EL BOLÍGRAFO DE GEL VERDE, DE ELOY MORENO

Ya tuve la experiencia durante el período pandémico semiconfinado de conocer a este autor que hoy traigo a colación, Eloy Moreno, leí su «Tierra», que realmente me sorprendió por un argumento que era sumamente original y me evocaba un modo de relatar que se salía de los cánones habituales; poco conocía de este escritor aunque bien es cierto que fama debía tener, no en vano el libro lo adquirí en un importante centro comercial. Pero la biografía de este escritor apuntaba a una novela previa que señalaba que había sido todo un éxito y de título tan sugerente como «El bolígrafo de gel verde».

En realidad el boli es la excusa del autor y del protagonista para construir una historia de amor y desamor, pero sobre todo el hilo conductor es el terrible peso de la rutina. Nuestro protagonista que narra en primera persona su historia, se encuentra en un punto de inflexión de su existencia, todo es perfecto, un buen trabajo, una mujer sensacional, un hijo en la flor de la vida, una vida encarrilada, resuelta, pero…; reflexiona acerca del sentido de esa vida de cierto bienestar, está en la crisis de los cuarenta o de la edad que sea, ese momento en el que (a mí me ha pasado) uno se replantea si esa es la vida que desea, la de ver a su hijo apenas una hora cada día, a su mujer igual, vivir para trabajar y no poder disfrutar del dinero que gana, corriendo siempre, no hay aparcamiento, comes mal, el sábado a comprar la comida de la semana, el beso de buenas noches con su esposa ya no tiene pasión…

Comienza a plantearse un cambio de vida, con un pequeño gesto quiere ir mandándose un mensaje a sí mismo de que se ha iniciado un camino sin vuelta atrás, una huida hacia adelante. El bolígrafo empieza a ser el testigo mudo de ese cambio, en realidad, es un curioso testigo porque es un modesto vehículo que le permite indagar en la vida de los demás compañeros de trabajo: Su superior, un tipo rastrero e incompetente que se casó con la hija del jefe para tener una posición; el que llega tarde todos los días; el que se ha hipotecado para tener un piso carísimo y chiquitísimo; la recepcionista que está ahí porque está buena; la limpiadora, una sacrificada por su familia; o Sara, una chica guapísima con un terrible pasado a cuestas y con la que tiene una muy buena relación.

El protagonista está en ese punto de su vida donde no solo se replantea la suya sino que pretende veladamente influir en la de los demás; de algún modo si su vida no marcha bien está motivado para que las injusticias que hay a su alrededor puedan revertirse y no generar esas tensiones existenciales que él tiene en ese momento.

Pero el meterse tanto en la vida de los demás le va a generar un efecto contrario, echar más horas en la oficina comienza a ser sospechoso, verse con su compañera Sara, incluido un beso fugaz, también es demasiado sospechoso.

Y todo se convierte en una sucesión de malentendidos que, de algún modo, frustra el diseño de su huida hacia adelante. Todo se precipita, su mujer lo abandona con una carta, él inicia su búsqueda de la verdad.

La novela evoluciona con un giro de los acontecimientos que inicialmente no nos imaginaríamos, como si de un relato policíaco se tratara, porque hay elementos que poco a poco vamos conociendo y que desvelan la auténtica realidad. Y no, se trata de una novela de amor y desamor, de desencantos y de ruptura de la rutina diaria.

Nuestro protagonista conectará con su niñez, con su pasado, también con su juventud, son los pilares sobre los que se asienta su realidad, su mujer, un amigo de la infancia, los compañeros de instituto…

Y ahí es donde Eloy Moreno teje un relato que sorprende a medida que vas pasando páginas, es un poco insólito el desenlace, porque percibimos el auténtico sentido de la huida hacia adelante que en todo momento hemos intentando atisbar. Es el verdadero juego con el que el autor nos invita a participar de su propuesta, nos obliga a pensar, a imaginar, y nada es como nos imaginamos que podría ocurrir y eso está más que bien.

El desenlace es más mundano de los que nos imaginamos, más idílico y, por otra parte, más lógico. Nuestro protagonista y su mujer Rebe descubrirán qué de real es la infidelidad que se esconde en cada uno de ellos.

Y así, con su puesta en escena fresca, diferente, atípica, Eloy Moreno nos va haciendo de una historia relajada, pasajera, una novela redonda, bien estructurada, vital y llena de esperanza, y sobre todo eso, un grito de esperanza para el que en algún momento de su vida, tal vez la mitad de la existencia de cada uno, se plantea si esa es la vida que quiere vivir y si los que hay a tu alrededor son actores necesarios para ese cambio o no.

Por cierto, Eloy Moreno se autoeditó esta novela, lo hizo con acierto, y de ahí al estrellato, porque cuando uno sabe escribir, su producto se comercializa bien y hace emerger nuevos recursos narrativos, pues que pueda vivir de esto y bien.

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