"THE ROAD", DE JOHN HILLCOAT

¿Cansado de ver películas con tramas actuales o pasadas, de temas mundanos, de actualidad o de la cotidianeidad? Pues esta película es diferente a todo lo que hayas visto antes, es una película que se sale de la mayoría de las propuestas que puedas ver hoy en cualquier cartelera.

Es una película, como gusta decir hoy a los entendidos, distópica, es decir, nos muestra una realidad atemporal aunque previsiblemente futura, inexistente pero marcada con elementos actuales que nos obligan a reflexionar muy mucho.

Lanzada en 2009 y dirigida por el australiano John Hillcoat sobre la base de una novela del reconocido escritor Cormac McCarthy, nos muestra una realidad oscura y gris, y aquí lanzo otra palabreja también muy en boga en el cine, es una realidad postapocalíptica y somete a los protagonistas a unas experiencias al límite donde las supervivencias como personas físicas, pero también como personas espirituales, están en constante interrogatorio.

No sé sabe muy bien la fecha en que se sucede la acción, probablemente en una fecha actual, ni siquiera es relevante saber qué es lo que ha pasado, quizá una sucesión de terremotos, lo cierto es que el mundo es una pura anarquía, todo está devastado, es gris y sombrío; pandas de delincuentes campan a sus anchas, pero ahora el objetivo simplemente es sobrevivir, el dinero no existe ni se compra nada con él, y lo que se busca es alimento, combustible, armas y munición para poder someter al resto, poco más; en esa búsqueda de alimentos, la vida no vale nada, y es más, no habiendo recursos se ha extendido el canibalismo, pero ante todo hay gente noble que aún resiste, se supone que en algún lugar debe haber algo mejor, y todo el mundo vaga en busca de ese futuro mejor.

Esta es la historia de un padre, un hombre (Viggo Mortensen), y su hijo (Kodi Smit-McPhee), que van generalmente caminando por carreteras, de ahí el nombre de la película, y tienen como objetivo el llegar a la costa, probablemente porque piensan que una salida al mar puede ser una oportunidad de despegue, sin que exista una convicción plena. En este viaje hacia ninguna parte se encuentran precisamente con muchos delincuentes (que antes lo eran o no), con gente normal que se ha vuelto caníbal, con gente sin dirección, con otros vagabundos como ellos. Son situaciones límite cada una de ellas y eso obliga a reafirmar el instinto de supervivencia, algo a lo que jamás personas normales se han enfrentado nunca o casi nunca.

No obstante, y a partir de ahí, observando lo raro y casi imposible de la situación, el director nos obliga a hacer una abstracción incluso mayor, o al menos esa es la sensación que yo tengo, y es que nos olvidemos del ambiente y nos centremos en las personas, no es una lucha contra el mundo, es una lucha personal, es una introspección de los personajes, sus diálogos son lo verdaderamente nutritivo, las conversaciones que tienen es lo que le da forma a la película, su deseo de esperanza, la esperanza de que la humanidad puede seguir teniendo futuro, aunque sea con la llama que cada uno desprende de sus corazones, con la bondad que los mantiene a flote y el amor como nexo de unión que los traba entre ellos y los apuntala a la tierra que pisan.

Y es que da igual el destino, la supervivencia está en el amor de un padre y un hijo, eso es lo que está por encima de todo, y aunque parezca que no, es lo más poderoso de todo. Si un padre lleva a su hijo por el buen camino, si planta una semilla, la abona y la mima, sabrá que aunque él ya no exista, esa simiente crecerá con la misma esencia de su plantador, y ese es el fin de la vida.

Desde luego que la película tiene una paradoja, una película gris y lúgubre, irreal a la postre, aunque tal vez no, teniendo en cuenta que no deja de ser un reflejo de una sociedad futura a la que nos encaminamos. La paradoja es precisamente que entre tanta devastación, con un ambiente tan asfixiante, el amor humano es lo que le ofrece una luz, un color y una brillantez indescriptibles a los personajes principales, es decir, ante tanta adversidad el ser humano reacciona con lo mejor que tiene en su interior.

Y bueno, también el mensaje nada gratuito del director y lógicamente del escritor en el que se inspira la película es el de que la humanidad se asoma cada día más al precipicio, el medio ambiente, la capa de ozono, el cambio climático, la esquilmación de los recursos, la superpoblación, las guerras, las hambrunas, los desequilibrios de rentas…, todo esto no hace más que abocarnos a un cataclismo, es más que probable que nosotros no lo veamos, pero estamos trabajando para ello, y es que con la máxima del egoísmo, que es lo que informa fundamentalmente al ser humano hoy en día y con seguridad desde hace décadas o siglos, es capaz de estar suicidándose día a día con sus acciones o con sus omisiones, y por supuesto, provocando el exterminio de la humanidad, es decir, de nuestras generaciones futuras. Y es como decía, y lo he repetido más de una vez en este blog, el filósofo inglés Hobbes «el hombre es un lobo para el hombre».

Por tanto, la crítica social no puede ser más brutal, en esa sociedad hipotética ya no somos personas, ni siquiera somos números, somos casi nada. ¿Y qué somos hoy? Hoy somos números, mañana tal vez datos, y en un futuro no muy lejano quizá no valgamos nada.

No busquen en la película el final, es quizá lo más irrelevante de la cinta, su contenido y su desarrollo es lo que va haciendo crecer la esperanza en el ser humano. Las interpretaciones de los personajes principales son impecables, particularmente un Viggo Mortensen demacrado, casi famélico, en el que seguro que ha sido uno de los papeles más comprometidos y difíciles de su carrera.

No estamos ante una grandiosa película o ante una obra maestra, y ello tal vez, porque el argumento no deje mucho margen a los fuegos de artificio ni las alharacas, pero es entretenida, por lo diferente, por lo caótico y por lo improbable de su desenlace. El pero se lo pondría a la interpretación de Charlize Theron, más que a ella al papel que juega en la película; y es que durante su metraje se hacen una especie de flashbacks, en los que aparece ella como madre y esposa, antes del cataclismo, y su huida a ninguna parte que no logro entender del todo.

Tiene, por cierto, un aire hispano la cinta con la fotografía del eibarrés Javier Aguirresarobe, curtido en el cine español y que con el nuevo siglo dio el salto a Hollywood, desde luego su trabajo en esta película no puede ser más inmaculado.

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