MANTEROS, OKUPAS, INCÍVICOS..., PROBLEMAS QUE NO QUEREMOS QUE SE SOLUCIONEN NUNCA

No sé, habré escuchado, habremos escuchado, cientos de veces, incluso miles diría yo, que los delincuentes de poca monta, entran por un lado de la comisaría y al rato están fuera, libres y limpios para seguir cometiendo fechorías.

Desde niño vengo oyendo esa cantinela, que es conversación obligada de barra de bar, y que nos ofusca no poco; tenemos determinadas leyes que parece que están hechas para favorecer a los malos, y luego otras que son demenciales, porque estas últimas se hacen con el estómago y no con la mente. Me parece absurdo que ahora mismo se esté molestando a un hombre que ayudó a morir a su mujer, calificándolo como un delito de violencia de género.

Pero claro, la culpa no la tienen los jueces, aunque es posible que alguna vez se equivoquen, pero es que no pueden inventarse las leyes, tienen que aplicar las que hay les guste o no. Y es bien posible que el poder legislativo prepare leyes sin atender al poder judicial, y desde luego, mirando intereses buenistas y no tanto lo que demanda la opinión pública, sino una parte vociferante de ella.

Hace unos días estuve en Madrid y comía en un restaurante de comida rápida de la plaza de Callao, había decenas de manteros, siempre atentos a ver si la presencia policial les hacía levantar su improvisado chiringuito, lo cual ocurrió; yo me sorprendí desde el gran ventanal que asomaba a la plaza, porque soy un tipo de pueblo y no estoy acostumbrado a ver ese espectáculo en vivo y en directo, pero en unos segundos un coche atravesó la plaza a velocidad media, y los pobres morenos desmantelaron su mercancía en cero coma. Desde luego que parecía absurdo, porque tampoco es que hubiera tensión más bien parecía algo cómico, tan cómico como que en cinco minutos todo volvió a la normalidad, es decir, que los chicos volvieron a extender sus mantas como si nada.

Y me pregunté en ese momento, tal vez no lo había hecho antes en mi vida, que el fenómeno de los manteros es ya bastante veterano en nuestro país, y verdaderamente, ¿tienen nuestros políticos y nuestros legisladores ganas de solucionar de una vez este problema? Me atrevo a decir que seguramente no, nadie ha solucionado esto, ni en ninguna ciudad ni en ninguna comunidad autónoma, molestar, a lo sumo, es la medida más efectiva que se conoce contra estos improvisados comerciantes.

¿Cuántos efectivos policiales se dedican a este juego? Porque no deja de ser un juego que no lleva a ninguna parte y mientras centramos nuestros esfuerzos en estas faltas administrativas, seguro que nos harían más falta en otras investigaciones de mayor enjundia. Es juego para unos y miseria para otros, es juego y miseria a la vez para los manteros, es negocio para los que proporcionan las mercancías y controlan estas redes, y es miseria para los negocios legales que pierden ventas.

Pero todo esto da igual, si no se cambian las leyes, da igual el momento en que leas esto, de vez en vez, se seguirá hablando de los manteros, porque no hay solución legal ni administrativa. O atajamos el problema de raíz, aunque sea radical, o con soluciones a medias no llegamos a ningún sitio. Se me ocurre que reforzar medios para perseguir a las mafias que mueven a los manteros no sería mala idea, que la acumulación de faltas administrativas supusiera una expulsión del país, que se regulara la presencia de manteros con un carnet emitido por los ayuntamientos, y que se penalizara también a los ciudadanos que consumen de los manteros y que colaboran en toda esta ilicitud.

En este país, seguro que en otros también, somos bastante hipócritas, una de las mayores incongruencias siempre me ha parecido lo de la prostitución, ¿es legal o ilegal?, pues es alegal, así de claro. A los efectos de Hacienda y Trabajo, no existen las prostitutas, nadie se da de alta como prostituta, sí como empleada del hogar, limpiadora de habitaciones o camarera. Se persigue las redes, la prostitución en lugares públicos, el que consume sexo en la calle…, pero la prostitución no está legalmente regulada, así, con un par. ¿Por qué no nos planteamos legalizarla y así eliminamos la delincuencia que se genera con la misma?

Pongamos el caso de los okupas, o sea, que yo me voy un fin de semana de mi casa, llega uno, le pega una patada a la puerta y adquiere un derecho casi inalienable, que hay poco menos que echarlo con tanquetas. Y lo mismo, da igual el momento futuro en que se lea esto, mientras las leyes no sean más duras, una familia desarraigada (que no ha tenido suerte en la vida, o a lo mejor le es más rentable vivir del cuento y del subvencionismo) se instalará en una vivienda decente de un barrio normal, se enganchará a la luz y al agua, pondrá flamenquito a todas horas y a todo volumen, y ya habrán jodido la vida al que pagó la vivienda con su esfuerzo y de paso a todas las familias que viven alrededor que verán como su vivienda se devalúa en un pispás.

¿Queremos acabar con los que roban en el metro? Pues lo mismo, entran por un sitio salen por otro, y las leyes van en su favor, porque saben que son impunes, que hurtando no sé qué cantidad, no deja de ser una falta, y una falta es menos que un pescozón en este país y máxime para el que la comete, que no tiene nada que perder, porque no se juega nada.

Yo, que trabajo en la administración, me enfrento a veces con personajes incívicos, no son ciudadanos, que se orinan en mitad de la calle, se bañan en fuentes públicas o beben litros en lugares no destinados para ello. Las administraciones se cansan de iniciar expedientes sancionadores que no van a ningún sitio, porque la mayoría son insolventes, y les sale rentable hacer todo lo que hacen no al margen de la ley, sino riéndose de ella, riéndose de todos nosotros; y haciéndome perder tiempo a mí y dinero público, que es de todos, dedicando esfuerzos a una labor inerte. Y mira que por mi formación jurídica no debiera afirmar esto, pero por qué no pensar en trabajos a la comunidad para redimir las faltas administrativas, que si se orinan en una calle tuvieran que limpiarla con estropajo y lejía toda ella.

Y si en España cuecen habas, pongamos el caso más hiriente de las matanzas en Estados Unidos, y esto sí que puedo afirmarlo sin temor a equivocarme, dentro de un día, dentro de una semana o en un mes, volverá a salir que un flipado ha cogido la recortada y se ha liado a tiros con todo quisque, en un instituto, en un restaurante de comida rápida, en un concierto o en la asamblea de una comunidad religiosa.

Volverá a salir Trump en la tele, antes lo fueron Obama, Clinton o Bush, y no hará más que pirotecnia discursiva, que durará lo que dura el colorido fogonazo, palabras vacías. Nadie quiere solucionar este problema en Estados Unidos mientras existan Mercadonas de armas donde es tan fácil hacerse con un arsenal como tú compras patatas en la tienda de tu barrio.

Desde luego que matar no es fácil, pero ¿hay más flipados en Estados Unidos que en ningún otro país? Pues poco más o menos lo mismo, pasa como con los tontos, el mundo está bien repartido para que cada cierto tiempo des con uno, en tu trabajo, en la calle, incluso en la familia. Pero la cuestión es que no se mata menos en España o en Europa porque no exista intencionalidad o vis asesina, el problema es que mientras que un flipado en España no tiene acceso a armas de fuego en Estados Unidos sí. En España pueden matar con armas de fuego, y ha ocurrido, cazadores, militares o paramilitares, pero no son nada frecuentes las matanzas; en una de las más famosas la de Puerto Hurraco, se cumplía la fórmula, esto es, flipados más armas de fuego.

Pero de querer matar a hacerlo hay un mundo, si una persona tiene esa intención es difícil dar con armas, y coge lo que tiene a mano, un cuchillo de cocina, pero matar con un cuchillo supone un acto para el que nadie está preparado, la mayoría, tienes que tener un contacto físico con la víctima, nada será limpio. Con un arma de fuego no es que sea más fácil, pero hay cierta abstracción, basta con apretar un gatillo, a distancia, no te tienes que manchar, es una milésima de segundo, casi no tienes que ver a la víctima retorciéndose en el suelo.

En fin, matar no es fácil, pero si en tu casa tienes un fusil y eres una persona normal o no, a lo mejor un día se te va la olla y decides amortizar el dinero que te gastaste por ese subfusil, el motivo es indiferente, porque tú eres un flipado. Y porque, dicho sea de paso, nadie te pidió que te hicieras un examen psiquiátrico para poder comprar un instrumento letal de muerte, porque nadie previó que a lo mejor hoy eres fetén pero mañana se te puede ir la pinza.

Da igual, no queremos solucionar el problema de las armas en Estados Unidos, ni los otros que he citado, es lo mismo, divagaremos, observaremos las noticias y todo seguirá igual, manteros, okupas, matanzas y el tío que acabo de ver por mi ventana que ya está ideando dónde se va a mear esta vez.

Y ya otro día hablamos del drama de las pateras y de los inmigrantes africanos que abordan en verano las costas mediterráneas, parece que solo es un problema de los países mediterráneos; en una flagrante hipocresía, los rusos, británicos, alemanes o suecos, se hacen los ídem, porque eso no va con ellos, al fin y al cabo ellos no tienen costas que dan al Mediterráneo.

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