MANIAC, UNA SERIE CAÓTICA DONDE LA MENTE ES PROTAGONISTA

En esta época rara que nos ha tocado vivir, momentánea sin duda, aflora también la posibilidad de rebuscar series que se salgan de lo normal, por su temática, por su modo de afrontarla, por su evolución.

Ya saben los que me siguen que soy aficionado a ver series no muy largas y, por supuesto, que estén acabadas. La disyuntiva que se les ofrece a los productores actuales es que con las nuevas plataformas de pago, las series se pueden alargar o cortar de raíz en función del éxito que tengan en el público, y a veces es difícil saber si una serie se va a acabar ahora o en una década a base de estirarla como una goma, hasta que algún actor o actriz principal decide que ya está cansado y que ya no tiene futuro, y la serie se desmorona porque pierde una baza esencial.

Por eso no es fácil discernir si alguna de las series relativamente actuales que están alojadas en esas plataformas van a seguir perviviendo o tiene un plan predefinido del que no se quieren salir. Por suerte encontré esta serie, Maniac, que a tenor de lo que explica en la historia lineal tiene un principio y un fin, y su dirección y producción la concibieron para una sola temporada; se grabó en 2017 y la subieron a Netflix a finales de verano de 2018. A todo esto hay que señalar que los estadounidenses, que son muy vivos ellos, trasladaron la idea de la serie de otra con el mismo nombre, producida por la televisión noruega; no duden que en unos años haya una «La casa de papel» al más puro estilo yanqui.

Es efectivamente una miniserie aunque también, tal y como yo la he estado visionando, se podría considerar una especie de superlargometraje; de hecho, la división en episodios (diez) no tiene más razón que la de dividir en dosis de tres cuarto de hora por cada uno para poder ir viéndola de forma estructurada, pero no hay una tensión que te deje algo pendiente para la siguiente entrega, esto también es a la vez una ventaja y un perjuicio para las series en estas plataformas. Yo lo doy como bueno, porque afronto la serie como una película larga y me rentabiliza el visionado, la cojo y la paro cuándo y dónde quiero, no descubro nada, pues es lo que hace todo el mundo.

Maniac es una serie que se sale de lo común por varias razones, probablemente lo que mejor la caracterice sea su indefinición, es drama, es comedia, hay intriga, hay desconcierto… Es difícil de calificar en cuanto a su estilo y tal vez esa sea su primordial virtud, ya que es sorprendente y no sabes qué va a pasar, adónde quiere llegar y adónde va a llegar.

Es una serie que te genera sentimientos encontrados, por un lado, te enamoras de los dos personajes principales, pero también sientes pena por ellos. Su creador, Cary Fukunaga, o al menos el que adaptó esta serie de la televisión noruega como ya he referido, quiso que su as en la manga fuera ese, una manera de contar la trama de forma un tanto caótica.

Annie Landsberg (Emma Stone) y Owen Milgrim (Jonah Hill), son dos personas que no se conocen y que dados sus problemas mentales, podemos entender que tienen un síndrome maníaco depresivo, y que también sufren de alucinaciones; ambos deciden someterse a una terapia innovadora a base de pastillas y ondas cerebrales que pretende hacerles superar todas esas dolencias.

La empresa que dirige el proyecto, que es tan innovador como arriesgado, a la vez que sarcástico, no es otra que la caleidoscópica Neberdine Pharmaceutical Biotech, la cual se mueve entre una cálida promoción de su terapia de lo más surrealista al estilo de teletienda y un severo control de sus pacientes con unos vigilantes que más parecen capos de un campo de concentración.

Annie y Owen que aparentemente no se conocen comienzan a conectar de forma inconsciente poco antes de iniciarse el experimento. Annie tiene un trauma familiar, su hermana falleció en un accidente de tráfico cuando viajaba junto a ella, aunque no tuvieron la culpa, pero tiene enormes remordimientos porque, de algún modo, su relación era convulsa y no se pudo despedir en paz de ella. Owen por su parte es un tipo introvertido, también incomprendido por su familia, la cual nunca entendió ni apoyó los problemas psíquicos que le aquejaban; él se sitúa en la tesitura de acudir a un juicio para declarar a favor de su hermano y mentir o decir la verdad y romper casi para siempre con su familia en la probable última oportunidad que tiene de aferrarse a ella.

El experimento es una secuencia de tres pastillas y cada cual tiene el cometido de ir purificando los recuerdos que atenazan a los personajes. De algún modo ellos se revuelven contra el sistema, no solo porque les genera cierta antipatía, en cierto modo van obligados, sino que en esa huida hacia adelante los sueños de Annie y Owen, contra todo pronóstico, comienzan a coincidir. Esta es la parte más creativa de la serie, porque sus sueños son una especie de serie dentro de la serie. Owen y Annie se transportan a diferentes escenarios, épocas y circunstancias, parte de estas historias también son cómicas.

Esa conexión insospechada va a generar un impacto casi letal en la máquina que controla el complejo sistema de ondas al que se someten los participantes. El ordenador central es una suerte de cerebro semihumano (en femenino) que expresa sentimientos y se muestra sensible a la relación extracorpórea que mantienen Annie y Owen. La máquina y el proyecto claudicarán.

Lo mejor de todo es que aunque el experimento en sí haya sido un fiasco, Annie y Owen sacarán algo positivo, y es convivir con su enfermedad y aceptarla, que es una manera de aceptarse a sí mismos.

Esta es la parte en la que yo me siento más afectado, la de comprender la dureza que tienen que soportar las personas que sufren dolencias de este tipo, por muy optimistas que puedan ser las conclusiones que se sacan del conjunto de la serie.

Finalmente te quedas con una serie extraña, que tiene un poco de todo, pero que es muy dinámica, muy entretenida y que tiene unos giros que no te puedes imaginar.

Pues eso, a disfrutar de las historias dentro de la serie de estos personajes de los que nos enamoraremos, con los que nos divertiremos y con los que también sufriremos.

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