SOBRE LA ESPAÑA VACIADA, OLVIDADA, DESQUICIADA E IRRESOLUBLE

Ahora que estoy empezando a viajar un poquillo tiendo a quedarme con imágenes de los sitios turísticos y llamativos, pero también se me quedan grabadas instantáneas de otros rincones desconocidos, anónimos, rurales, olvidados…, en estos últimos lugares no hay vez que me imagine cómo será la vida allí, en un pueblito de cien habitantes, por ejemplo, un día cualquiera de invierno, a las siete y media de la tarde, cuando no hay prácticamente nada que hacer de puertas afuera de un hogar.

Creo que ese sentir se ve reflejado en mis reseñas de los lugares que visito porque me doy cuenta de que tengo una constante últimamente de hacer mención a la España vacía o vaciada, más lo último que lo primero, aunque me gusta subrayar que no hay peor mal que el estar o ser olvidado, porque esto genera lo anterior, lo rural se muere porque los que pueden hacer algo por evitarlo han decidido, casi sin querer, que no merece la pena.

Me toca de lleno este asunto porque la verdad es que empecé trabajando en un ayuntamiento sin una vocación especialmente asentada aunque con el tiempo me enamoré de mi trabajo sin lugar a dudas. Hay parcelas en este trabajo que detesto pero otras son reconfortantes, pero tanto con sus aspectos positivos como con sus cosillas menos gratificantes lo cierto es que soy un defensor del municipalismo, pero además de ese municipalismo hecho con martillo y cincel, el de pueblos medianos, como el mío, y pequeños, ese en el que cada día tienes que explorar, que inventar, que preocuparte, para hacer más eficiente el trabajo que desarrollas. También pienso cuando viajo a esos pueblos chiquitillos del interior de España cómo harán mis homónimos en esos ayuntamientos para debatirse cada día con la nada sencilla burocracia administrativa, a algunos los tengo por héroes, porque cuanto más pequeño es el pueblo más cosas diferentes tienes que hacer y las tecnologías, en contra de lo que pudiera parecer, no ayudan para nada a afrontar esa multiplicidad de tareas.

Casi desde el comienzo de mi carrera profesional ya empecé a asistir a jornadas formativas donde con la excusa del «desarrollo local», materia con la que di mis primeros pasos, en realidad ya se abordaba un enfoque del municipalismo que tenía como máxima la supervivencia de los municipios rurales como garante de la vertebración de nuestros territorios, de fijación y asentamiento de población y para evitar que buena parte de nuestro país se convirtiera en islas inmensas de desierto inhumano. Recuerdo a un ponente que afirmaba claramente que el Estado estaba y debía estar para dotar de servicios (deficitarios) a las comunidades rurales. Allí donde más trabajo costaba, en su momento, llevar la luz, el agua, la señal de televisión, el teléfono, ahí debía estar el Estado para proporcionar ese servicio que obviamente era más caro que proporcionarlo a una gran ciudad.

Tengo un gran aprecio casi anónimo por un artista ecléctico, singular y brillante como es José Fernández Ríos, célebre autor de las famosas rotondas de Jaén capital, pero sesgaríamos mucho su arte si nos ciñéramos solo a esas controvertidas esculturas; para mí es un genio con limitado reconocimiento en nuestra tierra. He hablado con él en diversas ocasiones, nos conocemos aunque seguro que él tiene más vago recuerdo de mí que yo de él. Lo conocí antes casi de que fuera más o menos famoso, todavía lo recuerdo, en una escena surrealista, tocando la trompeta por una romería de Zocueca de hace más de veinte años. En una ocasión, en una encomienda municipal, tratamos de «ficharlo» para algunos proyectos en mi municipio, aunque al final no fructificó. Es un tipo con muchas ideas artísticas y también muchas ideas sociales, una persona que entiende muy bien el mundo que nos rodea y que, nacido y criado en una zona rural, tiene conocimiento de causa para ofrecer un testimonio certero de la realidad de estas zonas desahuciadas. En aquella visita institucional estaba ideando, no estaba construido todavía, una obra en la que simbolizaba la dificultad de las zonas rurales para subsistir con su propia esencia sin la creciente y casi irreversible despoblación, se trataba de una torre de la luz que pretendía retorcerla, hacerle un nudo, para significar el esfuerzo del progreso por llegar a lugares alejados de las grandes ciudades, pero también como sinónimo del esfuerzo de las gentes rurales para seguir anclados a su terruño pese a las adversidades de la modernidad. La obra finalmente se realizó y la tituló «La evolución trabada» y se puede ver hoy en la localidad de Puente Génave (Jaén).

Si antaño las necesidades de proporcionar luz, agua o teléfono a las zonas rurales eran la prioridad hoy esas mismas zonas siguen teniendo necesidades no cubiertas, las que pueden proporcionar las administraciones son obvias, la cobertura de móviles, la fibra óptica, wifi gratuito, asistencia médica cercana…, y otras menos obvias pero sustancialmente vertebradoras, un bar, una tienda, una biblioteca, un gimnasio, un cine, un centro social, etc.

Cuando señalaba arriba que las zonas rurales se han olvidado de forma inconsciente o involuntaria, casi sin querer, también quiero decir con ello que el hacer siempre lo mismo es no hacer nada. ¿Cuántos años llevamos hablando de la despoblación de las zonas rurales en España, del éxodo del campo a la ciudad? Yo prácticamente desde que tengo uso de razón y en un espacio de tiempo tan corto para la vida de un ser humano he podido comprobar la rapidísima pérdida de población de los núcleos rurales, y en los próximos años si nadie lo remedia, nadie lo va a remediar, van a desaparecer muchos municipios en nuestro país, porque las cifras de habitantes revelan que la mayoría de estos pueblos tienen una población muy envejecida, no hay ni mucho menos relevo generacional, cuando mueran esos moradores los pueblos echarán el cerrojo.

Y digo que hacer lo mismo que hace cuarenta, veinte años o ahora, es no hacer nada, como decía aquel a grandes problemas grandes soluciones. Yo obviamente no tengo una varita mágica pero mi experiencia de vinculación al municipalismo me dice que tengo que defender a los pequeños aun cuando sé que soy un mero opinador apostado en la seguridad de mi guarida, no soy economista, no soy responsable político, soy un ciudadano que larga casi desde el minarete de una barra de bar.

Las administraciones locales somos los parientes pobres del entramado institucional de la administración pública, de algún modo recibimos las sobras del Estado y de las comunidades autónomas; nuestro presupuesto está mediatizado por las asignaciones que nos ofrecen los mecanismos de distribución y compensación territorial. Los ingresos que generamos como ayuntamientos no son suficientes sin los ingresos estatales, autonómicos o vía diputaciones provinciales (de las diputaciones habría que hacer casi un capítulo aparte). Llevo muchos años oyendo hablar del déficit de las administraciones, especialmente de las locales, un montón de municipios están endeudados, algunos con cantidades por habitantes realmente insoportables; pero esto no es una casualidad, algo mal debe estar funcionando en esta estructura y yo lo tengo claro, los municipios tienen la necesidad de gastar más de lo que ingresan porque si no no funcionan, así de claro, porque es que somos la administración más cercana al vecino, no van a pedirle cuentas a Pedro Sánchez si no funciona la farola de su calle, van al alcalde de turno.

Lo que no se puede hacer es tratar a los pueblos con las mismas normas y requerimientos que las grandes ciudades, y a todos los niveles. Si exigimos al que tiene un bar en un pueblo de cien habitantes donde entran quince vecinos al día que pague de autónomo lo mismo que el que lo tiene en una ciudad de trescientos mil, a mí me parece injusto, y al del bar de pueblo también, porque para eso no tiene otro remedio que cerrar por más que le pese no poder ofrecerle un café a sus vecinos y ser el lugar de reunión y conversación del pueblo.

¿Por qué no puede haber una cuota de autónomo reducida? ¿Por qué tengo que pagar un autónomo por jornada completa cuando yo abro el bar cuatro horas al día y solo los fines de semana? No puedo pagar un autónomo si los ingresos no me dan para ello. Pero igual que eso vale también para las tiendas rurales, los hotelitos, los comercios…

¿Por qué tengo que pagar la misma luz en un pueblo de cien habitantes en medio de la sierra que una ciudad de medio millón? Esos pueblos de la sierra gastan más, deben gastar más porque allí hace más frío, pero si los crujimos con la factura de la electricidad terminarán comprándose un pisito más confortable en el pueblo de abajo donde hace menos frío.

¿Y las subvenciones? Las subvenciones o los fondos que se distribuyen a nivel estatal o autonómico a los municipios, pues resulta que nunca he entendido que, o bien los repartos se hagan con criterios subjetivos, donde prima mucho el color o la sintonía política que haya entre subvencionador y subvencionado; o si el criterio es objetivo, en función de la población, lo suyo es que se pondere la subvención por habitante dando mucho más a los municipios pequeños. Si tenemos un pueblo pequeño de quinientos habitantes y le damos el doble de valor económico a sus habitantes que a uno de un millón eso incrementará el coste pero duplicar esas cantidades en municipios pequeños sigue siendo una cantidad ínfima para las arcas estatales.

¿Y por qué no proporcionar wifi gratuito e integral para todos los municipios menores de quinientos habitantes? Que puedas teletrabajar en esos pueblitos, que sea atractiva su visita y que no tengas que subirte a un montículo para ver si te llega la señal.

Las carreteras no pueden ser inmundas para acudir al pueblo tal que tiene cien habitantes, esos cien habitantes ya se cansan de tener los servicios mínimos a tomar viento y si te pones malo date por …Pero es que tampoco es atractivo para el visitante, si para hacer quince kilómetros tardas media hora, la calzada es mala, el asfalto no tiene pintura alguna de delimitación, hay curvas peligrosísimas, pues irás una vez y ya, y ni siquiera recomendarás la visita por muy bonita que sea la iglesia románica que tiene.

Se debería incentivar decididamente a esos emprendedores que con no poco esfuerzo y mayor iniciativa se convierten en servidores itinerantes de un montón de núcleos rurales: los panaderos, peluqueros, ópticos, dentistas, pescaderos, charcuteros y casi todas las profesiones que nos podamos imaginar, que han sido capaces de disponer de una furgoneta e ir ofreciendo sus servicios y sus productos a una población latente que depende de ellos para agarrarse medianamente a la realidad del siglo XXI. Si a esos profesionales ambulantes hay que subvencionarle la gasolina, pues se hace, porque también depende de ellos la fijación de la población a sus territorios.

De servicios públicos ya ni hablamos, el déficit de profesionales públicos es alarmante, los médicos rurales son enamorados de su profesión, pero no de las condiciones de esta, a ellos también habría que tratarlos económicamente mejor que a un profesional que está en un consultorio de una gran ciudad y que no tiene que moverse de su asiento a lo largo de su jornada laboral.

Hay un ministerio que se define de «Reto demográfico», imagino que se hace como justificación de que algo se está haciendo, es un reto irresoluble, porque no hay interés ni presupuesto acorde. La inversión en zonas rurales debiera ser brutal para evitar la despoblación, y se debiera hacer con medidas desproporcionadas, bárbaras, rompedoras, que fueran sumamente atractivas para de verdad hacer interesante y apetitoso irse a vivir a una zona rural: subvenciones a fondo perdido en múltiples materias, facilidades para el empleo, ayudas suculentas para tener hijos, acceso a viviendas deshabitadas, electricidad más barata, transporte público disponible, disposición de terrenos para cultivos y ganadería...

La cultura tiene que estar plenamente presente en esas zonas ancladas en el pasado si no queremos que terminen con prontitud desapareciendo de nuestro acerbo geográfico. Recuerdo que estuve hace ya más de veinticinco años en Noruega y allí ibas a pueblos de menos habitantes y te encontrabas un quiosco de prensa absolutamente repleto, tenías hasta el periódico El País, aunque allí imagino que no lo leería nadie, y estoy convencido de que tener esa oferta para el quiosquero no le supondría un déficit.

A nivel de administración local los pueblos funcionan a medio gas, y gracias a lo que dije antes, que muchos funcionarios hacen un poco de todo, lo mismo te hacen un acta, que llevan notificaciones o que limpian su oficina. El déficit de habilitados nacionales (secretarios/as-interventores/as) es manifiesto y es un problema que desde el Estado no se soluciona ni se va a solucionar, la realidad es que esos puestos lo ocupan gente con experiencia pero con una provisionalidad de años, casi de décadas.

El Estado tiene poca cintura para estas cosas, ni soluciona lo de los habilitados con más plazas que solucionen de una vez un problema eterno, ni se facilita la agrupación de municipios (la de años que se van a tener que tirar ahora Villanueva de la Serena y Don Benito para fusionarse).

Y luego hay que plantearse las exigencias legales que echan para atrás a cualquiera; sigo un blog de un tipo que se hace llamar secretariucho de tercera (secretariuchodetercera.blogspot.com), que se asienta en un pueblo pequeño y es toda una enciclopedia de las penurias y vicisitudes que pasa, en una ocasión trató sobre esas exigencias legales que muchas veces le impiden hacer nada, todo presentar formularios, acceder a plataformas, presentar informes…, y todo ello para no incumplir (casi delinquir) ante Estado y comunidades autónomas. Me reí mucho, me río siempre bastante con este compañero, la vez en que detalló algo así como los diez documentos inservibles que te piden las administraciones, sí, nos piden a los ayuntamientos siempre una serie de documentos que tú no llegas a comprender, como el certificado de representación, o lo que vulgarmente se llama en mi ayuntamiento el certificado de que el alcalde es alcalde; o sea que las administraciones no se fían de que el que firma las solicitudes es el alcalde de verdad, y tienes que mandar su DNI para que sepan que no engañamos y una certificación correspondiente de que se trata de él, de que él es el máximo responsable del ayuntamiento y no un usurpador, ¿quién si no?

Por cierto y como no me quiero calentar demasiado con las diputaciones, con las que no estoy de acuerdo en su existencia, y de existir deberían tener un enfoque distinto al actual, pongo este ejemplo de lo que dice este «secretariucho de tercera» sobre ciertos técnicos de las diputaciones en relación con su superioridad moral: «Otro comportamiento típico de los técnicos provinciales cuando vienen a asistirnos a los ayuntamientos o cuando hablamos con ellos por teléfono es demostrar su superioridad organizativa e intelectual. Aprovechan cualquier conversación o ocasión para indicarnos que "deberíais tener...", "deberíais haber aprobado...", "eso lo tendríais que tener regulado en...", "para eso aquí en la diputación tenemos...", etc. Es decir, nos recuerdan que como trabajamos en la administración más precaria y cutre de las que conforman el entramado administrativo español, somos intelectualmente inferiores». Y añade: «A muchos de estos técnicos me gustaría verlos solamente una semana en nuestro puesto de trabajo para ver cómo se desenvolverían y demostrarían su supuesta "superioridad organizativa e intelectual"». Sencillamente genial.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buen artículo