"AHORA HABLARÉ DE MÍ", DE ANTONIO GALA

No sé si me ha pasado en alguna ocasión con otro escritor, el caso es que el otro día me vino un pensamiento relativo a Antonio Gala, lo primero era preguntarme si había muerto, que no, lo verifiqué, y también comprobé que ya está muy achacoso y mayorcito, por ese orden, y no asiste a los reiterados homenajes que se le siguen haciendo o actos en los que se requiere su presencia, como antaño, donde era habitual en todo tipo de eventos y, cómo no, con frecuente aparición en medios de comunicación, sobre todo la televisión.

Pues tuve la necesidad de reflexionar en voz baja acerca de lo que yo había leído de este ilustre cordobés, sinceramente casi nada, recuerdo haber leído «La pasión turca» y poco más, y me parecía que a este escritor le debía otorgar un mejor trato, no me fuera a pasar que por dejarlo, al final lo tenga que leer cuando muera, y eso que le deseo una más larga vida de la que ya goza en la actualidad; pero es que pasa, en cierta manera a mí y a mucha gente, que cuando muere algún escritor o director de cine, por ejemplo, pues es cuando te acuerdas de lo bueno que fue y le rindes tu particular homenaje leyendo un libro suyo o una película que dirigió.

Así que me puse a buscar en su obra a ver qué me podía inspirar y acerté de pleno, porque en vez de escoger una novela al uso, seleccioné esta «Ahora hablaré de mí» que daba a entender que tenía tintes autobiográficos, y eso me ayudaría a hacer un homenaje en vida a Gala, conociendo más acerca de su persona.

Bien es cierto que el propio autor reconoce en su prólogo que no es una autobiografía, ni unas memorias, sino más bien un relato inconexo de vivencias, es una particular manera de explayarse porque el cuerpo se lo pide y como resumen que él mismo expresa «no consiste en una lista de hechos de los que tenga que acordarme; por el contrario, es una acumulación de hechos de los que me acuerdo». Y ya está, basta adentrarse un pelín en el libro para darte cuenta de que es una especie de biografía no cronológica basada en muchas anécdotas, donde parte sin reglas y algunos capítulos son pura literatura, pura poesía… y otro son comedia.

Y reitero que acerté desde el principio, porque no sé si adrede Gala propone en su primer episodio que lleva por título «El automóvil y yo», una hilarante sucesión de vivencias relacionadas con su afección hacia los coches, su deseo de haber podido conducir y que nunca alcanzó, porque intentó sacarse el carnet y lo desahuciaron autoescuela tras autoescuela. Es un relato graciosísimo, casi para echarse a reír, porque de algún modo se mofa de sí mismo. Por eso digo que con este episodio inicial tan ingenioso ya es que no puedes parar de leer, porque en buena parte del libro va recapitulando determinados aspectos de su vida, teñidos por anécdotas que te sacan una sonrisa.

A medida que iba leyendo el libro me di cuenta de un par de detalles nada baladíes, para empezar que no conocía nada de Antonio Gala, es decir, que tenía una visión errónea de su trayectoria. Hay que decir que lo conozco por su faceta literaria como autor de novelas, pero es que resulta que esa fue una vertiente tardía de su carrera, porque a lo que se dedicó en sus primeros años y durante mucho tiempo es a ser autor teatral, con un bagaje muy nutrido a sus espaldas, incluidas comedias, también algunas colaboraciones en el cine y también en la televisión, donde fue guionista, y colaboraciones como articulista en diversos periódicos.

La segunda cuestión que me ha sorprendido es que Gala es un superdotado, así, tal cual. Tenemos la poco certera concepción de que los superdotados suelen inclinarse por la ciencia, pero es que Gala rezuma ese halo evidente de un ser superdotado, con apenas veinte años ya tenía tres carreras universitarias y con expedientes brillantísimos, Derecho, Filosofía y Letras, así como Ciencias Políticas y Económicas. Podría haber ejercido de lo que le hubiera dado la gana, de abogado, de juez, de profesor universitario, de economista, pero para dicha del mundo y de sus lectores, todo ese potencial de una inteligencia superior lo dedicó a la carrera literaria. Por cierto que su manera de escribir certera, ingeniosa, bella, culta…, ofrece también una pista acerca del nivel de Antonio Gala, es una escritura de una calidad superlativa.

Como genio que es se percibe en el libro que ha destacado por su versatilidad, por ser un hombre multidisciplinar, brillante en cualquier expresión cultural en que se encontraba inmerso. Y sobre todo esta narración a medio camino entre el ensayo personal y la autobiografía es un canto a la vida; Gala ha vivido mucho, ha aprovechado el tiempo al máximo, desenfrenado, experimentando todo lo que se podía experimentar.

Yo diría que ha tenido una vida a lo ancho, que es cuando se aprovecha muy bien el tiempo que uno vive, porque como dice aquel no sabemos lo largo que va a ser nuestro recorrido vital, pero además, y sorprendentemente pese a que ha estado en más de una ocasión entre la vida y la muerte, y casi desde muy temprana edad ha tenido que ir de la mano de una manera muy habitual de médicos, aparte de tomar medicaciones de por vida, su longevidad hace que sea una de esas personas de las que se dice que tiene una delicada salud de hierro.

Como ha aprovechado el tiempo magníficamente le ha dado para mucho, ha viajado, ha reído, ha llorado, ha sufrido, ha experimentado…, son innumerables facetas las de su vida y ha conocido a muchísima gente. Todo ello, viajes, gente, escenarios diversos, le han proporcionado una cantidad de anécdotas increíble, muy interesantes, algunas de ellas muy graciosas; el libro está jalonado por un montón de ellas. De hecho, debía ser un tipo que daría gusto estar con él en sus momentos de mayor efervescencia porque él mismo habla de sus golpes de ingenio que eran notablemente aplaudidos y eso también se destila en este libro.

Aparte de sus desavenencias con el coche, por donde empieza esta especie de manual de instrucciones de sí mismo, habla de su relación con los alcaldes (por el sinfín de reconocimientos públicos que ha tenido por toda España y por buena parte de América), de la relación con sus lectores (la montaña de cartas diarias que ha recibido casi desde que es famoso), de la gente del teatro, de los médicos y su salud, de los periodistas, de los escritores, de los políticos, de sus casas, de sus perros y del sexto sentido que tienen para percibir el estado de ánimo de uno, de los animales en general (los ama a todos, este capítulo es muy bonito, pero es curioso que le hayan gustado los toros), de lo supersticioso que es (sorprende en un hombre tan culto), de las drogas, sí de las drogas, de las bebidas, de sus viajes, de sus amigos…

Deja para el último capítulo el amor, él lo titula «Los amores y yo», creo que a las alturas de la película todo el mundo sabe de la homosexualidad de Antonio Gala y la discreción con la que siempre llevó esta vertiente vital tan íntima, tan personal y tan importante para el equilibrio emocional de cada uno. Obviamente mantiene esa discreción en el libro y es, sin duda, su capítulo más personal, no ofrece anécdotas, no narra, se dedica a escribir poesía sobre sus sentimientos, todo lo bueno que es amar y ser amado, y lo terrible que es la ruptura, el sentirse solo, una vez más, y Antonio Gala ha ido tachonando su vida de amores y desamores.

Una lectura francamente grata que me ha supuesto un acercamiento vital y necesario hacia la insigne figura de Antonio Gala, al que también hace falta que se le recuerde más, por eso, porque todavía vive para apreciar homenajes, aunque sean anónimos, como el mío.

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