"VAMOS A CONTAR MENTIRAS", DE ALFONSO PASO

Comoquiera que la televisión defenestró al teatro y aquellos atractivos espacios televisivos que representaban obras de este género quedaron básicamente en el olvido, imagino que para los jóvenes actuales el teatro no será ningún aliciente, como sí lo era para un niño de provincias como yo, criado en los 70 y 80, al que le llamaba la atención esa puesta en escena en tiempo real que proyectaba la televisión, puesto que me era bastante complicado ir a una representación como público, por edad, por presupuesto y lo más importante, por lejanía.

En ese proceso de defenestración grandiosos dramaturgos del siglo XX también han caído en el olvido y he querido acercarme en esta nueva entrada de esta etiqueta a la figura de Alfonso Paso, otro de los genios del teatro español contemporáneo, capaz de convertir cada suceso cotidiano en una historia relevante y llena de recovecos noticiosos.

Los designios vitales a veces son sorprendentemente inescrutables y Alfonso Paso antes de dedicarse a escribir teatro comenzó estudios universitarios de Ingeniero Aeronáutico y que abandonó. Me ha recordado su trayectoria formativa, con las distancias lógicas, a la figura de Antonio Gala que esbocé unas semanas atrás, es decir, un tipo superdotado, con cierta facilidad para estudiar o con cierta inclinación a formarse en las materias más dispares, sí porque terminaría Historia de América y Arqueología, también llegaría a terminar los estudios de Periodismo, e incluso también llegaría a cursar algunos años de Medicina; en definitiva un tipo brillante que a poco que tuviera un poco de imaginación, todo lo que pudiera aportar a la sociedad fuera de esos ámbitos, parecería todo un regalo.

Así que se decantó por el teatro y en especial por el teatro de comedias, habiéndonos dejado cincuenta grandes obras y siendo guionista y director de un buen puñado de películas, todo un lujo a tenor de la calidad que he podido detectar en esta muestra que es algo más que un botón.

Estaba buscando una obra en concreto que vi cuando estaba en el Instituto pero no la recordaba bien y tampoco estoy convencido de que fuera de Paso, sé que tenía que ver con una trama de ladrones, y esta que traigo hoy a esta bitácora tiene que ver con ladrones y me dispuse a visionarla aunque no fuera la que yo buscaba.

Pues lo curioso es que, aunque sea por una leve pincelada, me ha resultado esta obra mucho más entretenida que otras comedias que ya he visto en la Teatroteca de Jardiel Poncela, otro maestro y con quien precisamente había una relación, pues Paso se casó con la hija de Jardiel; así que el influjo, si lo hubo, no pudo ser más evidente, aunque solo fuera para enseñar el camino.

En esta comedia titulada «Vamos a contar mentiras», escrita en 1961, y no por estar escrita en esa fecha deja de ser más actual, Paso fabrica una comedia de enredo que, si me apuran, diría que lo es al más puro estilo británico, lío, enredo, madeja, todo el enjambre se va haciendo cada vez más enorme y a medida que eso ocurre también produce una progresiva hilaridad.

El matrimonio Poveda, compuesto por Julia y Carlos es una pareja bien situada aunque menos de lo que les gustaría, que va a pasar la Nochebuena con otra pareja también igualmente posicionada. No obstante, Julia tiene un defectillo, se aburre profundamente y para animar su vida insulsa está constantemente mintiendo para hacerla más llevadera, para entretenerse. Su obsesión casi roza lo enfermizo, construye historias por doquier y, por ejemplo, la penúltima ha sido llamar a la novia de Lorenzo, la otra pareja amiga, para decirle que este está enrollado con una despampanante sueca que compite en natación.

Carlos y Lorenzo son amigos de toda la vida y la primera deriva es que para una fecha tan señalada la cena de cuatro se convierte en un trío por el arriesgado juego de Julia. Y claro Carlos observa cómo la deriva de su mujer no hace más que complicarle la vida, amén de que su estado de salud mental se pone en tela de juicio. Es más, Carlos que se tiene por un sesudo y equilibrado personaje conmina a su esposa para que deponga esa actitud tan nociva y que deje de inventarse historias y que honestamente vaya con la verdad por delante.

Claro que, como se suele decir, a veces la verdad duele e ir siempre diciendo verdades tampoco es tan llevadero, porque Julia amenaza con contar a los cuatro vientos lo que el matrimonio habla en la intimidad; total que Julia está en un sinvivir y no sabe si nadar o guardar la ropa.

Pero la situación se va a complicar enormemente porque cuando el trío abandona la casa para ir a cenar, llega Juan, un ladrón que compinchado con la criada de la casa que pretende llevarse joyas y objetos de valor de la misma, en esa jugada la criada tiene que parecer que ha sido agredida por los ladrones, pero el golpe es de tan mala fortuna que la mata y decide meterla bajo el sofá, en esas que llega Julia y es amenazada por Juan con la muerte si no le ayuda a sacar el cadáver, las joyas…

A Juan para más inri le está esperando su contacto que es un cura que conduce una ambulancia, y es entonces cuando vuelven Carlos y Lorenzo, no han podido conseguir un coche para ir a cenar porque se ha averiado el de Carlos, y Julia tiene que volver a mentir aunque no quiera porque su vida está en juego. Y ella poco a poco va encontrando en Lorenzo un aliado para su causa, para que su marido no piense que está loca ante lo que podría ser la trola del siglo: un ladrón escondido en casa y una criada muerta bajo el sofá.

La trama se irá enredando cada vez más hasta límites insospechadamente hilarantes, llegará el cura, Juan se lo cargará, Lorenzo verá todo esto y afirmará ante su amigo Carlos que ha visto un cura en su casa y entonces Carlos comenzará a creer que los delirios de su mujer se le han pegado a su amigo.

Y así seguirá el juego de mentiras y verdades, que al final son mentiras para contentar a Carlos que no verá con buenos ojos que la gente vaya por ahí inventándose cuentos. Y al final, Carlos el recto, el serio, el tipo que siempre está en su sitio, se revelará como el más imbécil y tonto de la obra, incapaz de enterarse de nada de lo que está sucediendo.

En definitiva una obra loquísima que es como unos fuegos artificiales donde todo va in crescendo, la risa es progresiva y al final es cuando más te ríes. De verdad, no es mentira, «Vamos a contar mentiras» es una obra para verla.

Esta función de 2005 me ha parecido lindísima, con unos actores que sabían lo que se pedía de ellos; tuvo lugar en el Teatro Imperial Cinema de Madrid, bajo la dirección de Jaime Blanch, y desde luego que ya amenazo con volver a Alfonso Paso, que merece la pena resucitarlo de vez en cuando.

Comentarios