable, tanto que dejaría en mantillas a cualquier película del género policíaco por muy osada que sea esta. Entre otros relevantes aspectos, nada menos que dos millones de datos telefónicos tuvieron que analizar para verificar que el teléfono de Diana Quer y el del ser indigno de la especie humana estaban en el mismo sitio y a la misma hora. Incluso tuvieron que hacer tratamientos de imágenes sofisticadísimos y laboriosísimos para constatar que una «bola de luz» podría corresponder con el coche de semejante inmundicia.

Mientras tanto la investigación paralela cursaba su particular y sucia ejecutoria, cabe recordar que Diana Quer yacía muerta por entonces en un pozo; y los medios de comunicación, radio, prensa, pero sobre todo televisión, llenaban páginas y horas de programación para su lucro propio.

Me centro especialmente en la televisión porque, de algún modo, es de la que he podido percatarme de sus tejemanejes. En el sitio donde desayuno los días laborables, a media mañana, la tele estaba puesta, y durante meses era el monotema, y recuerdo que con mis compañeras comentábamos la ruindad de las televisiones, todas las conjeturas y trapos sucios que estaban trasladándonos, cuando a lo mejor ya estaba muerta la pobre muchacha, como así fue.

La lista de perlas que dejaron algunas cadenas televisivas fue tan extensa como asquerosa, que si un estudio grafológico para afirmar que Diana estaba deprimida, que si videntes eran capaces de saber dónde estaba (esto jamás funciona pero aun así se sigue acudiendo a estos estafadores profesionales), que si una red de trata de blancas la tenía en Europa del este, que si los feriantes la retenían, que si se fue por su propia voluntad, y lo que es más vergonzante, toda una panoplia de sandeces y de mentiras que trataban de hacernos llegar que el entorno de Diana Quer era bastante oscuro...; y a todo esto la joven antes de que todos conociéramos que existía, ni tan siquiera su nombre o su rostro, ya estaba muerta, tirada como un animal en un pozo, dejada de la mano de Dios.

No me quiero imaginar el sufrimiento añadido y de todo punto gratuito de la familia de Diana Quer, que como es lógico a la condición humana, se querría aferrar a un clavo ardiendo; y sospecho que por mucho que intentaran abstraerse y fueran convencidos por la Guardia Civil de que todo seguía su curso, y que las investigaciones de este carácter no son precisamente rápidas ni inmediatas, por todos los datos, que como vimos, se manejaban; es indudable que si no toda, parte de esa basura llegaría a sus oídos. Cabe recordar que Diana Quer ya estaba muerta, asesinada.

Esos medios de comunicación, convertidos desde hace tiempo en medios sensacionalistas, no benefician a nadie, solo a sí mismos, ocupan horas de espacios con conjeturas vacías, y eso no es lo que quiere la opinión pública, que lo que quiere son verdades; para sensacionalismo estaba el Interviú, que va a desaparecer de las mesas de las barberías para los restos, pero incluso ellos contaban con equipos de investigación bastante profesionalizados y sensatos.

Que la letra de Diana Quer desprendía tristeza alentaba el estudio grafológico, y no se les cae la cara de vergüenza, esto salió en «Espejo público» de Antena 3. Pero cuánta indignidad y cuánto periodismo rastrero, y lo peor es que no son capaces de pedir perdón, al público en general y a la familia muy en particular.

Así que Diana Quer estaba triste. Pues Diana Quer era una muchacha normal y corriente que no cometió ningún pecado, ni su familia tampoco, que simplemente salió de fiesta y cuando terminó se volvió caminando a su casa, algo que hemos hecho todos los que hemos sido jóvenes, y que se seguirá haciendo por los siglos de los siglos en cualquier lugar del mundo a cada instante, ¡menudo pecado! La joven tuvo la mala suerte de que un ser infecto se cruzara en su camino, un detrito que decidió que aquella noche fuera la última de la vida de esta chica.

La propia Guardia Civil ya criticó en su rueda de prensa el tratamiento que se había estado haciendo por los medios de comunicación de este caso, dijo el coronel de la UCO Sánchez Corbí: «Yo pondría encima de la mesa un debate del que hasta se podría escribir una tesis doctoral para el periodista que quiera doctorarse: el tratamiento mediático del caso Diana”, a la par que reconocía que aunque las investigaciones oficiales son impermeables a las barbaridades que se comentan por ahí, los intervinientes en estas operaciones complejas tienen su corazón y su sensibilidad y saben que todo eso le está afectando a la familia.

Yo que siempre me he considerado un periodista frustrado y probablemente este blog sea mi válvula de escape para esa vocación perdida, desde luego nunca me posicionaría en un periodismo chusquero, falto de rigor y amarillista. Los medios de comunicación deberían mirarse un poquito su ombligo de vez en cuando y refundar sus principios éticos para no caer en ofrecer un espectáculo sensacionalista y lesivo para las personas que sufren, que están en el ojo del huracán, y a las que proporcionan un dolor suplementario. Lamentablemente lo ideal es que pidieran perdón, pero no lo van a hacer, esto es lo peor, que mucho periodismo de este país ha perdido sus principios y ni sabe ni quiere encontrarlos. Pero es que como leí hace no mucho de un autor que no recuerdo, la verdad está en decadencia porque no es perfecta, no cuadra nuestras expectativas, plantea dudas y preguntas; sin embargo, la mentira es creíble al cien por cien, porque no tiene que justificar la realidad sino decirnos sencillamente lo que queremos oír.

Y a este respecto comparto el dolor con la familia de Diana Quer, y manifiesto mi admiración por ella, por cómo ha reaccionado ante todo lo sucedido. Juan Carlos Quer, el padre de Diana, ha sido todo un señor al haber llamado personalmente a la madre de «El Chicle» para decirle que ella no tenía la culpa y que tenía su perdón.

Aunque dramáticamente esta historia ha tenido un final, que en cierta forma reconforta a la familia y a la sociedad, Diana Quer descansa en paz y sus padres, su hermana, sus familiares y amigos, podrán acudir al cementerio cuantas veces quieran para llorar o meditar un rato; otros no pueden, la familia de Marta del Castillo lucha para que los asesinos de su hija canten de una vez dónde están sus restos.

Y sí, si a «El Chicle» le apretaron las tuercas hasta el límite para que cantara, bien hecho está, y abogo porque eso se haga con cualquiera en esas circunstancias, y con los asesinos de Marta del Castillo, no solo hasta el límite sino por encima de ese límite. Sí, ya sé que por mi formación académica no debería afirmar esto, pero me siento alguien más del pueblo, y la prisión permanente también, para toda la vida. Estoy con el sentir de la calle que seguro que es vehemente e incontrolado, pero para eso están nuestros legisladores, para darle el punto de cordura al sentir de la calle, pero lo digo como lo siento.

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