¡DIOS MÍO!, TAMBIÉN SE PUEDEN HACER CHISTES SIMPÁTICOS CON EL TODOPODEROSO

Cuando me puse a indagar hace unos días acerca del cómic al que iba a dedicar mi entrada esta semana, no me imaginaba el calado y los «problemas» que había tenido el historietista José Luis Martín Zabala con su personaje «Dios mío».

José Luis creó hace ya bastantes años un cómic de Dios, en la época dorada de la revista satírica «El jueves» (hoy ha caído un poco en desgracia esta publicación entre la pujanza de las nuevas tecnologías, el desinterés de la juventud y demasiada política y dentro de ella apasionado partidismo a favor de un solo bando, restándole gracia y cierta imparcialidad, que no la debe tener, pero es que se ha inclinado muchísimo). Un Dios simpático, humanizado y al alcance de todos, esto es, que sus historietas, cortas, de tan solo una página y muchas veces de una sola viñeta, casi sin diálogos, eran entendibles por jóvenes, pero incluso también por niños.

El personaje de Dios era bastante blanco, inocente si se quiere, pero claro, en el momento en que surgió, casi en los primeros balbuceos de nuestra democracia, la Iglesia católica en España estaba fuerte, venía con la estela de décadas de poder al lado del poder creyéndose omnisciente y omnipotente, ¿cómo no? Y es evidente que no gustó nada el personaje y demandaron a la revista y a José Luis Martín en varias ocasiones. Más tendría que haberse preocupado la Iglesia de mirar los despreciables delitos cometidos en su seno que andarse cogiéndosela con papel de fumar con publicaciones de las que yo no percibo ofensa, todo lo más, un simpático y leve sarcasmo. Y con esto no critico a la Iglesia católica en general, que tiene muchas cosas buenas, especialmente esa Iglesia que trabaja anónimamente en causas sociales, y sí a esa otra que no se ha mirado su propio ombligo y ha estado viendo la paja en el ojo ajeno.

Pues como digo, ese Dios cuyas historietas se titulaban «Dios mío», no dejaba de ser un divertido personaje que desde el firmamento observaba su creación, o sea, la Tierra, e interactuaba con sus hijos, sus personajes, siempre desde su omnipotencia, a modo de gran mago que hace truquitos por doquier, pero también desde un prisma humano, es decir, ese en el que se le veían cometer errores de cálculo como haberse dejado el grifo abierto y habérsele olvidado cerrarlo provocando con eso inundaciones en cualquier zona del mundo. Cuando hacía esos trucos de prestidigitador también alardeaba, para eso era Dios, de sus poderes para ganar, por ejemplo, una partidita de tenis en el espacio contra unos astronautas, un poco cachondo el personaje en definitiva.

Ya digo que eras unas historietas muy graciosas, coloridas, muy gráficas (por aquello de que no necesitaba grandes diálogos) y siempre despertaban una sonrisa; y es que es evidente que el personaje era atípico como pocos, y eso hacía que sus chistes, sus giros..., tuvieran un matiz de ingenio surrealista que a mí siempre me llamó mucho la atención. Y a todo esto, si la Iglesia católica tuviera que meterse con personajes o con historietas de «El Jueves», lo hacía con esta porque hablaba de Dios, atribuyéndose la Iglesia católica su pertenencia, cuando había en esa revista muchas secciones y dibujantes mucho más sarcásticos, hirientes y ofensivos contra toda religión, pero sobre todo con la católica al tratarse de una publicación española.

Mucho se ha hablado acerca de los cómics relativos a los dioses o profetas de las diferentes religiones de nuestro orbe, y hay que tener mucho cuidado con ello. La publicación francesa «Charlie Hebdo» fue precisamente el culmen de esa disensión entre el humor y la ofensa, y hubo una matanza en enero de 2015 en la sede de dicha revista, tras haberse publicado una portada sarcástica de Mahoma. Imagino que publicaciones humorísticas de muchos países habrán recalado en personajes religiosos, divinos o no, para hacer chiste más o menos gracioso, a veces más o menos ofensivo; esto siempre será un problema complicado de resolver, porque no es lo que yo lanzo sino cómo lo capta cierta parte de la audiencia, y dentro de esa audiencia, puede que el último eslabón reciba una imagen distorsionada, o ya esté demasiado caliente y apenas una viñeta puede hacer encender la mecha.

En este sentido, se ha criticado precisamente a «El Jueves» por ser demasiado satírico con todo lo relacionado con el catolicismo y no tanto, poco o nada con la religión islámica. No es fácil hacer una radiografía de este deslinde en apenas unos renglones sin caer en generalizaciones, pero es evidente vista la radicalidad de ambas religiones y lo que proyectan a sus fieles, que no hay peligro en una y más o mucho más en la otra, máxime cuando, como he comentado más arriba, no es lo que tú transmites y cómo piensas que lo haces, sino cómo el mensaje es captado por el más débil o más torpe del canal comunicativo, si a ese le llega como una ofensa y tiene la cabeza comida y las herramientas para vengar una supuesta afrenta, lo va a hacer. Por tanto, la exégesis de todo esto es que el humor bienintencionado debiera ser asumido siempre que no supere los límites de la chabacanería y del mal gusto, pero viendo lo que tenemos merecen toda mi indulgencia los humoristas que se cortan de hacer determinados chistes o dibujos hacia ciertas religiones, porque les va la vida, y a la vista de lo visto, escasa broma hay que hacer con todo esto.

Por si fuera poco para el bueno de José Luis Martín, en torno a 1979 y siguiendo con la estela de su personaje «Dios», creó un volumen especial bajo el título de «La Biblia contada a los pasotas», en el que en setenta y cinco páginas contaba a su manera los episodios más relevantes del Antiguo Testamento, es decir, no llega a la vida de Jesucristo. Dirigido todo por su «Dios», va relatando de una manera simpática, bastante blanquita y muy graciosa e ingeniosa esos capítulos que todos tenemos en el recuerdo de haberlo estudiado en el cole o de conocerlo por culturilla general. Para el que no tuviera ni idea de la Biblia era un acercamiento inocente, incluso para mí, la relectura de este volumen me refresca la memoria, porque entre sarcasmo y chiste, José Luis Martín también ofrecía un fondo cultural, seguro que sí. Pues bien, tampoco le gustó esta Biblia a la Iglesia católica y también demandó al dibujante, y del mismo modo y como ocurriera en las veces anteriores, este salió absuelto, ¿qué menos?

Un historietista de trazo fácil, colorido pero muy gráfico, nos ha deparado un personaje clásico del cómic moderno, tal vez no muy conocido pero repito, muy simpático. Con carácter bonachón, rollizo, mayorcete, o sea, un Dios de la tercera edad y rematado siempre encima de su cabeza por ese triángulo que nos ha revelado la iconografía eclesiástica en el que se enmarca el ojo de la providencia o el ojo que todo lo ve. Y afortunadamente este personaje que nos legó nos trajo, me trajo, muy buenos ratos, porque José Luis Martín que actualmente ya está en un segundo plano en su actividad artística, tenía tanta habilidad con sus colores como inventiva para hacer unos chistes verdaderamente muy agudos.

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