GUILLERMO TIMONER, LA HISTORIA OLVIDADA DE UN MITO DEL CICLISMO ESPAÑOL

Hubo un tiempo, o así lo percibo yo, en el que había bastante afición, más que ahora, al ciclismo en pista; se sucedían en muchos países desarrollados los eventos denominados «Los Seis días de ...» y a ello seguía el nombre de la ciudad donde se celebraba, estos se consideraban una gran atracción con mucho éxito de público… y crítica. Han existido casi un centenar de ciudades, de grandes ciudades en los que estos eventos tuvieron lugar, hoy extintos, tan solo quedan casi como versos libres competiciones de este tipo en un puñado de lugares, a saber: Berlín y Bremen (Alemania), Melbourne (Australia), Londres (Reino Unido), Gante (Bélgica), Copenhague (Dinamarca), Rótterdam (Países Bajos) y Fiorenzuola d'Arda y Turín (Italia); por supuesto, también murieron estos festivales ciclistas que se celebraban en nuestra tierra, tanto los Seis días de Madrid como los de Barcelona.
 
Y es que tuvieron gran predicamento a nivel mundial a lo largo de buena parte del siglo XX decayendo de forma apreciable a finales de los 80 y principios de los 90. La clave del éxito se fundamentaba en que se trataba de una sucesión de pruebas muy plásticas, explosivas, espectaculares, de estrategia, concentradas en un recinto que permitía también una oferta comercial y de eventos paralelos bastante potente para los asistentes, incluidas las apuestas, apuestas muy blanditas meramente organizadas para contribuir al entretenimiento del público y a que tuviera más alicientes. Se basaba en pruebas en las que competían y compiten parejas de ciclistas en una variada gama de especialidades del ciclismo en pista, muchas de las cuales forman parte del programa olímpico actualmente.
 
Considerando esa colección de pruebas en las que al final se proclama una pareja vencedora, también se desarrollan otras a título individual que igualmente también tienen buenas dosis de espectacularidad.
 
En los años 50 y 60 del siglo XX podríamos decir que había casi más velódromos, buena parte de ellos al aire libre, que hoy. Ahora será porque nos hemos vuelto muy señores y deseamos la comodidad de un recinto cubierto con todos sus aliños propios, y hay pruebas más que sobradas para deducir que el mantenimiento de los no muchos velódromos existentes en el mundo es bastante costoso y para las administraciones que detentan su gestión es sinónimo de déficit. Por cierto, aquel famoso Palma Arena en el que estuvo implicado el ínclito Urdangarín, es un claro ejemplo no ya de una majestuosa instalación, ejecutada en época de vacas gordas, sino también de un engendro que cuesta mucho mantener cada día, amén de los sobrecostes que tuvo al realizarse.
 
Ese atractivo que tenían los velódromos en la época referida se podría asemejar, al menos en España, a las corridas de toros o a los deportes de frontón, salvando las distancias lógicas a tenor de que estamos hablando de mundos diferentes pero que se alimentaban del calor del público.
 
Hubo una especialidad muy singular en aquellos años, que hoy ya ha desaparecido, como es la prueba de medio fondo tras moto, en la que el ciclista se colocaba tras la moto que conducía normalmente el entrenador de este y que iba de pie para proteger al deportista, contando en el extremo posterior con un rodillo al que intentaba pegarse todo lo posible el ciclista para que este le cortara el viento, iba a rebufo, pudiéndose alcanzar las sorprendentes velocidades de hasta 100 km/h, y medias de 60 o 70, así que no se puede negar que el espectáculo estaba asegurado. Se trataba de pruebas de unos 25 km, donde competían varios ciclistas (y motos) a la vez.
 
Sobresalió en esta especialidad un nombre que más o menos puede ser algo conocido para los aficionados al ciclismo, el mallorquín Guillermo Timoner, y prácticamente desconocido para el resto de los mortales. Timoner fue capaz de conseguir en esa especialidad seis campeonatos del mundo entre 1955 y 1965, y en esa y otras propias de la pista (velocidad, persecución…) diecisiete campeonatos de España.
 
Sin duda que se trata de uno de los grandes olvidados del deporte español, en 2020 Guillermo Timoner sigue vivo con sus 94 años y aún concede entrevistas, refiere que jamás ha tenido achaques de salud, pero que la edad, que no perdona a nadie, le obliga a andar con bastón. Por cierto que en cuanto a entorchados internacionales le llegó a superar un paisano suyo, algo más conocido, y también retirado ya, como fue Joan Llaneras, que consiguió siete campeonatos del mundo y la gloria olímpica con dos oros y dos platas.
 
De niño me aficioné a este deporte, cuando aquellos eventos de seis días todavía daban sus últimos coletazos y todavía existía, muy residual, el medio fondo tras moto, estamos hablando de principios de los años 80, yo asistía con enorme interés a las retransmisiones televisivas que me trasladaban esa espectacularidad y el singular atractivo de todo el abanico de especialidades que coexistían en los óvalos.
 
Fue en ese momento cuando yo conocí la existencia de Guillermo Timoner, del que a principios de los 80 se le tenía como un mito, ya ciertamente algo olvidado por muchos, pero todavía un poco presente. Y aquí viene una de las grandes curiosidades del mundo del deporte, cuando yo ya había puesto en mi mente en su justo lugar la gran figura de este grandísimo ciclista, sucedió que esa prueba de ciclismo tras moto que aún se seguía celebrando en España con escasos practicantes, vio que aparecía Timoner de no se sabe dónde en el año 1984 para disputar esa prueba.
 
Se conoce que después de abandonar la alta competición, este mito nunca dejó las pistas, aunque fuera de forma aficionada, como una forma de no perder el pedaleo, y lo cierto es que la bicicleta es uno de los deportes donde se puede mantener muy buena forma incluso a edades avanzadas. Pues el caso es que el famoso equipo ciclista por aquellos tiempos, Teka, lo fichó en en 1983 (Guillermo Timoner tenía 57 años) de cara a afrontar la referida prueba en el Campeonato de España del año siguiente, y porque el vencedor de la misma podría tener premio.
 
Ese año el campeonato se celebraba en el Velódromo de Algaida (Islas Baleares), a la sazón una pista al aire libre, ¿y quién cabe suponer que ganó el medio fondo tras moto? Sí, Guillermo Timoner, que con 58 años ya era abuelo, pero un abuelo en plena forma. De hecho, la crónica de aquel campeonato refiere que dobló en dos ocasiones a su rival y este último optó por abandonar. 39 años habían pasado desde su primer campeonato de España y este, un increíble acontecimiento. Pero es que efectivamente había premio para el ganador, que no era otro que ser seleccionado para el Mundial de ciclismo en pista que ese año se disputaba en Barcelona. Acudió para la prueba de keirin (es una prueba de velocidad pura en la que una moto marca un ritmo creciente durante unas vueltas para abandonar la pista y los competidores se la juegan al sprint en unas pocas vueltas), ahí Guillermo Timoner no pudo ante rivales mucho más jóvenes y profesionales, y aquella fue su última gran puesta en escena.
 
Poco se ha hablado después de Guillermo Timoner, de vez en cuando, en alguna retransmisión televisiva de ciclismo en pista se hace alguna alusión, pero entre que hay pocas y que la especialidad de este protagonista ya no existe, lo cierto es que su cada vez más tenue sombra terminará por extinguirse.
 
El ciclismo en pista ha perdido notoriedad en España y diría que está bastante descuidado a nivel federativo, y supone un gran bagaje de medallas a nivel olímpico, porque después de atletismo, natación y gimnasia, probablemente sea el cuarto deporte que más medallas otorga, así que no estaría mal que invirtiéramos más en la pista y si cabe ahora con más ahínco, dado que el ciclismo en carretera lleva en España una década de capa caída, sin grandes estrellas que puedan emular a los Delgado, Induráin, Contador…, prueba de ello es que aún tenemos entre los mejores deportistas de nuestro país a un imperial Alejandro Valverde que todavía con cuarenta años sigue dando guerra.
 
El medio fondo tras moto murió al parecer por la peligrosidad de la especialidad, motos que alcanzaban bastante velocidad y cuando había accidentes y esas máquinas estaban de por medio, había que pensar en funestas consecuencias.

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