"EL CÓDICE 632", DE JOSÉ RODRIGUES DOS SANTOS

He estado estos últimos meses comentando con amigos y compañeros de trabajo acerca del uso postrero que le doy a las novelas que he leído, y dado que he realizado una pequeña reforma en mi casa he tomado la decisión, probablemente no acertada, de no acumular más libros en mis estanterías.

No soy de los que tienen libros acopiados que no se han leído jamás, ni se leerán, todo lo que tengo ha pasado por mis ojos; siempre he pensado que hay tanta cultura latente en muebles bar de mucha gente que de haberse leído un mínimo porcentaje tal vez el destino de esas familias hubiera cambiado hacia una mayor prosperidad, pero bueno eso son cábalas de uno que ama la cultura.

Y definitivamente, ya sé que mucha gente esta muy orgullosa de sus bibliotecas, signo de cierta erudición, pero es que voy a intentar llevar una nueva fase de mi vida hacia cierto minimalismo y lejanía de lo material aunque ello suponga desembarazarme de algo tan bonito como un libro. La opción para ganar ese espacio es la donación a la biblioteca pública de mi localidad y también la de regalar libros a buenos lectores, he de inclinarme porque los libros ocupen espacio en mi mente pero no en mi hogar.

Existe también una razón de fondo para haber tomado esta determinación y es que yo no leo por segunda vez una novela, o con mayor precisión no suelo hacerlo. La posibilidad de convertir este blog dentro de la etiqueta de «libros» en mi memoria externa alienta también esta decisión.

Y es una pena que todo esto ocurra, o sea, no tener más espacio en una casa no muy grande, que no pueda volver a leer algo que ya leí por falta de tiempo y por la pertinaz necesidad, casi el deseo, de leer algo nuevo para mí. Aunque lo peor de todo es que te das cuenta de que cosas que ya has leído apenas dejan huella en tu memoria, es como si no hubieras leído nada.

Pues antes de donar el libro que hoy traigo a colación y que leí hace no menos de quince años quise intentar recordar de qué iba y pensé que me había gustado, así que hice algo inusual en mí, es decir, releer esta novela y poner a mi memoria examen para saber qué huella había quedado. Lamentablemente he de señalar que no debo tener mucha memoria o la lectura de este libro no dejó tanto poso en mí como yo pensé que había ocurrido.

De mis iniciales sospechas acerca de lo que iba esta novela pasé a cierta desilusión por apreciar que estaba delante de una novela que era prácticamente inédita para mí, es decir, que no me acordaba de nada de ella, y todo ello terminó también en algo de decepción porque pensaba que estaba ante una novela apasionante y finalmente me dejó sensaciones encontradas.

«El códice 632» es una novela que nos mete de lleno en el descubrimiento de América. El escritor y periodista portugués José Rodrigues Dos Santos pretende construir un personaje que tiene alguna similitud con el profesor Langdon de la exitosa serie de libros de intriga y acción de Dan Brown; en concreto el profesor de criptología Tomás Noronha es posterior al anterior personaje y no veo nada extraño que tuviera cierta inspiración.

Al profesor Noronha le hace un encargo una Fundación norteamericana que tiene como fin indagar en los trabajos que dejó pendientes un viejo historiador recién fallecido, el profesor Toscano, y en cuyo horizonte estaba sacar a la luz las verdades sobre el descubrimiento de Brasil que tuvo lugar en 1500 sobre la base de una serie de eventos que tendrán como fecha de destino el año 2000 que es cuando se celebraba ese redondo 500º aniversario. Tras pecuniarias negociaciones Noronha accederá a continuar la investigación y comprobará que esa investigación inconclusa está gravitando acerca del origen de Cristóbal Colón.

En esas pesquisas por recuperar lo investigado hasta ahora por el viejo profesor Toscano comprobará que la Fundación ha verificado que buena parte de esas investigaciones requieren de la erudición de Noronha, avezado en la enseñanza de la criptología y, por ende, en el descifrado de complejos jeroglíficos, juegos de palabras y cábalas.

Lo que comienza siendo una novela apasionante termina convirtiéndose en una suerte, a ratos, de tediosa profusión de datos acerca del posible origen de Colón, ¿italiano, catalán, castellano, portugués…?

Y es que la novela, que comienza con cierto ritmo y hasta de intriga, con dosis de apasionamiento y lío de faldas también, poco a poco se desmorona y defrauda un tanto ya que es excesivamente tecnicista, lo es de tal forma que en determinados momentos parece que estemos ante un ensayo y no ante una novela. Aunque Rodrigues trata de hacernos su docto recorrido acerca de la documentación que avala su tesis (la de su personaje) del origen de Colón, con visitas a diversos lugares del mundo con detallada relación de monumentos o calles que merece la pena ver alguna vez en la vida, su exceso unido a una falta evidente de diálogos puntuales hace que termines por decepcionarte, tanto que subrayas el objetivo del autor, que no es tanto el de exponer una historia novelesca sino una conjetura académica.

Me temo que lo que parecía al principio como una novela que iba a ser trepidante termina devorada por esa catarata conceptual que hace que finalmente ni siquiera la poca acción que tiene tenga suficiente enjundia, o que casi el lío de faldas del personaje principal y sus consecuencias en su familia ocupe un segundo plano, irrelevante, falto de interés.

Aun así no puedo quitarle méritos a un trabajo que es de por sí sumamente concienzudo y que para los lectores interesados en una hipótesis, otra más, sobre el origen de Colón, este recorrido histórico sobre documentos reales puede ser un ejercicio apasionante, algo que para mí, más proclive a buscar un producto con algo más de acción se me queda un tanto vano. Y, por cierto, el Códice 632 es también un texto real que avalaría la justificación de Rodrigues sobre el origen auténtico de Cristóbal Colón, personaje tan icónico como misterioso.

Por suerte no se deja leer mal y tras una inédita primera lectura en un pasado que ni consigo rescatar en mi memoria, ya puedo sellar con esta entrada el salvoconducto memorístico que requería para poder decir, aunque me deshaga de este libro, que sí podré recordar en el futuro de qué va.

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