"MI DIETA COJEA", DE AITOR SÁNCHEZ

Sorprende que en esta sociedad en la que vivimos, el mundo de los alimentos gire mayoritariamente en torno a la gastronomía y muy poco alrededor de la nutrición. El desconocimiento de un ciudadano medio acerca de conceptos básicos de nutrición es inversamente proporcional a la pasión con la que se asume la gastronomía como un valor cultural, con independencia de la consideración de si lo bueno o malo que estamos comiendo está afectando a nuestro cuerpo.

Y es que uno ya está en una edad donde debe mirar un poquito lo que come, partiendo de nuestra finita existencia, no está mal de vez en cuando «pegarse un homenaje», pero a medida que pasan los años hay que reflexionar sobre lo que comemos cada día y el impacto que a medio y largo plazo producen determinados hábitos alimenticios en nuestro organismo. Sabemos cuál es nuestro destino, pero es muy cierto que a través de la comida podemos viajar por lo que nos resta de la vida con cierto bienestar. O sea, que toca cuidarse un poquito y la comida, siendo esencia de nuestro propio ser, tiene que ser una parcela que no se puede dejar llevar por una sociedad que se pliega más a lo popular, a lo cultural, que a lo sano o lo más nutritivo.

Partiendo de esta reflexión, sin ser hasta hora un obseso de la nutrición, llevo desde hace varios años pensando en experimentar durante una parte de mi vida cómo se lleva lo de ser vegetariano o vegano (incluso flexitariano, es decir, seguir una dieta vegetal con algunas incorporaciones puntuales de carne y pescado), más que nada porque me abruma mucho el mal que se infringe a los animales que son explotados y maltratados, no digo todos, en explotaciones intensivas; y cada día estoy más cerca de cumplir ese objetivo.

Y también es verdad que sin comerlo ni beberlo, estoy cada vez más atento a programas de radio y televisión en los que se habla de la nutrición. Particularmente interesante se revela la colaboración que hace una vez a la semana el nutricionista Aitor Sánchez en el programa radiofónico de las tardes en Radio Nacional de España «Esto me suena», que comanda el periodista Ciudadano García. Aitor me pareció casi desde el primer día que lo escuché un extraordinario divulgador, dice las cosas claras, precisas y para que todo el mundo lo entienda.

Pese a su juventud, apenas tiene 30 años, Aitor se ha hecho con un nombre y casi una estela de pensamiento en el mundo de la nutrición en nuestro país, colaborando también en medios escritos y habiendo participado en algunos espacios televisivos. No sé si le corresponde el honor a él, pero esa especie de nuevo mantra de la nutrición equilibrada que dice «Más mercado y menos supermercado», lo tiene a él como uno de sus grandes impulsores.

En sus intervenciones radiofónicas ofrece unos conceptos de nutrición que además repite casi siempre y que marca lo que tiene que ser una alimentación equilibrada y nutritiva, a la par que pone el dedo en la llaga en relación con modelos divulgados que son claramente malsanos; en este sentido, dentro de su colaboración en RNE tiene un microespacio denominado «Nutrichorradas», en el que desmonta toda una serie de dietas ridículas y salvajes que tratan de convencer a gente desesperada en este siempre complicado mundo del sobrepeso y el adelgazamiento exprés.

Pues bien, desde que lo vengo escuchando se había referido a este libro escrito por él, «Mi dieta cojea», que venía a poner en tela de juicio toda una serie de mitos que circulan por la calle y que están en nuestro subconsciente, en nuestro acerbo cultural, casi desde que tenemos uso de razón. Que la carne provoca cáncer, que hay que comer cinco veces al día, que los vegetarianos sufren anemia, que el desayuno es la principal comida del día…, con una exquisita y quirúrgica explicación, Aitor Sánchez pormenoriza qué de cierto hay en todo lo que se dice.

No lleva a cabo sus minuciosos pero no extensos análisis con meras opiniones personales, sino que todo lo basa en los estudios que se han llevado a cabo hasta ahora y nos ilustra sobre la realidad de lo que se comenta en la calle; y es que a todas luces, todos esos mitos no dejan de ser eso, mitos.

Es especialmente crítico con la industria alimentaria, todo un lobby que por clarísimos intereses económicos es capaz de influir sobre autoridades y gobiernos para proteger su opíparo negocio. Un negocio, el de la comida procesada y ultraprocesada, en el que se produce con poca calidad nutricional y con un gran margen de beneficio; y que presiona para que las normativas sean muy laxas: etiquetados que no informan, campañas de publicidad engañosas, patrocinio de eventos deportivos…, toda una serie de jugadas que pretenden hacerse con un buen nombre y que sus alimentos sigan consumiéndose eternamente, por encima de cualquier ética o de la propia salud de sus consumidores.

Una industria alimentaria que produce a precios bajos con materia prima muy barata y que provoca en muchos sectores de población una creciente obesidad. Se razona en el libro con sesudo análisis el porqué vemos cada vez más gente de clases bajas y medias bajas con notable obesidad. Y es que es gratificante y más cómodo comerse muchos dulces con poco dinero, porque obtienes una recompensa inmediata con el sabor, que acudir a productos naturales o no procesados.

Este nutricionista reconoce que vivimos en una sociedad obesogénica, donde es difícil no solo no caer en tentaciones, sino que directamente tienes que entrar por el aro, porque no hay otra cosa. En este sentido, podrás ir a un restaurante de postín y es muy probable que no te encuentres ni una sola opción de comida equilibrada.

Una de las razones por las que adquirí este libro fue para confirmar lo que Aitor pregonaba en su espacio radiofónico, y sin que ofrezca una programación de comidas tal cual, que no dieta, a través de sus páginas se infiere qué debemos comer para mantener una dieta equilibrada y para que los excesos o la mala alimentación no nos jueguen una mala pasada. Alimentos naturales (de mercado), frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, frutos secos, algo de carne (mejor blanca), pescado azul…, con solo eso ya obtenemos un abanico casi infinito de menús tanto para niños como para mayores.

Como digo, es tremendamente pedagógico, y en varios capítulos hace mención al concepto de calorías, puesto que nos deja claro que no es relevante saber qué número de calorías consumimos diariamente, sino de dónde las obtenemos, lo cual es muchísimo más importante, por no decir crucial para mantenernos sanos. Siempre será más sano obtener calorías y azúcares de una pieza de fruta que comiéndose dos pastelitos, aunque el balance de calorías sea exactamente el mismo.

Y, por cierto, aunque de vez en cuando nos guste compartir una conversación y echar unas cañas, deja claro, y eso lo sabemos todos, que el alcohol incluso tomado con moderación es perjudicial para nuestra salud.

El libro no tiene ningún desperdicio, con un lenguaje muy accesible, toda una biblia de la nutrición moderna, sin dejarse llevar por corrientes de opinión, sino por datos objetivos. Y que, además, ya tiene una secuela que es «Mi dieta ya no cojea», en el que imagino que irá más directo a la diana, señalando planificaciones alimenticias para llevar en condiciones un apartado tan importante en nuestra vida como es la alimentación y en el que, por supuesto, pretendo seguir indagando.

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