"LOS CRÍMENES DE ALICIA", DE GUILLERMO MARTÍNEZ

Pensar que todo se ha inventado en la literatura es como imaginar que todas las melodías musicales ya se han generado y que no hay nada nuevo por crear. Pero es que las posibilidades algorítmicas son infinitas en ambas expresiones culturales. En la literatura basta con poner la tele y te darás cuenta de que cuando la gente habla de que la realidad supera a la ficción no puede ser más acertado, y todo eso no hace más que inspirar nuevas creaciones.

Por extensión tampoco los géneros literarios son finitos, es decir, hay un inacabable horizonte por explorar. No conocía nada de este autor y la propuesta que nos presenta conjuga crímenes con lógica. En realidad, pudiéramos pensar que eso ya está inventado, porque toda novela que suscita la resolución de crímenes tiene mucho de lógica, de hecho, había grandes dosis de lógica, de sagacidad detectivesca en cualquier novela de Agatha Christie o de George Simenon; no obstante, Guillermo Martínez hace una especie de redoble, porque no hay detectives como tales, sino profesores y estudiantes de matemáticas y de lógica que se valen de esta, básicamente, analizando las conductas humanas.

Al parecer no es el primer libro en el que este autor argentino utiliza este planteamiento narrativo, con personajes y tramas que giran en torno al binomio lógico-criminal. En este caso la trama se sucede en Oxford (Inglaterra) en 1994, alrededor de esa universidad. Existe una denominada Hermandad Lewis Carroll que se dedica a modo de fundación, centro de estudios o institución benéfica a la exaltación de legado del genial novelista inglés, mundialmente conocido por su «Alicia en el país de las maravillas».

El último proyecto en el que se ha enrolado la Hermandad es en revelar qué se esconde detrás de unas páginas cortadas de un diario del inmortal escritor. Existe la sospecha de que podría acercarnos a una faceta poco conocida y controvertida de Carroll, como es una cierta tendencia a la pederastia, velada, muy velada bien es cierto. Tendencia matizada, considerando que lo que hacía era fotografía artística de desnudos infantiles, con la anuencia de los padres, y que eso estaba bien visto en la época, como también estaba bien visto que hombres adultos pretendieran a menores en una incipiente adolescencia.

La pretendida venta de esos diarios a una editorial es el punto de partida de una trama donde el joven estudiante argentino G, supuestamente el propio novelista, como ayudante del profesor de lógica Arthur Seldom, se van a encontrar en el centro de todo.

Una joven estudiante que es el eje de la investigación de las hojas perdidas del diario de Lewis Carroll es atropellada brutalmente por un vehículo. ¿Accidente fortuito o asesinato frustrado? Lo cierto es que esta chica se ve de buenas a primeras postrada en una cama, sin posibilidad de volver a andar ni de tener descendencia.

Al poco vendrá el primer asesinato, un famoso editor que estaba detrás de la publicación de los diarios, muere envenenado tras ingerir una dosis letal de aconitina introducida en unos bombones, que serán su perdición.

Vendrá un segundo asesinato, el de un despiadado periodista que amenaza con sacar una inmensidad de trapos sucios de Carroll, de la Hermandad, de los editores y hasta de la familia real británica.

Tres incidentes y dos de ellos que terminan en muerte, además todos relacionados con Alicia en el país de las maravillas, ese es el menú que nos ofrece Guillermo Martínez y también es el acertijo que tiene que resolverse, no tanto por la policía que es un actor secundario pero necesario, y sí más bien por la propia Hermandad, o mejor, por Seldom y su ayudante.

Y marcado todo esto, partiendo de que ese menú puede ser apetitoso, tengo que manifestar que la novela tiene altibajos, más de trescientas páginas y solo tres delitos no parece suficiente a tenor de la publicidad que me influyó para leer el libro. En este sentido, y pese a que no es un libro largo, hay algo de morralla, un pelín de exceso en cuanto a pasajes que no aportan nada a la trama. Demasiada divagación, diría yo, en torno a la lógica, imagino que el autor se ha ilustrado bien y ha querido dejar claro que con lógica se llega a cualquier sitio como en esta novela.

Sí, la novela no es muy lineal que digamos, tiene dos defectos, uno es un mal endémico en muchos autores actuales, el abuso de la nómina de personajes, cuando tienes tantos personajes y no los defines bien con rasgos y características, te pierdes, y para un libro de mediano tamaño no da tiempo a hacerte un perfil de los mismos. El otro defecto es que tiene vaivenes, hastía a ratos porque no avanza, probablemente por esos episodios accesorios que no hacen desarrollar el argumento. Y quizá también un pero, o es también exceso de celo por mi parte, y es que Guillermo Martínez utiliza palabras que no están en el diccionario, tanto anglicismos como giros que se darán en su país, pero que no están aceptados por la RAE.

Y, sin embargo, lo mejor de todo y aun considerando lo anterior, no es que no merezca meterle mano a la novela, es que gracias a la lógica, que lo empapa todo, es como sabemos también la verdad, el desenlace, con pelos y señales, nada se escapa.

En definitiva, novela entretenida, con un estilo peculiar, en un género al que se ha hecho este autor y que yo aconsejaría que no abandone, aunque un poco más de acción o de truculencia, no supondría una inversión muy grande y sería un producto más atractivo, incluso me atrevería a decir que televisivo.

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