EL JUEGO DEL DICCIONARIO, DIVERTIDO ENTRETENIMIENTO PERO CON CIERTO NIVELILLO

Llevo bastante tiempo dándole vueltas a presentar esta entrada, se trata de un juego muy simple pero ingenioso a la vez, y no ha visto la luz antes probablemente porque estaba falsamente convencido de que alguna vez volvería a jugar a este «juego del diccionario»; no ha sido tal y eso no quita para que en un futuro cercano ocurra, todo se andará.

Cuando inicié la andadura de este blog quise poner la etiqueta de juegos porque me parecía relevante para esta bitácora personal, a veces íntima. En realidad, era también una forma de expresar la importancia, o tal vez la necesidad, de jugar en mi vida. Lamentablemente en los últimos tiempos estoy imbuido en una especie de juego de rol maquiavélico donde interpreto el papel principal precisamente en una paranoica película donde jamás querría ser el protagonista.

Y sigo jugando, tengo unas tablets con las que juego con una doble intención por activar la mente (uno de mis juegos estrella es de memorizar) y por estimular mis reflejos; pero son juegos individuales, lamentablemente es eso. Echo de menos los juegos colectivos, recreativos, en compañía, y me conformo por ejemplo, con disputar una partida de ajedrez contra una máquina que en cuanto le elevo un poquito el nivel ya pone de relieve mi escaso nivel en este juego de las sesenta y cuatro casillas.

Y es que cuando hablo del «juego del diccionario», me remonto no menos de veinticinco años atrás, en mi época universitaria, y lo recuerdo como un entretenimiento inteligente, también barato y que nos proporcionaba unas tardes de risas muy agradables entre personas con comunión de inquietudes.

No sé de dónde surgió este juego y seguro que mucha gente habrá jugado y seguirá jugando a él, que digo yo, porque no me imagino que la invención surgiera de alguna de las personas con las que jugaba, generalmente con mi hermana y sus amigas, este es el recuerdo más vívido que tengo. Apenas basta un diccionario y papel como elementos fijos del juego, y por supuesto, los jugadores, jugadores con ganas de divertirse y también aprender palabras nuevas, a la par que cada cual revitaliza su inventiva y su capacidad de redacción.

Yo diría que cuantas más personas participen casi tanto mejor. El juego se configura de la siguiente forma, uno de los jugadores toma el diccionario y busca una palabra, es recomendable que sea lo más rebuscada o rara posible, simplemente la nombra, digamos «papiamento», «rabdomancia» o «ustión». Ahora corresponde al resto de los jugadores inventarse una definición para esa palabra, utilizando por supuesto un vocabulario rico o apropiado, congruente con lo que un diccionario podría establecer. A este respecto hay que considerar que el diccionario de la RAE, o cualquier otro diccionario de la lengua, que curiosamente no tiene por qué seguir a la RAE sino que lo adapta en función de su público (hay diccionarios escolares con un lenguaje adaptado y definiciones más sencillas y con términos entendibles para niños y jóvenes), tiene su propio espíritu, siempre un lenguaje muy correcto, alternando definiciones muy elaboradas con otras en las que apenas una palabra se define con un par de sinónimos.

A partir de ahí comienza lo bueno, la inventiva del jugador, su riqueza de vocabulario, su capacidad para construir una definición fantástica para una palabra que desconoce pero que por su raíz, sonoridad, construcción, podría resultar muy buena, incluso mejor, aunque no signifique eso, que lo que el diccionario muestra. Por otro lado, puede ocurrir que alguno de los que juegan tenga una riqueza de vocabulario tal que incluso es capaz de saber alguna de las palabras rebuscadas, por tanto, debe olvidarse de su conocimiento y construir una definición falsa. En cierta forma es como un preludio del concurso televisivo Pasapalabra.

Habiéndose dado un tiempo razonable para elaborar cada cual su definición y el jugador que ha propuesto la palabra ha escrito la definición correcta, o sea, ha copiado la que está en el diccionario, todas se juntan, se ponen en común y comienzan a leerse aleatoriamente por el que lleva la mano, por supuesto, es preceptivo que nadie mire o que se trate de tapar cada papelito para que no se reconozca la letra (y que la letra sea buena, no vale letra de médico) del que ha escrito cada definición, y ello por la siguiente razón, y es que existe una especie de puntuación, cada jugador elige o vota la que él cree que es la definición correcta, esto es, todas son candidatas menos la suya propia, y al final se lleva cinco puntos (esto de la puntuación es flexible, pero esta es la que yo propongo) el que acierta la respuesta correcta, pero también y esto es lo bueno o gracioso del juego, se obtiene un punto por cada voto que ha obtenido cada definición falsa. Y es lo bueno, porque puede suceder que mi definición falsa sea la favorita de la mayoría, incluso más favorita que la propia definición correcta, para que esto ocurra mi definición falsa tiene que ser buena, atractiva, sonora, bien construida…, hay numerosos factores y con la práctica del juego se van aprendiendo.

El juego continúa dándole el diccionario al que tengo a mi derecha o a mi izquierda en la mesa que vuelve a realizar la misma operación. Al final es evidente que gana alguien, pero estamos ante un juego de mesa (muy barato), y es de mesa porque es casi necesario escribir en una mesa, en el que a la postre no es importante quién gana, porque después de un buen rato en el que se te pasa el tiempo bastante rápido, se consiguen varios objetivos, nos hemos entretenido un montón, hemos interaccionado entre nosotros y también nos hemos culturizado, porque hemos aprendido palabras nuevas y nos hemos entrenado nosotros mismos para redactar un poco mejor, hemos rebuscado en nuestro diccionario mental.

Tengo que afirmar que jamás he oído hablar de este juego más allá de mi ámbito personal y antes de acabar esta entradilla busqué en Internet si esto existía como tal o era una invención mía, y curiosamente si se busca tal cual «el juego del diccionario» en Google, la primera entrada es de Wikipedia y viene a explicar más o menos lo que yo he expresado aquí, con mínimas variantes, y las variantes pueden ser las que queramos porque da pie a flexibilizar sus reglas.

Un juego, en definitiva, óptimo para grupos de estudiantes (creo que es ideal para universitarios), pero también puede ser para niños y jóvenes con ganas de instruirse. Por supuesto, y aunque suene algo contraproducente, absténganse zoquetes sin fronteras, porque si alguien no sabe escribir o pasa olímpicamente de buscar en su mente un pelín de inventiva léxica, se puede cargar el juego. Pues nada, ¿alguien me recoge el guante para esta Navidad o para el futuro?

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