GERHARD HADERER, SACANDO LOS TRAPOS SUCIOS DE UNA SOCIEDAD MEDIOCRE

No sé desde cuándo pero lo cierto es que conozco las ilustraciones de Gerhard Haderer muchos años ha, tantos como los que llevo estando suscrito a la revista Muy Interesante; allí apareció durante varios años un dibujo suyo colorido, a toda página, prácticamente al lado de la portada de esta veterana publicación mensual.

Haderer ha sido capaz de llevar la sátira a su máxima expresión y es, sin lugar a dudas, uno de los caricaturistas más renombrados de finales del XX y principios del XXI. Su estilo inconfundible le ha permitido aparecer con ese sello propio que le identifica con precisión y que no tiene parangón con otros compañeros de profesión, o tal vez sí, aunque los que siguen su estilo o temática no son tan conocidos.

Ese trascender de los dibujos de Haderer se refleja en un elemento que lo hace universal, y es que sus dibujos son mudos, nadie habla, no hay viñetas y si las hay son mínimas, solo hay color y mensaje, y menudo mensaje.

Este dibujante austriaco también ha elevado a una suprema dimensión el arte del mensaje dentro de la imagen, remedando aquello de que «una imagen vale más que mil palabras», y es que no se pueden decir tantas cosas en un solo dibujo y no me imagino tanto material para la reflexión el que se puede extraer desde un dibujo que se presenta simple y que para nada lo es.

Y es que este ilustrador sabe muy bien el poder que maneja y ha ido perfeccionándolo a lo largo del tiempo. Para empezar nos ofrece una especie de truco de magia al inocente visualizador de sus creaciones. Cuando abrías las primeras páginas de Muy Interesante te encontrabas un dibujo a todo color, muy vivo, de este artista; la primera reacción casi subliminal es «tengo que pararme porque de primeras esto llama mucho la atención»; te capta con el color y en apenas cinco segundos recorres su dibujo, pero el poso dura mucho más. El mensaje oculto, nada gratuito ni difícil de ver, ya te ha atrapado y tú le empiezas a dar vueltas a la cabeza, a sonreírte tal vez, y a terminar por confirmar o dar la razón acerca del mensaje que te transmite. El truco ya se ha realizado y casi no te has percatado de que ha cumplido perfectamente el cometido para el que se hizo; en este sentido Haderer se convierte en el mejor publicista de sí mismo, ese tipo de publicidad que te vende su producto sin que te des cuenta, que no tapa su misión solo con un buen envoltorio.

Gerhard escruta la sociedad con intrépida astucia y saca todos los trapos sucios de la misma, desde luego tiene un infinito muestrario donde inspirarse. Y aquí viene su segundo truco de ilusionista, parece humor, lo es, pero ese poso al que me refería te obliga a reflexionar y percibes tras esa reflexión que hay algo mucho más profundo. Te la ha metido doblada en el buen sentido, por el mismo precio te ha vendido un dibujo gracioso y también un mensaje de calado.

En ese inmenso filón del que dispone para trasladar a sus cuadernos en forma de dibujo, la sociedad en su conjunto se lo pone fácil porque se sitúa en esa frontera en el que nuestro mundo circula desde hace años entre la incongruencia y la mediocridad, frontera que se avala con ese título de la sociedad del bienestar que tiene mucho que ver con el egoísmo, la falta de superación, la alienación, la intolerancia…

Me voy a fijar en un dibujo que si no es un ejemplo mayúsculo de la sociedad actual sí que denota que la sociedad es deleznable en cualquiera de sus manifestaciones humanas. Lo que sí que rezuma es la esencia de Haderer, ácido, puntilloso, pero tan real… En un dibujo aparecen tres sacerdotes enfrente de nosotros uno se tapa los ojos, el del centro los oídos y el otro la boca con una de sus manos, mientras que la otra agarra con firmeza las partes del que está en el centro. Y es que ese es el reflejo de la sociedad actual, calla, no ve, no escucha, y definitivamente mira hacia otro lado. Es el reflejo subrayado de esos gestores de la Iglesia Católica que siguen sin reprobar de manera enérgica y sin fisuras esa deriva no excepcional de una parte de su ejército hacia los abusos sexuales. Y de verdad que no trato de ser irreverente hacia esta institución con la que comparto las buenas cosas de su filosofía, pero este tema es flagrante y sigue sin resolverse de forma decidida, por más que el papa Francisco lo intente y ¿lo frenen?

¿Quién es Gerhard Haderer? Este veterano dibujante nació en 1951 en Linz (Austria), se formó en dibujo artístico y técnico en su adolescencia y luego acudiría para especializarse en grabados a Estocolmo (Suecia). En su retorno a su país natal su idea no era propiamente dedicarse a ese mundo para el que se había estado preparando, su idea era la de ser emprendedor en actividades relacionadas con el diseño gráfico, pero un cáncer que sufrió en 1985 le dio un giro a su carrera y fue cuando ya se dedicó por entero al humor gráfico en esta vertiente tan satírica y genuina que se ha sabido construir.

Poco a poco fue un objeto codiciado para un sinfín de publicaciones, ya fuera revistas, periódicos, empresas particulares que requerían de sus servicios para una campaña de publicidad; su ácida crítica de esta sociedad nuestra tan hipócrita ha sido su pase de oro para granjearse un prestigio más que merecido.

En los últimos años hemos podido sonreír con sus ilustraciones típicas en las que por ejemplo aparecen varias personas en un cafetería enfrentados a su ordenador portátil miran extrañados a un hombre en el centro de la ilustración que lee tranquilamente su periódico; o ese montón de móviles que están fotografiando la misma imagen de una playa, incapaces tal vez de disfrutar de la realidad; o esa madre que hacendosa ella prepara unas deliciosas galletas mientras sus hijos están abstraídos con sus móviles sin disfrutar de algo tan impagable como compartir experiencias. En fin, Haderer tiene tanta pedagogía que bueno sería que pudiera la humanidad entera pensar en sus dibujos y reconocer lo mucho que nos estamos equivocando.

Para concluir, tiene un episodio curioso este caricaturista y es que en 2003 publicó un libro de cómics titulado «La vida de Jesús», una versión muy imaginativa y distinta a la realidad que nos cuenta el Nuevo Testamento, en el que aparece un Jesucristo surfeando y amigo de «la María» (marihuana para entendernos), en un ingenioso juego de ideas. Esa sátira le provocó algún dolor de cabeza como que un par de años más tarde lo sentenciaran en Grecia de blasfemia con seis meses prisión, que al final consiguió eludir en apelación. Y es que en este mundo nos la cogemos con papel de fumar.

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