"SHOAH", DE CLAUDE LANZMANN

Shoah, desconocía el significado de esa palabra y probablemente en la película que hoy traigo a colación jamás se escuche ese término. Pero precisamente por eludirse su nombre no deja de estar presente de manera constante y permanente en su metraje. Shoah, pronunciado shoá, es una palabra hebrea que se traduce literalmente como catástrofe, pero es el término que utiliza el pueblo judío para referirse al holocausto, especialmente el sufrido en la 2ª Guerra Mundial.

Cuando conocí la existencia de esta película, probablemente hace ya no menos de un lustro, me dispuse a buscarla en Internet. La película estaba fuera de todo circuito comercial y encontrarla no fue una tarea fácil, porque además en este mercado de las descargas internéticas, cuando el metraje es extensísimo, como ocurre con esta producción de casi seiscientos minutos de duración, no se encuentra un único archivo en la nube, sino dividido en partes, en este caso, nada menos que en ocho partes.

Como también los caminos de Internet y de las páginas de descargas son en este ámbito especialmente inescrutables, uno lanza la petición de descarga y puede que haya rarezas que las descargas en dos minutos y otras más o menos conocidas como este filme, que podría decir que he tardado varios años en descargar hasta la última de sus partes.

No tengo problema al respecto ni ansiedad y suelo dejar que macere, que se cocine a fuego lento esa descarga para un buen día aprestarme a ver la película con la ilusión reforzada de tener una joya entre las manos, por aquello de que ha sido laboriosa su recopilación.

El director francés de ascendencia judía Claude Lanzmann quiso llevar a cabo un trabajo definitivo, una especie de punto de inflexión sobre la noción del holocausto judío en todo el mundo. Y además lo hace de una manera muy particular, necesita testimonios de personas, prácticamente solo eso, las imágenes apoyan, pero ante todo tenía intención de dejar para la posteridad lo que tantas y tantas personas vivieron y que no debe olvidarse.

A lo largo de este gran metraje realiza entrevistas a no menos de treinta personas, que narran su experiencia personal que se entrelaza con los hechos más críticos del exterminio sistemático que llevaron a cabo los nazis sobre el pueblo judío.

Lógicamente tenemos el testimonio de los supervivientes que asistieron en primera persona su confinamiento en algún campo de concentración, también hay declaraciones de testigos de aquella época y de historiadores actuales, de los años de la grabación. Generalmente todo gira en torno a los más sonados campos de concentración que se ubicaron en Centroeuropa, pero también hay testimonios de cómo eran considerados los judíos en Polonia, por ejemplo, antes de que surgiera el conflicto bélico. Del mismo modo que se trata el asunto de la vida en el gueto de Varsovia.

Sin tener una secuenciación cronológica da la impresión de que hay cierto orden en las entrevistas, aunque las veamos un tanto deshiladas. Lo que sí es cierto es que Lanzmann no quería dejar ni un solo cabo suelto y contar con los mejores testimonios posibles estuvieran donde estuvieran y le costara el tiempo que le costara. En este sentido, hay entrevistas realizadas en todo el mundo, en Polonia, Alemania, Suiza, Israel, Estados Unidos…, y aunque la película es de 1985 el director las llevó a cabo incluso varios años antes.

Hay una particularidad en los testimonios y es que Lanzmann consiguió hablar no solo con las víctimas, sino también con sus verdugos. Que yo recuerde lo hace con tres o cuatro exnazis, uno a cara descubierta era un adjunto de un jefe en el gueto de Varsovia, un viejito entrañable que parece ser sincero en que él apenas era un mandado. Otros dos testimonios los consigue este director con cámara oculta y con el compromiso, obviamente no cumplido, de mantener el anonimato. Dos de ellos, Suchomel y Schaliing, sí que tuviera mayor relevancia y, de hecho, estuvieron en los Juicios de Nuremberg estando muy pocos años en la cárcel; al momento de la grabación eran distinguidos abueletes que, como no podía ser de otro modo, eluden su responsabilidad culpabilizando a otros de más rango acerca de lo que sucedió.

Aunque como he señalado más arriba, en la película las imágenes de exteriores apoyan mínimamente los testimonios, estas son un porcentaje muy inferior a la grabación en primera persona del entrevistado. Esto es lo que termina siendo un tanto sobrecogedor, las entrevistas con la cámara muy cerca, con acercamientos que reflejan el rostro de las personas, su sufrimiento acumulado, sus ojos derramando lágrimas, y esos momentos en los que terminan derrumbándose.

Y es que Lanzmann trata de ofrecer un carácter intimista a algo que termina siendo sórdido, las imágenes un tanto idílicas de valles y prados que otrora fueron campos de concentración hacen que el espectador rellene mentalmente esas escenas con lo que allí ocurrió. Es una película que no muestra ningún muerto, absolutamente ninguna imagen que hiera la sensibilidad, pero no hace falta, el relato de las víctimas es tanto o más duro que lo que pueden aportar, a día de hoy, unas fotos de gente esquelética o de cuerpos transportados con una pala, esto lo hemos visto ya muchas veces.

Este director pretende hacer una historia para la historia, los testimonios de los supervivientes son tan excelsos que, pese a que algunos rompen a llorar, él les conmina cariñosamente a que sigan, y ellos entienden que es un legado para la historia.

Hay muchísima información en esas cerca de diez horas de grabaciones, pero quiero recordar por encima de todos el testimonio de una persona que ofrece un detalle sobre el que yo jamás había reparado. De algún modo, acusa a los aliados de haber ganado la parte estratégica y bélica de la Guerra, pero moralmente los vencedores fueron los alemanes, porque cumplieron su objetivo de exterminar a gran parte de la nación judía. Se queja de que, aun a sabiendas de la situación, no actuaron con la celeridad, ni con la prioridad que requería la liberación de esos campos en los que morían miles de personas cada día de la forma más cruenta.

Sí, ya sé que son muchísimas horas, a veces el relato puede resultar un tanto pesado, no hay música, nada de música, a veces hay silencios de minutos, y esto nos ayuda a reflexionar. El propio director también reflexionaba hace ya treinta cómo podía haber negacionistas que con los abundantes testimonios y literatura existente son capaces de pensar que tan solo fue una invención.

Desconozco cómo se proyectó esta película en las salas de cine, porque es un documental realizado para cine, en realidad, tiene más un formato de televisión; no obstante, fue es una cinta muy premiada y hoy por hoy de los mejores documentales de la historia relativo al holocausto. Una producción imprescindible para el que quiera saber más sobre este asunto, pero eso sí, hay que echarle tiempo, y tener cuerpo para escuchar atrocidades.

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