MAX CORBACHO, LA MÚSICA AMBIENTAL QUE SE GESTÓ EN EXTREMADURA

Si te dijeran que uno de los compositores más importantes del mundo de música ambiental de los últimos veinte años es de Badajoz, probablemente te sonaría un poco friqui, casi rebuscado diría. Pero es la pura verdad, y es que Max Corbacho no reniega de sus orígenes, es más, su cuna le ha servido, de algún modo, como fuente de inspiración en su música.

Solemos ser en España muy críticos con todo lo nuestro, decía el poeta catalán del siglo XIX Joaquín Bartrina, que si oyes a un hombre hablar sabrás donde vio la luz, y añadía, en comparación con otros países que sí defienden su patria, que si oyes a ese hombre hablar mal de España, es español. Y esto pasa con mucha New Age española, que apenas trasciende en nuestro propio país, y es precisamente en otros confines donde es verdaderamente valorada.

A todo esto, también he de entonar una especie de mea culpa, por dos razones, la primera es que cuando nació este blog quería que fuese sobre todo musical, deseaba introducir una reseña al menos una vez al mes, pero esto ya no lo voy a lograr jamás y me abruma, porque con la cantidad de buenos compositores que conozco y cada día descubro alguno nuevo, mi espacio vital, mi tiempo, mis intereses…, no me van a permitir sacar aquí todo lo que me gustaría (este año voy terminar con solo tres entradas musicales, muy lamentable por mi parte); a lo mejor cuando me jubile puedo actualizar el blog más a menudo y me curo esta herida. La segunda razón es que ya tiene delito que del buen porrón de músicos que he sacado aquí, creo que es la primera vez que hago una reseña de un autor español, y ya tocaba.

Max Corbacho pasó sus primeros años en tierras extremeñas para después vivir en Barcelona, y desde allí ha ido fabricando toda una gozosa discografía que lo han aposentado en un rango de calidad sonora indiscutible para ser uno de los mejores ambientalistas actuales.

Podríamos definir el estilo de Corbacho como ambiental sideral o cósmico. Su música es relajante, es la música que te podrías poner para ver las estrellas, en el silencio de la noche, en el silencio de las noches extremeñas separadas espacialmente de grandes orbes donde el sosiego hay que buscarlo, y no se encuentra con facilidad, o no con la facilidad con la que te puedes ir a una inmensa dehesa de Badajoz o de Cáceres a ver las estrellas con esta música de fondo. A buen seguro que alguien habrá llevado a cabo esta experiencia dichosa.

Max nació en el rock, siendo guitarrista, y poco a poco fue explorando otras músicas y sobre todo interesándose por los sintetizadores y la música New Age; nombres como Richard Burmer, al que dediqué una entrada, Steve Roach, Alio die, Robert Rich, Tangerine Dream o Neuronium (este es un grupo español de New Age, que supongo que algún día tendré que sacar aquí) son algunas de sus fuentes de inspiración. A partir de ahí descubrió que la música no solo servía para transmitir sentimientos, sino que también podía ser una terapia para un mundo caótico y sin freno.

Fue en 1998 cuando comenzó su trayectoria con Vestiges que fue un aldabonazo en la música ambiental, especialmente presente en Estados Unidos, donde es obvio que este pacense es mucho más conocido que en nuestro país. Por cierto, todos los títulos de sus discos y la inmensa mayoría de sus temas son en inglés, consolidando la dimensión internacional de este compositor y especialmente la procedencia del público al que se dirige muy fundamentalmente.

Se ha dicho de Corbacho que su música conmueve las almas y hay un signo que fortalece la calidad de este autor, y es que su sonoridad brota como algo natural, es como si surgiera bajo nuestros pies, con absoluta pausa, sin estridencias; la vas escuchando y comienzas a evocar. Si estás viendo las estrellas es ideal, puede ser la música que sientes en la planta de los pies, pero también la sinfonía de unas luces lejanas, unas estrellas inalcanzables, a las que nunca podrás llegar, pero la música te ayuda a tenerlas más cerca, casi a tocarlas, a aprehenderlas.

Y es que su música emerge de su sintetizador con multiefectos, es como un órgano continuo, pero sin otros accesorios, apenas en alguna ocasión ha utilizado voces. Sus temas son largos y con cierta monotonía, pero no se tome esto de forma peyorativa, sino todo lo contrario, la música fluye y los cambios que se van produciendo en las notas, en las melodías, son pacientes y sosegados, casi no notas que la música cambie, pero cuando oyes el principio y el final te das cuenta de que cada tema evoluciona y termina siendo algo bello, que te acaricia los oídos y que no te has dado cuenta de que ha durado quince minutos o veinte, porque si has conseguido relajarte y abstraerte, notarás que todo ha sido un suspiro o también una placentera sesión que no quieres que acabe nunca.

Max Corbacho ha venido sacando discos de forma regular y sigue plenamente activo, a la fecha de cierre de esta entradilla, 2017 y 2018 los va a cerrar con tres discos Nocturnes, Sources of present y Arte Magnética.

Como curiosidad cabe reseñar que, aunque este músico ha hecho su carrera en solitario, en 2003 hizo un disco a medias con el compositor y ambientalista argentino, también afincado en Barcelona, Bruno Sanfilippo, el disco se tituló Indalo, y ambos se fueron a Almería, a Cabo de Gata, para inspirarse, cada uno creó la música que les inspiró estar en aquellas tierras, y luego las fusionaron en un trabajo más que interesante.

Max Corbacho es un deleite para los oídos, porque nos conecta con la naturaleza, con esa naturaleza que a él le influyó en sus primeros años de vida. Este compositor concibe la música como una especie de psicotrópico, capaz de alterar conciencias, una idea más que reflexiva de lo que debe ser la música. También le da mucho valor al silencio en sus composiciones y, sobre todo, nos invita a que se escuche de noche, allá donde la oscuridad se mezcla con la ausencia o la atemperación de los sonidos.

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