EL CORONAVIRUS, MUCHAS PREGUNTAS Y POCAS RESPUESTAS

Cuando estábamos viviendo el inédito confinamiento de marzo, abril y mayo pasados, permanecíamos en una burbuja que primero era de miedo y luego fue de seguridad. Allí mientras uno vagaba con la incertidumbre de un escenario excepcional se me venían muchos (muchísimos, ¿a quién no?) pensamientos a la cabeza y también tenía pensado cómo expresar esto en esta mi bitácora, convertida casi en mi diario o más exactamente, mi semanario personal. 

En esos pensamientos fugitivos ya tenía ideado el título, que sería «Crónicas del confinamiento 1ª parte» y lo que quería inicialmente era hablar sobre mi situación personal y cómo afronté todas esas semanas, unas con mi hijo, semana sí semana no, y las otras absolutamente solo; mis rutinas, mis entrenamientos deportivos, mis temores… 

A medida que nos desconfinamos y volvimos a ser un poco como antes, me volví un poco más reservado en expresar esos aspectos tan personales y no descarto tratarlos en otra ocasión, pero por el momento se quedan en mi ámbito privado. 

Más allá de eso tengo otras reflexiones personales que son las que sí que he tenido ocasión de expresar con la que gente con la que me relaciono o hablo, se trata de la vertiente pública y noticiosa de toda esta pandemia. 

Mi padre era una persona con la que seguro que mantenía una notable equidistancia en el modo de ver la vida porque éramos de caracteres bastante diferentes, pero como buen padre me dejó interesantes enseñanzas. Una de esas enseñanzas, tal vez mucha gente cercana a mí desconozca esto, es que mi padre era un incrédulo y pregonaba que lo que no se podía ver no existía, ni fantasmas, ni muertos vivientes, ni apariciones, y por ende, intuía que necesitaba respuestas casi científicas a todo lo que forma parte de lo desconocido o lo misterioso. 

Yo, por extensión, me he convertido, tal vez lo fui siempre, en un incrédulo, siempre tengo muchas preguntas, y los que me conocen saben que pregunto mucho, y a veces no encuentro las respuestas o estas no son las adecuadas. 

Sobre el coronavirus me ha pasado esto, me sigue pasando, tengo muchísimas preguntas y muy pocas respuestas, y muy pocas verdades. 

Las grandes conclusiones de esta pandemia global no por obvias voy a dejar de enumerarlas: Todo esto era imprevisible, el ser humano es negligente por naturaleza, se han cometido muchos errores y la improvisación ha estado a la orden del día, el ser humano mira hoy la muerte de cara y mañana se le olvida, y la vida vale hoy menos que antes, amén de que la humanidad también se siente hoy más vulnerable que ayer. Ah, que no se me olvide, que con los negacionistas del COVID y los antivacunas, no cabe otra cosa que cuestionarse si en este mundo se ha agotado el cupo de gilipollas, y la respuesta concreta no puede ser otra que negativa. 

Ante esta imprevisibilidad, en España también tenemos unas poquitas conclusiones, y es que nuestros políticos, todos sin excepción, siguen haciendo sus batallas y en vez de haberse unido o concentrado por única vez en la historia, han seguido y siguen en sus batallas. Si no se han unido para esto, ¿cuándo lo van a hacer?, jamás. ¿Se hubieran evitado muertos o rebrotes? A lo mejor sí o a lo mejor no, pero esa unidad hubiera proporcionado una seguridad adicional a la ciudadanía. 

Otra de las grandes conclusiones es que el sistema de las autonomías es profundamente insolidario, en los momentos críticos de marzo y abril, cuando las UCIs de determinadas comunidades autónomas y los respiradores disponibles estaban saturados, muchos médicos tuvieron que sacrificar pacientes y elegir al más viable para la curación, mientras el otro o los otros eran casi repudiados, en vez de haber tenido la opción, vía protocolo, de haber mandado a ese paciente menos viable pero con alguna posibilidad de salvación, mediante helicóptero medicalizado, a la UCI de una comunidad autónoma contigua donde hubiera plazas disponibles. Al final van a tener razón en este punto ese partido de ultraderecha que defiende que las comunidades autónomas no sirven para nada. Esta aseveración hay que dejarla en el alero, qué remedio, diecisiete autonomías y diecisiete criterios diferentes para afrontar esta crisis sanitaria o para que los niños entren al colegio, o para las reuniones, o para los locales de ocio, o para las mascarillas, o para el tabaco, o para… 

En estos meses me he hecho muchas preguntas sobre el coronavirus y he obtenido muy pocas respuestas, no porque no las hubiera, sino porque soy un incrédulo y muchas de esas respuestas no me convencen. 

En mi incredulidad natural, y no sé si a Vd. que me lee le pasa lo que a mí, que igual que cada español lleva un seleccionador de fútbol dentro de sí, yo he soñado que también hay un médico dentro de mí, también pienso desde mi faceta científica rayana en lo absurdo que hay algo que se nos escapa, que haya más de un tercio de los contagiados del coronavirus que no sepan dónde se han infectado, aun manteniendo las medidas de seguridad, me obliga a pensar si no hay algo que no estamos sabiendo interpretar. 

He estado buscando en estos tiempos opiniones que me convencieran o tranquilizaran, que despejaran mis dudas sobre esta pandemia y tengo la sensación de que todo lo que he escuchado o visto siempre me ha dejado alguna cuestión sin resolver. Es esa sensación de sí pero…, y a todo esto contribuye una falta de unidad científica que se acerca también a la desunión política de la que nos quejamos en España, me quejo.

Tengo una duda que no tiene respuesta y si la tiene es larga y no clara, si añoramos la inmunidad de rebaño, ¿no es necesario para eso que la gente se contagie preservando a las personas mayores o los más vulnerables?, sin embargo, tenemos una profunda preocupación por los rebrotes, pero a la vez nos dicen que ahora llegamos a más gente porque hay más rastreadores. No obstante y junto a todo lo anterior no conviene hacer PCRs a todo el mundo porque hoy puedes no estar contagiado pero dentro de dos días sí y no sirve para nada, pero paralelamente si los haces de forma masiva se consigue saber quién está contagiado un día determinado y a esa gente, hasta ese momento contagiadora en potencia, la aíslas y deja de propagar el virus, con lo que limitas la expansión. 

Cada cual es libre de expresar lo que le dé le gana, y ahora con las redes sociales cualquier opinión trasciende de forma exponencial y se propaga con más rapidez que este virus que nos acecha, y ante toda esta amalgama de discursos e informaciones uno se satura, y a veces encuentra argumentos que se contradicen y estrategias que son incompatibles. 

Mientras tanto no tenemos del todo clara la forma en que se transmite este dichoso virus, ni tampoco tenemos unos medicamentos certeros que lo cercenen de raíz, como la penicilina se carga las bacterias. Ayer era tal medicamento que al día siguiente ya no valía, mañana será otro, que si tal mascarilla va bien para cargarse el virus, pero hoy mismo he escuchado que un antimosquitos bastante popular también se lo carga ¿? Y a la par que todo esto ocurre, cuando tenemos tantas preguntas en el aire, y estoy convencidísimo de que algo se nos está escapando en cuanto a cómo se comporta el virus en el ambiente, cuando no hay buen medicamento, ya tenemos las vacunas y no una, sino chorrocientos. No, las farmacéuticas no se han unido para transferir experiencias, cada una a su bola. Al final van a llevar razón esos que dicen que los tres negocios privados más importantes del mundo actual son las drogas, las armas y, por supuesto, las farmacéuticas; todos son hienas en su justa medida y ámbito. 

Ahora sí, que tengamos que estar pagando mascarillas con el 21 % de IVA, o sea, como un artículo de lujo es para que meter a toda esta tropa del Gobierno en la cárcel a pan y agua, y mira que me considero apolítico. Y es que con esta acción, la gente no puede costear este gasto extra y no renueva la mascarilla cuando se debe, es como «la mascarilla que se muerde la cola», perdóneseme el chascarrillo.

Y finalmente añoraremos, ahora sí y mira que nunca he sido mucho de mirar hacia atrás ni pensar que antes vivíamos mejor, o que la música de mi época era la más grande, o que hace tanto tiempo éramos más felices con menos (esto sí), pero con el coronavirus de los c… habrá que reivindicar que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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