"TERRITORIOS IMPROBABLES", DE PEDRO TORRIJOS

No sé ni por dónde empezar, a veces leo novelas y otras leo libros que hablan de la vida. En mi empeño vital por abrazar lo multidisciplinar con el abanico más amplio que me sea posible y con el fondo que el empuje de mi horizonte vital me lo permita, alterno ambas literaturas, novela una vez y luego otra cosa, un ensayo por ejemplo.

Como soy muy asiduo a Twitter y tengo una serie de personajes a los que sigo, con los que comulgo plenamente, soy un fanático callado, y espero con atención lo que van a publicar, desde hace unos años sigo al arquitecto Pedro Torrijos (@Pedro_Torrijos), que en una especie de conferencia abierta, cada jueves lleva a cabo un hilo titulado #LaBrasaTorrijos, en el que desde su rama de conocimiento nos acerca el urbanismo, la arquitectura, la ingeniería, o incluso la geografía humana desde un punto de vista diferente al que estamos acostumbrados.

Partamos de la base de que lo que nos ofrece Torrijos son curiosidades a lo largo y ancho del mundo y el libro que hoy reseño no podía tener un título más acertado «Territorios improbables» y que a continuación subtitula para mayor concreción «Historias sobre lugares que (casi) no sabías que existían».

Y es cierto que las historias casi no las conoce uno, o más exactamente le debo a este hombre la suerte de haberme acercado a estos lugares que efectivamente casi ninguno eran conocidos para mí, y de conocerlos no disponía de la información fabulosa que hay detrás de ellos. Algunos son remotos, pero otros son cercanos y accesibles, y han quedado apuntados en la agenda.

Probablemente la arquitectura se conciba hoy como una materia tosca, poco atractiva, aburrida si se quiere; las casas que nos rodean son unas iguales a otras, los bloques deshumanizados, las fachadas insulsas y cualquier pueblo de España se parece al de al lado o al que está a cientos de kilómetros de distancia, incluso más de lo que nos pensamos. Probablemente donde más se parece España como país es en la fisonomía de sus ciudades y pueblos, en sus casas, por mucho que los independentistas se empeñen un barrio obrero de Barcelona o San Sebastián, se parece bastante a uno de Madrid o Sevilla. Es entendible que un arquitecto al que se le pide un proyecto de una vivienda con un presupuesto limitado, sabiendo como está la vivienda en nuestro país y el nivel de vida, no pueda hacer demasiadas florituras.

Pero la arquitectura es mucho más que diseñar una casa, imagino que los arquitectos en su carrera estudian la historia de la arquitectura, incluso historia del arte, y estoy seguro de que soñarían, si la coyuntura mediase, con hacer un proyecto innovador. Y la arquitectura también es urbanismo, es cómo se planifican los pueblos, las ciudades, el diseño de calles, plazas, edificios singulares, puentes… Es, en una visión global, como planificar las vidas de sus vecinos de puertas afuera, cuando antes ya te han proyectado tu casa y también han mediatizado tu vida de puertas adentro, y es, en definitiva, cómo se planifica un territorio, que bien puede ser hasta un país entero.

Los territorios improbables que nos desvela Pedro Torrijos son historias grandes, de edificios inmensos, e historias pequeñas, como la de un trozo minúsculo de tierra, por ejemplo, un triángulo de 70 cm de lado que pertenece a una familia en medio de Nueva York.

Son también lugares que ya no existen, que los avatares del tiempo se los han comido, otros que son reliquias del pasado, y también los hay que resisten los embates con una historia detrás que merecería un libro entero para ellos.

Sí, porque las historias de Pedro Torrijos, sacadas de su hilo semanal y ampliadas un poquito, revestidas, ilustradas y prologadas, darían cada una de ellas para un libro apasionante, para una tesis doctoral, y sobre todo encajaría perfectamente con una serie de televisión, cada capítulo dedicado a uno de esos espacios singulares. Y si esto no cuadra, pues serían escenarios de novelas para una ficción que está por llegar, porque son lugares que inspiran el pensamiento.

El ser humano es inescrutable, caótico, impredecible, errático, y cada historia contada en el libro encierra algún aspecto de nuestra especie digamos que sacado de quicio; es verdad que una casa de mi pueblo se parece a la que hay al lado, pero basta con que alguien un día decida en su interior o en su exterior crear lo nunca visto, y un edificio insulso se convertirá en algo único casi una atracción.

Casi cada capitulito del libro, cada hilo tuitero llevado al papel, me han ido evocando todo tipo de sensaciones: sorpresa, espanto, admiración, rabia, añoranza… Cada territorio improbable es la historia de la humanidad, la historia del egoísmo, de la frustración o de la dejadez…, cada lugar de este mundo adonde la mano del hombre ha llegado, ha supuesto domesticar este planeta, hacerlo nuestro y, a veces, hemos sido formidables y otras hemos sido como los animales no racionales a los que nosotros sometemos.

Aparte de que el libro no tiene ningún desperdicio, y no creo haber pasado un rato en los últimos meses tan agradable y entretenido con su lectura, este arquitecto divulgador lo sabe hacer muy bien. Para empezar, cada historia utiliza un fragmento de un libro, una cita, un pasaje de una novela…, le da un tono poético a lo que va a contar y nos va acercando a lo que viene a continuación. Tras ese prologuito capitular hace también una especie de preámbulo en el que nos ilustra la historia que va a contar, utilizando un lenguaje jocoso a veces, otras pedagógico, pero siempre con una redacción cercana, accesible, para todos.

Territorios improbables podría ser la Catedral de Justo en Mejorada del Campo (Madrid), un templo hecho por las manos de un albañil sin apenas conocimientos de arquitectura, un autodidacta; historia esta que no sé si la habrá recogido en Twitter. También podría ser una casa dentro de una rotonda, una vivienda que gira sobre sí misma con un motor, un museo con forma de cañón, esas ruinas de un pasado industrial o minero, o ese edificio que mal planificado políticamente se quedó a medio hacer.

Y con respecto a esto último, los territorios improbables también me llevan a reflexionar acerca de la mala gestión de los políticos, los de aquí y los del mundo entero. Nos hemos acostumbrado a criticar a nuestros políticos, y a veces no nos paramos a pensar que ellos no son muy distintos al resto y que, en realidad, son reflejo de lo que somos como sociedad.

Y es que una parte nada desdeñable de los territorios improbables parte de la megalomanía de los políticos, eso por una parte, y también de la falta de consenso. De lo primero podríamos decir que casi va con el cargo, «yo he venido a hablar de mi libro y tal», pero de lo segundo, en España estamos plagados de obras faraónicas nacidas del empecinamiento del político de turno que consumen dinero público para permanecer olvidadas como ese juguete que le compraste a tu hijo y con el que jugó si quiera diez minutos. Ejemplos cercanos tenemos, porque me toca la fibra de mi origen yo diría que el tranvía de Jaén es uno de esos iconos del gasto desaforado sin el consenso político y social, y ahí está viendo pasar el tiempo, ocupando espacio urbano, incomodando y amortizándose sin uso, o lo que es lo mismo que cada día que pasa se oficializa el tirar a la basura cientos de euros debido a una nefasta planificación. En Bailén, donde vivo, hay un anodino edificio de ladrillo que iba a ser destinado a una residencia geriátrica, y lo mismo, consumido por los años, si en el futuro se quiere hacer uso de ese terreno, habrá que demolerlo, doble gasto para colmo.

También los territorios improbables tienen un componente histórico relevante en tanto en cuanto las guerras los han mediatizado, cómo fueron y cómo son ahora o cómo no son porque ya no existen, u otros que precisamente nacieron tras las guerras; guerras que estas sí que son el paradigma de la ruindad de nuestra especie, existen porque somos así, necesitamos la gresca, el ser más, el egoísmo, si nos peleamos por una silla en un bar o con la vecina de al lado, cuando el que manda se mosquea con el del país vecino ya la tenemos liada.

Por supuesto, y no quiero dejar pasar la oportunidad de volver a subrayar el magnífico papel de divulgador y de pedagogo de Pedro Torrijos, en realidad, su libro va más allá de un repaso al azar de lugares del mundo y para que el que le guste la geografía, como a mí, es apasionante; este tipo ha sido profesor universitario y se nota ese deje, esa deriva, y se agradece. El libro tiene puntualmente un acercamiento a la historia del arte, la de los estilos arquitectónicos, y eso también es muy bonito, sobre todo para el que estudió en el Instituto hace años esta materia y le pareció de lo más apasionante de lo que pudo aprender, asignatura que daba la impresión de ser una descafeinada «maría».

Cuando leí la historia de una piscina fabulosa en medio del Manzanares llamada «La Isla», construida sobre los años 30 del siglo pasado, un complejo de ocio y solaz para la gente de la época y que murió una década después de la Guerra Civil, recordé con añoranza mi niñez, cuando en el Linares de mi infancia existía en el complejo deportivo de San José una piscina que yo nunca vi utilizarse, estoy hablando de la década de los 70, y que año tras año se llenaba de escombros hasta que finalmente las excavadoras se la llevaron por delante; reliquia quizá de los políticos de la dictadura que pensaron que la piscina estaba bien para hacerse la foto, unos campeonatos y tal, pero luego el mantenimiento, ya de eso hablamos otro día.

Y como uno de los territorios marcado en mi agenda desde luego tengo el «Rascainfiernos» en Madrid, una casa hecha hacia abajo en vez de hacia arriba y obra de un desconocido para mí, y ahora descubierto arquitecto Fernando Higueras, al que en su honor tendré el gusto de intentar visitar otros edificios suyos, obras que realmente ponen de manifiesto una mente superior e inquieta.

Pedro Torrijos sigue muy vivo en Twitter y si él quiere sus hilos podrían durar una eternidad, no solo porque sigue habiendo historias que contar, historias que desea enseñarnos a los poco avezados en arquitectura e ingeniería, en la historia del ser humano en definitiva, así que igual que puede continuar por ahí, podría hacer una segunda y una tercera parte de este libro, y desde luego yo estaré ahí para seguir leyendo y disfrutando.

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