"FARIÑA", DE NACHO CARRETERO

Con este libro de Nacho Carretero he hecho un camino extraño hacia su lectura. No obstante, hay que empezar señalando algunos datos sobre lo que yo sabía de este fenómeno apenas hace unos meses, y es que fue anunciarse la emisión de la serie televisiva Fariña y se conoció el «secuestro» (que suena feo que en el siglo XXI todavía exista esta figura en España para prohibir y limitar la divulgación de una publicación) de la edición del libro de este periodista por un juez madrileño a instancias del exalcalde de O Grove, para que hubiera una reacción social y el libro y la serie alcanzaran una inopinada popularidad.

El libro se vendía en plataformas online y en las redes sociales se difundía dónde adquirirlo o descargarlo; el primer capítulo de la serie de televisión tenía todos los mimbres para ser un pelotazo de audiencia, como así fue. Por supuesto, y como no puede ser de otro modo, el secuestro precipitó el efecto contrario y si el exalcalde de O Grove podía haber sido un personaje más o menos anónimo, ahora ya todo el mundo sabe que se pringó las manos con el narcotráfico. Mi extraño recorrido viene porque comencé a ver la serie y no la pude terminar de ver por circunstancias que no vienen al caso, serie excelente por otro lado, pero sí que me sirvieron esas primeras entregas para desear disponer de ese libro en que se había inspirado la serie.

Siendo esta una entradilla relativa al libro y no a la serie, he de señalar que el libro no es más que una espoleta para haber fabricado una serie sobre un inmenso material documental y testimonial que aporta Carretero, esto es, el libro no es ni mucho menos un guion de nada, pero ofrece tanta riqueza de historias que se ha podido construir un argumento trepidante que no es otro que el de la historia del narcotráfico en Galicia desde sus orígenes hasta hoy día, porque el narcotráfico sigue existiendo en Galicia, solo que ahora es más discreto, menos mediático.

Nacho Carretero no escribe una novela, en realidad es una especie de ensayo periodístico que más podría haber inspirado un documental televisivo de investigación, pero la solución ideada ha sido brillante y efectista. En su libro Nacho hace una radiografía del narcotráfico, su historia, sus personajes, sus estructuras, sus fundamentos, las historias más relevantes y su futuro, existente e inquietantemente vivo.

Sin ser una novela con una trama concreta, cada capítulo es una carrera extenuante y sumamente entretenida, porque Carretero realiza un relato ameno basado en historias, anécdotas y todos los tejemanejes del narcotráfico. No hay lugar para la divagación, todo es una sucesión de testimonios, entrevistas y datos pormenorizados que ofrecen, en mi opinión, el mayor y mejor ensayo escrito que se haya llevado a cabo en nuestro país sobre este asunto.

Ciertamente que el libro tiene un cierto desorden discursivo, sus capítulos son independientes y hay saltos temporales y de temática, pero esa pequeña tacha para mí ha resultado una virtud a la hora de leerlo, puesto que me planteaba mi dieta de lectura diaria por capítulos completos y no hacía falta recordar exactamente lo que habías leído hasta ese momento.

El narcotráfico se imbrica en la particular idiosincrasia gallega, su clima, su orografía, la estructura de su economía, el espíritu de sus gentes y su origen está en el estraperlo y en el tráfico de muy diversos abastos en la frontera entre Portugal y Galicia. Esa experiencia acumulada de muchos años unida a la que también se unió la pericia de sus gentes de mar propiciaría que Galicia fuera un foco ideal para el tabaco de contrabando, todo un sistema de vida para un montón de familias, un régimen socialmente aceptado e incluso no mal visto por las autoridades.

Con el tráfico de tabaco de contrabando se generaron toda una serie de clanes que se hicieron de oro; antes de que la opinión pública española supiera nada de este fenómeno ilegal, los Terito, Oubiña, Charlín o Miñanco ya campaban a sus anchas. No obstante, hubo un punto de inflexión en esta historia, y fue aquel en la que los cárteles sudamericanos de la droga pusieron su foco en esos clanes gallegos, con sus estructuras sólidas a todos los niveles, logístico, humano, económico, legal, incluso social. Fue el momento en que se pasó de traficar con tabaco, lo que les dejaba unos inmensos beneficios, a vender droga (fariña, harina en gallego, esto es, cocaína) lo que les generaba unos ingresos estratosféricos.

Pero claro una cosa era introducir tabaco, llamémosle droga legal, a llenar de droga España y el resto de Europa. Y ya sabemos lo que trae consigo la droga: delincuencia, desarraigo, una dependencia de la que es difícil salir y, sobre todo y finalmente, muertes.

Cuando todos esos elementos y muchos más comenzaron a asentarse en la opinión pública, fundamentalmente la gallega; cuando los políticos se dieron cuenta de que estaban ante un problema de proporciones desmedidas, y los cuerpos y fuerzas de seguridad de Estado advirtieron que sus medios eran insuficientes y que estaban a años luz de los traficantes; fue el momento en que se comenzó a reaccionar, muy poco a poco ciertamente, pero años de lucha procuraron estrechar el cerco de los traficantes gallegos más importantes.

No fue una lucha fácil, al principio fue bastante desigual, porque los narcotraficantes tenían un entramado muy bien diseñado, aun cuando no pecaran de discretos, lo cierto es que controlaban no solamente los alijos, sino que basándose en la máxima de que el dinero lo puede todo y a sabiendas de que todo el mundo tiene un precio, sus tentáculos llegaban a partidos políticos, abogados, guardias civiles, personas anónimas (a los que por ejemplo les construían un chalé a cambio de que custodiaran unos «paquetitos»); en definitiva, el dinero del contrabando hacía tanto bien en una comarca deprimida que no se veía bien ir en contra de esos grandes señores de la droga. Hasta la Iglesia católica recibía suculentos donativos, cómo no iban a cambiar el día de celebración de una procesión para favorecer a los que los subvencionaban. Para un joven en la década de los 80 era fácil encontrar trabajo en este fenómeno, consiguiendo mucho dinero por realizar labores puntuales.

Pero surgieron grupos de presión en la sociedad gallega, determinados jueces se empeñaron en comenzar a meter mano al narcotráfico a todos los niveles, los políticos locales ya no fueron tan de la mano de los narcotraficantes, el poder legislativo facilitó la modificación de leyes que hasta ese momento permitían que estos delincuentes dispusieran de todo tipo de triquiñuelas legales para eludir la justicia, y finalmente, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado se especializaron y ganaran en discreción, en mayores herramientas y en personal para realizar grandes operaciones que fueron achicando al narcotráfico.

Y siguió sin ser fácil aun cuando los narcotraficantes más famosos dieron con sus huesos en las cárceles españolas, porque desde ahí seguían moviendo sus hilos, y continuaban organizando sus tropas vía telefónica, seguían ganando dinero aun estando entre rejas. El Estado trabajaba pero ellos continuaron trabajando para especializarse más aun en todos los niveles de sus estructuras. Resulta curioso que con el dinero de la droga, los narcotraficantes no solo adquirieran lo obvio, coches, casas (algunos pazos o palacios significativos) o fincas, sino que crearon un sinfín de empresas pantalla, legales en su concepto, y todos sus capitales separados a una distancia considerable de sus propias identidades, lo que viene siendo una labor de ingeniería financiera sumamente concienzuda.

No llegaron a ser mafiosos pero casi, aunque los ajustes de cuentas no eran como en Italia, pero las luchas de clanes también dejaban muertes en el camino, por errores, deudas, traiciones, etc.

Y lo que Nacho nos presenta acerca del narcotráfico hoy es que sigue vivo, pero con mucha más discreción, en cuanto el Estado baja la guardia ellos saben como aprovechar ese agujero. Tal vez mientras el foco de atención está ahora en la provincia de Cádiz, otros nombres menos conocidos, otros clanes que han trabajado toda la vida desde la más absoluta discreción, siguen amasando fortunas e introduciendo en España y Europa toneladas de droga que seguirán alimentando un infinito enjambre de organizaciones delictivas.

Comentarios

rodrigo ha dicho que…
muy entretenido, lo recomiendo