Y MAÑANA HABRÁ OTRA MATANZA EN ESTADOS UNIDOS

Llevaba tiempo dándole vueltas a escribir sobre este asunto, a lo mejor quería madurarlo más, pero realmente esperar no merece la pena por la temática, y es que podría haber escrito este articulillo hace un año o dentro de tres y lo habría expuesto de la misma manera.

Recordaba con la serie de la que hace poco hice una reseña aquí, «John Adams» que en esa época de finales del siglo XVIII en Estados Unidos, con ocasión de la Guerra de la Independencia de dicho país, fue cuando se comenzó a popularizar el portar armas por parte de la ciudadanía; era una forma patriótica de defenderse en aquella especie de guerra civil que tampoco es que fuera sensiblemente cruenta, pero se extendió la necesidad de que cualquier ciudadano de esa nueva nación que estaba emergiendo dispusiera de armamento para luchar contra el enemigo que otrora fue el fundador, el colonizador, el pionero y que devino en rival odiado por la naturalización de las sucesivas generaciones estadounidenses, descendientes de Gran Bretaña.

Desde entonces ha sido común a la ciudadanía estadounidense el disponer de armas con relativa facilidad, con bastante facilidad; hemos visto infinidad de películas en las que cualquier persona acude a una tienda de armas y no se compra un rifle para cazar un ciervo, no, dispone de todo un arsenal para poder liquidar a medio barrio. En España, en Europa, el acceso a las armas está más que restringido y puedes acudir a una armería para adquirir un arma de caza con una capacidad letal reducida, es decir, que no puedes comprar una metralleta o una recortada.

Prácticamente cada semana asistimos al enésimo episodio de matanza indiscriminada en Estados Unidos, en realidad nos enteramos de los más sonados, los más llamativos, porque asesinatos hay cada día en ese país, y no pocos, y la mayoría son indiscriminados, es decir, que algunos no son matanza (y estos no son objeto de eco por los medios de comunicación occidentales), hay lobos solitarios que matan a lo mejor a una sola persona por el mismo hecho de que se cruza por su camino.

La cuestión es que todos sabemos cómo solucionar este terrible problema, y los políticos estadounidenses también lo saben, cómo no, pero la realidad es que no quieren activar esa solución, que no es otra que la restricción radical de armas.

Como es algo que está intrínsecamente ligado a la idiosincrasia de aquel país, como es algo que han ido mamando de generación en generación, como no es nada inusual que en la familia existan armas, prescindir de ellas aunque sea por una mera cuestión de tradición es un trance complicado.

Y dicho esto, es evidente que en una nación tan enorme, el porcentaje de población que utiliza esas armas para un fin ilícito, en este caso para matar indiscriminadamente, es muy pequeño, pero aun siendo muy pequeño, como hay tantas armas al final ocurre lo que ocurre.

En buena parte de esas matanzas hay un factor disruptivo, muchos de esos lobos solitarios, mayoritariamente hombres, suelen tener taras psicológicas, frustraciones, incapacidades, necesitan vengarse de un enemigo invisible, tienen sentimientos xenófobos…, es muy difícil que alguien mate estando completamente cuerdo.

Y podría ocurrir en España por ejemplo, el que quiere cargarse lo hace, pero como el acceso a esas armas letales es muy limitado, matanzas como tales no las vemos salvo en una acción propiamente delictiva, en robos, en acciones de terrorismo de las que afortunadamente ya hemos pasado página. Aquí si un loco quisiera llevar a cabo una matanza tiene esa restricción de que no puede tener a su disposición un arma potente, en todo caso, un arma de caza o un arma blanca con lo que su capacidad para matar es, gracias a Dios, muy pequeña, o al final no es matanza como tal.

A los políticos estadounidenses, incluidos sus sucesivos presidentes, se les suele ver apesadumbrados cuando ocurre una matanza, y a buen seguro que sus sentimientos son sinceros, sus discursos van en la línea de manifestar que la restricción de armas es una necesidad para el pueblo y que hay que legislar en esa línea, pero no, ya he escuchado a varios periodistas argumentar la razón por la que todo se queda en agua de borrajas. Y es que la tradición de disponer armas por parte del pueblo está tan interiorizada, y además no es cuestión de partidos, que ni un presidente demócrata o republicano se va a atrever a corto y medio plazo a modificar este asunto, y no se va a atrever porque aquel que lo haga se enfrentaría a una derrota electoral durísima y probablemente también la de sus sucesores.

¿Alguien quiere hacer ese camino por el desierto? Me temo que no. No obstante, y aunque estoy a años luz de conocer qué se les pasa por la cabeza a los legisladores estadounidenses creo que no son nada hábiles porque podrían ir introduciendo pequeños cambios, suaves, sigilosos si se quiere, para poder vivir un cambio de tradición, de costumbres, porque en buena parte es esto, que tiene que ser necesariamente largo, de muchos años, pero para que en un par de generaciones el acceso a las armas no sea tan sencillo como comprar un saco de patatas. Se podría empezar con pedir un examen psicológico real a sus portadores, con prohibir la venta de determinadas armas que no tenga un destino meramente deportivo (caza o disciplinas deportivas)…, se me ocurren muchas más, pero no tengo mucha idea acerca de qué papeles te piden para comprar un arma automática, imagino que pocos.

Y por eso digo que da igual cuando escriba esto, más pronto que tarde cualquier día de estos saldrá en el telediario la noticia de otra matanza en un instituto, en un supermercado, en un parque…; ahora mismo, cuando Vd. está leyendo esto hay un tarado planeando una masacre. Todo continuará igual mientras sea más fácil comprar un arma que leche maternizada.

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