800 METROS LISOS FEMENINO, UN RÉCORD DE LEYENDA. DE JARMILA KRATOCHVILOVA A CASTER SEMENYA

Jarmila Kratochvilova
Pues nada, después de mi particular 500 «cumpleentradas», viene el articulillo 501, y el mundo sigue más o menos igual, esto es, que hoy hago una entrada dedicada a la etiqueta de deportes, materia en la que me siento cómodo escribiendo.

Esta semana un joven compañero de trabajo me preguntó si me gustaba el fútbol y le respondí con inmediatez que sí, pero que cada vez menos y que lo que más me gustaba era el atletismo casi desde que tengo uso de razón. Efectivamente siempre me ha atraído mucho, tal vez me hubiera gustado competir de joven, pero creo que no tenía la antropometría ni las cualidades para ello, aunque en consonancia con mi querencia hacia el deporte, no soy de los que me limito a ver deportes en la tele, sino que practico, y casi con toda seguridad el deporte que más he realizado en mi vida, y a día de hoy forma parte de mi plan de vida diario, es el atletismo.

Hace unos días que se cumplió el 36º aniversario del récord más vetusto del atletismo, el de 800 metros en categoría femenina de la olvidada hoy pero muy popular en su momento Jarmila Kratochvilova, hoy checa y en su época compitiendo por Checoslovaquia. El cronómetro lo dejó en 1’53’’28. El récord lo estableció en 1983 y, como digo, era muy popular en su época, no tanto por las marcas, que también, sino por su aspecto, marcadamente masculinizado. A todo esto, tengo que añadir, que sí, que ya en aquellos años seguía con notable interés las competiciones atléticas y esa atleta era difícil de olvidar.

Jarmila Kratochvilova estaba descaradamente musculada y tampoco le ayudaba su fisonomía, pues no era muy agraciada, en el tronco tenía cierta musculación, con un pecho sensiblemente plano, pero donde destacaba era en las extremidades inferiores, tenía unas piernas con todos los músculos marcados, un auténtico corcel en la pista.

Estaba claro que yo en los años 80 no estaba muy puesto en atletismo ni en leyes del deporte, pero era más que evidente que la Kratochvilova muy normal no era. Si hoy la distancia entre los tramposos del deporte y la detección de esas trampas sigue siendo notable, hace cuarenta años era sideral. El atletismo, la natación, la halterofilia o el ciclismo sufrieron y siguen sufriendo esas alteraciones fraudulentas para prostituir competiciones de toda índole, pero en aquellos años se hicieron muchas barbaridades.

Hoy el engaño existe y el enmascaramiento también, pero hace cuarenta años a buen seguro que la detección y persecución de esas ventajas externas se antojaba casi indetectable. El físico de Kratochvilova estaba visiblemente alterado, masculinizado y jamás la pillaron, repito, jamás la pillaron, es decir, que afirmo taxativamente que la checa utilizó herramientas para el mejoramiento de su rendimiento físico.

Marita Koch
El cerco a los tramposos se ha ido estrechando con el tiempo pero aunque ese margen se ha minimizado, sigue existiendo. En el atletismo hemos venido atravesando épocas en que países emergentes conseguían marcas atípicas, ocurrió con el medio fondo y fondo femenino en una pujante China de los años 90, aquello fue como un canto de sirena, tal como aparecieron y destrozaron marcas, fueron esfumándose como piruletas a las puertas de un colegio.

Más o menos por aquella época, entre los 80 y 90 también ocurrió con las nadadoras de la antigua República Democrática Alemana (que de democrática tenía poco), que destrozaron récords por doquier.

Precisamente al hilo de las deportistas de aquella extinta nación y en general de países de la órbita comunista, donde el deporte era un factor esencial para ensalzar valores patrios o raciales; Kratochvilova era ochocentista, pero también cuatrocentista, y en agosto del 83 batió el récord del mundo de esta última distancia (47’’99), es decir, de manera casi simultánea a la de 800, pero el récord de 400 se lo arrebató, curiosamente, la alemana demócratica Marita Koch con una marca también casi inalcanzable a día de hoy, 47’’60. Marita Koch, alemana de la parte comunista, procedente de un país con pocos remilgos a la hora de obtener ventajas competitivas, aunque bien es cierto que no tenía el tren inferior de Kratochvilova, pues muy femenina como que tampoco era.

Nadezhda Olizarenko
Amén de estos dos ejemplos, el hecho de que el récord de Jarmila Kratochvilova perviva hoy y previsiblemente durante mucho más tiempo, es que pocas atletas se han acercado a esa marca estratosférica, la checa superó un récord de Nadezhda Olizarenko que databa de 1980 y esa sigue siendo la segunda mejor marca de la historia. Ambas han sido las únicas mujeres que han bajado del minuto y cincuenta y cuatro segundos.

Detrás de ellas estaba una Pamela Jelimo que irrumpió cuando era muy jovencita y en 2008 obtuvo la tercera mejor marca mundial de la historia con 1’54’’10, ya a casi un abismal segundo de distancia de Kratochvilova. Jelimo, aunque con el pelo muy cortito, era bastante normal, aunque desapareció de las competiciones con la misma rapidez con la que había surgido.

Ahora bien, aunque parezca que esta marca y esta prueba han dejado de ser una meta para las ochocentistas, lo cierto es que hay una atleta que a día de hoy tiene el récord en sus piernas, se trata de la controvertidamente conocida atleta sudafricana Caster Semenya.

Semenya tiene la cuarta mejor marca mundial de la historia (1’54’’25), pero si tuviéramos que hacer una media de las cinco o diez mejores marcas de las atletas referidas aquí, la sudafricana es la que tiene el mejor rendimiento, puesto que aunque no ha bajado de ese tope mítico del minuto y cincuenta y cuatro segundos, las segundas o terceras marcas de Kratochvilova u Olizarenko no son tan competitivas, es decir, que tuvieron un día bueno.

Pamela Jelimo
Caster Semenya no ha tenido una carrera atlética pacífica, más bien ha sido una carrera de obstáculos, pese a sus marcas, a su abrumador dominio de la distancia y a su historial (tres veces campeona del mundo y dos olímpica); la constante puesta en tela de juicio de su sexo, no ha hecho más que poner piedras en el camino de su fulgurante trayectoria, y la polémica está a día de hoy más viva que nunca.

Esta excepcional atleta padece hiperandrogenismo, esto es, tiene unos excesivos niveles de testosterona (hormona masculina), testosterona que ella misma produce de manera natural. Como digo la polémica está servida porque para el inminente Mundial de Doha, hace unos meses la IAAF (Federación Internacional de Atletismo) en cumplimiento de lo dictado por el Tribunal de Arbitraje Deportivo, decretó que si Semenya quería participar, o debía rebajar esos niveles de testosterona, tomando pastillas, o tendría que cambiar de prueba. En este sentido, la IAAF refiere que Semenya no podría competir con estos niveles hormonales en pruebas de distancias que van desde los 400 metros a la milla. Por supuesto, la alternativa en caso de que no optara por ninguna de esas dos «soluciones» es competir con hombres, y sinceramente pasando las marcas de Semenya a una medida masculina, sería algo incomparable, no serían más que unos meros registros de un atleta aficionado.
Caster Semenya
Pues la sudafricana, que a todo esto es una activista de los derechos LGTBI, ya se ha pronunciado, que no se va a tomar pastillas que reducirían drásticamente su rendimiento, ni va a cambiar de prueba, o sea, que en Doha no le van a ver el pelo, y no sabemos lo que nos deparará el futuro.

Con toda esta historia, yo albergaba la posibilidad de que Semenya, en una madurez estupenda para abordar definitivamente el récord de Kratochvilova, se planteara a corto plazo ese reto, pero esa posibilidad de momento ¿o para siempre?, se ha esfumado para la sudafricana. Y es que a pesar de sus logros y de su clase a esta deportista se le ha reprochado que corre para ganar y no para hacer marca, de hecho, sus carreras son siempre muy tácticas, de menos a más, esto es, empieza en la cola del grupo y en la segunda vuelta al estadio es cuando explota dejando atrás a sus rivales; a día de hoy y desde 2015 ha participado en más de treinta carreras de 800 habiendo obtenido de forma consecutiva el primer puesto, ahí es nada.

Y por último, y por hacer un somero análisis de esta prueba, la exigencia física es brutal porque no es velocidad pura pero el ritmo de carrera es elevadísimo. Se considera que el ser humano puede correr a tope hasta 250 metros, a partir de ahí necesita dosificar, pero muy poco, es lo que ocurre con el 400, pero es que en el 800 se va casi al límite, la dosificación es igualmente escasa y se ponen en juego las capacidades aeróbica y anaeróbica, uno muere en esta prueba, termina vacío.

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