ESTAFADORES, EMBAUCADORES, SANADORES, CURANDEROS..., LOS QUE NOS QUIEREN ENGAÑAR NUNCA DESCANSAN

Llevaba tiempo queriendo escribir sobre esto y así me lo había sugerido hace poco mi compañera de viaje, pero tal vez no en el sentido o la dirección que ella piensa que le debía dar. Mi padre era muy incrédulo y no creía casi en nada que no pudiera tocar; ni fantasmas, ni muertos que se aparecen de noche, ni gaitas. A mí me pasa igual, lo cual me genera no pocos problemas existenciales, sobre todo con mis creencias religiosas, solo que él era un valiente y yo soy un pusilánime, por no decir un cobarde de tomo y lomo. Mi abuela materna a la pregunta «¿tú crees en Dios?», respondía «creo que sí», pues eso.

Creo que ese sendero que marcó mi padre me ha ayudado mucho y bien a tomar buenas decisiones y librarme en muchas ocasiones de malas influencias.

Probablemente desde que el mundo es mundo siempre hubo estafadores o embaucadores que trabajaban con el engaño para conseguir algo de los demás, dinero, riquezas, a veces sexo, y esto no cesa, esas personas coexisten con nosotros dispuestas a atrapar al más pardillo, entre tanta gente alguna se cuela en el tamiz y es donde ellos se aprovechan.

Leo con frecuencia libros de nutricionistas serios y aparte de que te ofrecen fantásticas pautas alimentarias, suelen incidir mucho en que no hay superalimentos o que tampoco hay comidas o bebidas que curan el cáncer (sí que el abuso de determinados alimentos podría ayudar a la aparición de ciertos cánceres). Son grandes profesionales que creen con fidelidad en la medicina oficial, en que por ejemplo el mejor tratamiento contra el cáncer es el diseñado por el oncólogo de turno, y por supuesto, ponen en la diana a aquellos que recomiendan bebercios varios, determinados alimentos o complejos vitamínicos (diseñados por ellos mismos para sangrarte).

Yo no suelo tomar medicamentos, solo los justos, pero no porque no crea en ellos sino porque prefiero que el cuerpo se defienda por sí mismo si la situación es leve o moderada, antes que tomarse algo que, con todos los controles legales, ha salido de un laboratorio.

Al respecto de los alimentos que tomados en exceso contribuyen a la aparición, según estadísticas, de determinados cánceres, debo hacer un inciso porque me sale del alma. Alberto Garzón, el actual ministro de Consumo, es un tipo que en el momento actual de mi vida probablemente esté en las antípodas de mis ideas políticas, pero acierta en los titulares que saca en torno a la alimentación, lo que ocurre es que se le demoniza por ser del partido en el que está. Y no, no ha dicho que no se pueda comer carne, y además luego lo retratan comiendo jamón en no sé cuál feria, lo que ha venido diciendo es que se debería reducir el consumo para la protección de la salud personal y la del planeta, justo eso y no otra cosa; lo que ocurre es que «por ser vos quien sois» la oposición se le ha lanzado a la yugular y la industria cárnica ha leído entre líneas que lo que quería el ministro es que no se consumiera carne, directamente.

En este mundo de farsantes, timadores, tramposos, siempre hay quien ve en la zozobra de las circunstancias una oportunidad para aprovecharse del miedo y la incertidumbre de la gente; y ni que decir tiene que justo vivimos unos últimos años en los que parece haberse juntado todo: pandemia, guerra, volcán, crisis comercial, subida desorbitada de precios, temperaturas extremas fuera de época…, el caso es que los vendedores de productos milagrosos también están a la que salta, es su negocio, para esto del COVID hay por ahí un tal Josep Pàmies que se dedica, aún lo sigue haciendo pese a la información negativa que pesa sobre él, a vender un compuesto cuyo componente principal es la lejía.

La homeopatía también es esa farsa que no acaba, basada en la dilución de un componente en agua o alcohol en cantidades ínfimas, también ha estado señalada por la evidencia científica y aun así todavía hay gente que la fomenta y que cree en ella, muy probablemente porque desde el punto legal no se hace lo suficiente, o directamente nada.

Como no soy mucho de creer jamás he ido a que me echaran las cartas, y también hay gente que se deja engañar, porque quieren o porque están convencidos de que les sirve lo que les dicen. Hay un requisito común en videntes, médiums, estafadores, farsantes…, es que suelen ser grandes psicólogos, tienen una gran inteligencia emocional y eso les permite empatizar con sus clientes (víctimas en muchos casos); aun cuando ya sabemos cómo se las gastan, usan generalidades («algo malo te ha pasado recientemente», siempre nos ha pasado algo malo últimamente por pequeño que sea), observan lo que llevas puesto, te dicen muchas cosas que tú quieres escuchar…, lo cierto es que siguen pululando y robando a personas indefensas, desesperadas, muchas con poca cultura y con la mayor impunidad.

Recuerdo hace años un caso insólito, una persona bastante cercana a mí y con estudios universitarios me refirió que había ido a la provincia de Málaga con un familiar suyo a un supuesto sanador, ya que este familiar sufría dolores de espalda. Me comentó que él mismo vio cómo entraba en una sala, al enfermo lo tendían en una camilla y el sanador obraba el milagro, le conseguía extraer un hilito de la columna prácticamente operando con las manos sin más bisturí y se acabó el problema, le limpiaba la sangre y no quedaba señal de la cirugía, a lo suma una raya tenue en la piel. Al tiempo vi un programa de televisión de estos de investigaciones y descubrieron ese pastel, todo era un truco, casi de magia, pero truco al fin y al cabo, el artista tenía la sala con una luz mortecina, a los familiares los mantenía a distancia, bastante, porque el truco a simple vista era burdo, le colocaba una víscera de pollo, unas minibolsas con sangre seguramente de animal para dar la apariencia de que había operado dentro del cuerpo, hacía la parafernalia y le extraía la víscera; resultado: todos contentos e imagino que el coste de la operación no fue «la voluntad».

Del mismo modo recuerdo otro programa de investigación en el que también destapaban a una supuesta vidente, en el llamado misterio de la «Virgen de la Bola de Luz», situado en un pueblo de Sevilla, donde una visionaria decía que se le aparecía la virgen un día y a una hora concreta, obviamente siempre de noche; los reporteros dicharacheros se fueron hacia la señora que portaba la bola de luz (una de esas que se pueden comprar en los chinos), la cual entró a trompicones en la casa contigua mientras su marido trataba de taparla con una sábana.

Otro curandero que recuerdo es el llamado «santón de Baza» de la populosa localidad granadina de dicho nombre, un tipo que conseguía ver el aura de las personas o las zonas de calor, por las cuales lograba supuestamente identificar los dolores. Se tenía bien montado el quiosco el gachón este porque la gente no contenta con soltar la pasta, lo obsequiaba con coches y tenía en su finca decenas de ellos que no sé para qué los querría.

Conozco igualmente y de manera cercana una persona que cura o curaba las culebrillas (herpes), con imposición de manos y todas esas chuflas, y su hija es médica. El que vaya y crea o se convenza pues perfecto, es libre.

A la par, tengo el recuerdo muy vivo, porque ocurrió en mi calle de niño, de una vecina de mediana edad que tenía una enfermedad supuestamente incurable, acudió a un sanador de Almería o por ahí y volvió no solamente curada sino con los poderes de curación transferidos. Desde aquel momento de su curación «milagrosa», probablemente la medicina oficial contribuyó decisivamente a esa curación, ella se convirtió en la curandera de mi barrio, y tenía bastante aceptación, sobre todo al principio de la puesta de relieve de sus poderes, también solicitaba como contraprestación la voluntad.

Al padre de un amigo mío de aquella época lo llevaron a ver a esta mujer, el hombre ya estaba desahuciado e imagino que pensaron que por qué no ofrecerle una oportunidad si total estaba ya todo perdido, la curandera de nuevo cuño le recetó que le embadurnaran el pecho con arcilla blanca y ortigas. Murió al poco tiempo el padre de mi amigo y hasta seguro que le hicieron sufrir más de la cuenta con semejante emplasto en su torso.

La mujer en cuestión vive a día de hoy pero en su vejez ya ha dejado el curanderismo, eso creo, y se dedica a lo que tiene que hacer una persona a su edad, disfrutar de la vida y de la familia porque ya lo tiene todo solucionado, y dejar de complicársela con tratamientos alternativos a la medicina ofrecidos a personas ansiosas por buscar soluciones.

Conozco más casos de curanderos, embaucadores, naturistas y engañabobos de distinto pelaje, algunos muy cercanos, pero precisamente por eso de la cercanía y que casi convivo con ellos no puedo decir más.

Y la película del doctor de las hierbas que me ha sugerido mi chica, pues tampoco es que sea muy inspiradora.

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