1864, UNA SERIE DANESA QUE ENSALZA SIN TAPUJOS LA HISTORIA DE UN PAÍS

Ya lo he comentado en alguna ocasión en esta bitácora que a veces los árboles de lo comercial no te dejan ver el bosque de lo auténtico. Si pensamos que todo lo bueno del cine o la televisión nos tiene que venir de las grandes mecas de la industria cinematográfica y/o televisiva, de esos países de los que hemos visto desde chicos la mayoría de las películas de nuestra vida y las series que nos han acompañado en nuestro devenir por esta existencia, seguramente perderemos algunas joyas de calidad que solo por su procedencia ya no nos animamos a ver, las rechazamos casi de facto.

El reclamo de una revista temática de historia me hizo dirigir la mirada a esta serie danesa, sí danesa, que me ha sorprendido sobremanera, no sólo por el modo en que se cuenta el hecho histórico que es el núcleo de la misma, sino por la gran calidad con que está realizada, y obviamente que no tiene nada que envidiar a grandes producciones que narran y recrean, como es el caso, guerras de antaño.

Pero es que no nos quedamos asistiendo a un hombre mayor, Severin, en tareas de ayuda a domicilio. Este hombre es una especie de aristócrata venido a menos, vive en una mansión enorme, muy descuidada pero llena de riquezas y sobre todo de recuerdos del pasado. Al principio hay una reacción no muy pacífica por ambos, pero encuentran en común cierta atracción hacia la lectura de un vetusto manuscrito en el que una chica cuenta una historia de amor y de supervivencia, la misma tiene como eje discursivo un acontecimiento bélico que pasa por ser uno de los más tristemente recordados por los daneses y que sucedió de manera central en 1864, aunque la serie transcurre unos años antes y también después.

La Dinamarca de mediados del siglo XIX es como casi toda Europa eminentemente rural, la mayor parte de la gente se dedica al campo y a la ganadería, hay severas diferencias sociales entre ricos y gente humilde porque ni siquiera antes había una clase media, y también hay una marcada distancia en los roles asumidos por hombre y mujer, imaginables.

En la Dinamarca que dirige los designios del país, sus rectores y políticos vivían, como muchos políticos hoy en día, al margen de las necesidades del pueblo. En vez de preocuparse de sus problemas se enfangan en una guerra desigual, en una lucha por ensalzar el patriotismo danés, en la más pura expresión del nacionalismo furibundo, en el que cada país o cada territorio se piensa que es el centro del universo y el pueblo elegido por Dios. Se enfatiza esa plutocracia que jamás se mancha de sangre, que brinda cada vez que manda sus tropas al infierno. Es esa pretensión ciegamente imperialista, personificada en el primer ministro Monrad, un obispo que se encarga de canalizar el sentimiento nacionalista de las clases pudientes, forzando a su ejército a que luche por el territorio de Schleswig que entonces pertenecía a Prusia y que los daneses reclamaban invocando un inexistente derecho histórico o consuetudinario.

Mientras, el pueblo llano explota sus mundanas existencias, sus campesinas faenas al margen de los designios gubernamentales. En una zona rural dominada por un barón, donde hay una especie de segregación en pequeñito viven dos niños alegres, Peter y Laust, que añoran la llegada de su padre que está en la guerra, afanados por ayudar a su madre en todo tipo de tareas, incluida las propias de la agricultura. A la vuelta de su padre, con heridas en el cuerpo y en el corazón, los niños celebran su llegada mientras crecen con apreturas pero felices.

El barón también singulariza en su hijo Diedrich la hipocresía de los pudientes, y Diedrich será el fiel reflejo en la serie de la cobardía de los que más tienen cuando deben dejar atrás sus riquezas, los pocos que se afanan en ir a los campos de batalla, y tienen que exponer lo más preciado, sus vidas.

Peter y Laust conocerán a una niña de su edad que llegará a la zona, se hacen amigos íntimos y disfrutan de esa vida en libertad. Peter y Laust son soñadores tienen proyectos para el futuro y desde luego siempre con Inge en sus planes.

Y esos niños se harán mayores y esa amistad infantil se ha convertido en amor, pero en un amor extraño, un amor a tres, o eso es lo que Inge da a entender especialmente a Peter, porque ese amor es utópico, de quien está verdaderamente enamorada es de Laust.

Paralelamente vamos repasando el relato desde 2014 en la voz de Claudia que a su vez deja paso a la voz en off de Inge, la autora del manuscrito que en verdad está leyendo. Y en esas estalla la guerra en el pasado, y Peter y Laust acuden al combate, henchidos del valor que le infunden las clases gobernantes que aluden a los consabidos valores nacionalistas de los que un buen patriota no puede renegar.

La guerra empieza bien para los daneses pero es apenas un espejismo, el ejército prusiano de mayor número y mejor preparado comenzará a masacrar a las tropas danesas que no pueden abastecerse únicamente del valor patriótico para cumplir sus objetivos.

Los inseparables Peter y Laust, rivales en la sombra de una misma mujer y miembros de una misma compañía militar, tirarán por distintos caminos al enterarse Peter de la verdad que su hermano le está ocultando. Inge espera un hijo de Laust y es repudiada por su familia y vaga por los campos de batalla junto a unos gitanos en busca de su amado.

Y los daneses van perdiendo batalla tras batalla, acuciados por unos políticos desalmados, por unos oficiales insensibles y malos estrategas y por el frío que los tritura poco a poco. Cada batalla se convierte en una matanza para Dinamarca, y aunque los políticos lo saben su recompensa es quemar a todas sus tropas como sangrienta justificación de que lo van a gastar todo por un objetivo inalcanzable.

Relata la Inge del pasado que en la guerra todos pierden, incluso los que ganan, y los que sobreviven, sean ganadores o perdedores, se llevan para siempre las secuelas morales y psicológicas de las que es muy difícil desembarazarse. Dinamarca perderá el territorio, perderá a muchos jóvenes y su prestigio acabará por los suelos.

El final que los guionistas preparan para el relato del pasado es, dentro de la tragedia que se ha narrado, un tanto buenista, intentando rehabilitar a cobardes como Diedrich, pero es una licencia que puede ser válida aunque tal vez demasiado rebuscada.

En el mundo del siglo XXI Claudia y Severin encuentran el destino de una amistad serena, descubriendo además que son familiares lejanos, y además, el relato del pasado ha rehabilitado a la joven que verá el futuro con otro prisma.

La banda sonora de la serie es especialmente sobrecogedora, de enorme calidad compositiva, a cargo del compositor estadounidense Marco Beltrami, te mete de lleno en las trincheras.

En esta serie los daneses se hicieron un regalo a sí mismo, construyeron una producción convincente de la historia de su país, de 1864 a 2014, hagan las cuentas..., si 150 años; qué lástima que en España seamos tan reacios a ensalzar nuestra historia, y no salimos apenas de la Guerra Civil; perdimos una oportunidad en 2008 con el Bicentenario de la Batalla de Bailén, ¿para cuándo nos vamos a atrever a enorgullecernos con nuestra historia?, ¿cuándo se va a dar cuenta una productora del potencial que tendría una serie de estas características?

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