"MODELO 77", DE ALBERTO RODRÍGUEZ

No soy mucho de escribir en esta bitácora acerca de películas actuales, será que no voy mucho al cine, lo cual es manifiestamente inconveniente, y cuando voy en la mayoría de las ocasiones lo hago para ver películas comerciales junto con mi hijo.

Cuando se trata de películas españoles y comerciales, y no por ser manido con el tema de que el cine español es una m…, lo cierto es que algunas españoladas merecen ese calificativo, de hecho, fui con él antes que esta película que hoy traigo a colación a visionar la comedia «La vida padre», que resultó ser un bodrio exento de gracia y candidato a todos los tópicos de ese cine español malo y subvencionado, o subvencionado y malo, que a lo mejor porque te ayudan a hacer la película coges el dinero y a correr, la película es una excusa.

Pero cuando ves «Modelo 77» te reconcilias con el cine español, con esa sensación de que no todo es chicle que usas un rato y luego tiras sin que te deje regusto alguno en la boca. Y es que esta película sí que es sólida y reconoces que hay cine español muy maduro, con guiones bien cuidados y con una puesta en escena más que convincente.

El director sevillano Alberto Rodríguez nos mete de lleno en una trama carcelaria que tiene un poco de todo, algo que en otras producciones es una licencia recurrente para enganchar a la audiencia, pero que aquí no supone un abuso, digamos de bazar todo cien, y el argumento tiene empaque, contundencia, emoción e historia; nos entretenemos y aprendemos a la par.

Nos situamos en los tiempos convulsos de la transición española, las cárceles españolas debían ser un hervidero de delincuentes sociales, criminales y políticos, en un cóctel que no sería fácil de administrar por las autoridades penitenciarias y que, de algún modo, se permeaba con la revolución pacífica (o más pacífica que otras transiciones políticas) que se vivía en las calles de España, donde se enterraba una dictadura de casi cuarenta años y se acogía una democracia aunque fuera no abandonando momentáneamente las figuras que sustentaron a Franco en sus últimos años.

Hasta hace no mucho hemos tenido la sensación de que las cárceles en España no eran un confortable hotelito con todo tipo de comodidades, hoy sí, aunque esto es matizable; las cárceles modelo (que se llamaban así porque seguía un modelo de diseño similar en todo el mundo de configuración de cárcel para optimizar su vigilancia mediante un panóptico) tenían mucho de espacio alienador e inhumano poco proclive a la reinserción del preso, y las condiciones de los habitáculos y dependencias comunes eran francamente mejorables.

Al escenario de la cárcel Modelo de Barcelona, en el año 1976, llega un joven con cierta cultura, Manuel (Miguel Herrán) acusado de un pequeño desfalco en la empresa en la que trabajaba, desde el principio se mostrará desafiante ante el trato poco digno y represivo que está recibiendo por parte de los funcionarios de la prisión. Tras ese debut en la realidad carcelaria encontrará personajes de todo perfil, y con los que interactuará tanto para bien como para mal. Tendrá que compartir celda con un individuo un tanto siniestro, José Pino (Javier Gutiérrez), tipo absolutamente respetado más por lo que se le presume que por lo que en realidad aparenta.

La cuestión es que la osadía de Manuel es vista con buenos ojos por un grupo de presos que formarán COPEL a nivel nacional (Coordinadora de Presos en Lucha), una especie de sindicato carcelario que piden mejores condiciones en su reclusión y como objetivo último la amnistía en tiempos de tanto cambio rápido en la calle. Es evidente que por aquella época abundaban los presos políticos, los que más razón tenían en pedir esa amnistía, ante un confinamiento muchas veces injusto, pero también había mucho vago y maleante que aprovechando la ola buena…

La película será una aventura de la lucha de esos presos por una amnistía, con todo tipo de acciones, que se responderán con otras medidas tremendamente represivas; pero también es la historia de los dos personajes principales, inicialmente enfrentados, pero el joven, con buen horizonte, será el que arrastrará a Pino a una lucha para la que él, un preso común, no estaba inicialmente predestinado; se harán amigos, sufrirán por lo que ellos creen que es justo, no será un camino de rosas, pero la determinación de sus actitudes les hará hacerse más fuertes, cada uno mirándose en el espejo del otro.

La lucha no concluirá con la salida más ética, no habrá tal amnistía y estos personajes principales junto con otros sufrirán una represión que tal vez en las calles no se percibía o no se conocía, de hecho, los mismos presos reconocerán que una cosa es lo que las autoridades desde fuera propugnan y otra el poder inmenso de los guardias, auténticos mandamases de la situación; así que decidirán que la solución a sus problemas es la fuga.

Cabe en la película un leve guiño amoroso entre Manuel y una chica, tal vez un tanto forzado pero que es, de algún modo, la manera que tiene el protagonista principal de aferrarse a la vida que hay en el exterior, la que le espera en un futuro que la mayoría de las veces observa inalcanzable.

La película está muy bien rodada, muy seria, en realidad se ha hecho en la verdadera cárcel Modelo de Barcelona, que cerró definitivamente sus puertas en 2017 y que está en unas condiciones más que razonables para rodar con ese aire ya un poco ajado pero es evidente que más que realista, y que contribuye a que te metas de lleno en ese ambiente de «trena» propio de la época.

Javier Gutiérrez es un gran actor que se entrega en cualquier papel que hace y lo borda, es lógico que los directores se lo rifen, también es verdad que haga el papel que haga yo lo veo siempre como Javier Gutiérrez, en un papel eterno con distintas manifestaciones, es decir, que lo encasillo en un rol muy parecido aunque cambie de registros, como si le faltara una evolución.

Por su parte Miguel Herrán puede que no sea tal vez el actor consolidado que podría requerir esta película, pero es que el director quiso adrede un chico joven con trazas de inexperto. Este joven lo hace muy bien, no defrauda, no le puede el papel, y va para gran actor, de esos de los imprescindibles en cualquier producción dentro de los próximos años.

Película imprescindible para esta temporada cinematográfica en España en la que he podido constatar que bajo el paraguas del subvencionismo hay mucha bazofia pero también producciones como esta que merecen muy mucho la pena.

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