CARTAGENA, LA CIUDAD MÁS ECLÉCTICA, POR DERECHO PROPIO

Con el paso de los años uno va adquiriendo un acerbo cultural que se complementa con la experiencia, y el hecho de poder viajar cuando la agenda y las circunstancias lo permiten, hace que todos esos conocimientos se incrementen; desde hace años, cuando viajo, se escucha hablar de las palabras «ecléctico» o «eclecticismo» como sinónimos de mezcla de estilos, en muchas ocasiones, forzando la interpretación llega a designar a algo indefinible, y se concreta así en una especie de cajón de sastre. Es decir, algo es ecléctico porque es una mezcla de algo que no tiene una explicación sencilla.

Pues hete aquí que Cartagena es ecléctica, y por romper lo dicho anteriormente, lo es por razones propias, y realmente será el ejemplo más representativo de que el eclecticismo verdadero lo es cuando nos encontramos en un lugar con tanta historia que cada civilización, cada generación, ha ido dejando su huella indeleble en la fisonomía de la ciudad.

Cartagena es esa ciudad que ya con solo nombrarla rezuma empaque, historia, importancia. Es Cartagena ese lugar donde algún familiar o conocido ha vivido, ha estado o ha sido destinado. La utilización de este último verbo no es baladí, porque Cartagena está asociada a lo militar desde hace siglos, y en mi caso concreto, que tengo cierta parte de mi familia que ha sido o es militar, también se refería en conversaciones familiares que tal o cual primo estaba allí.

Hay documentos que hablan de que Cartagena es de los diez núcleos más antiguos de España, si nos tenemos que remontar al origen primigenio de la ciudad, desde luego hay que hacer obvia mención a los cartagineses, procedentes de Cartago, una ciudad ya inexistente y que se ubicaba en el norte de África, actual Túnez. Es el primer detalle o punto de partida, aquellos cartagineses o púnicos que llegarían un par de siglos antes de Cristo dejaron su impronta, y ya adivinaron la situación privilegiada de la ciudad, como punto de impulso entre el estrecho de Gibraltar y el resto del Mediterráneo, a modo de balcón. También los fenicios se dejaron caer por aquí para alimentar su fama de formidables comerciantes.

Llegarían después los romanos, probablemente los que con más certeza definieron el carácter estratégico de esta ciudad y su sello es más que patente en innumerables lugares. Como ocurre en muchas ciudades, es más que seguro que si se levantara por completo saldría a la luz una ciudad entera de aquella época, así que hasta donde se puede ver en determinados rincones de la ciudad se aprecian esos vestigios, muy bien conservados algunos de ellos, porque no en vano, aquellos romanos estuvieron varios siglos en el que fue su hogar. Probablemente de los más espectaculares anfiteatros del mundo sea el de Cartagena, por su factura, por su extensión y por su buen estado estado actual.

A partir de ahí, y siguiendo un recorrido cronológico, después y durante siglos, los árabes fueron los que se asentarían en la ciudad, hasta que fuera conquistada por las tropas cristianas de Alfonso X el Sabio, allá por 1245. Somos más árabes de lo que pensamos pero eso casi no debe decirse.

Por lo que he podido leer por ahí, realmente no es que Cartagena fuera una ciudad importante en la antigüedad, o no mucho más que otras costeras y situadas en la franja mediterránea, no era una gran urbe, tampoco un puerto pujante, pero fue en el siglo XVIII cuando llegó su punto de inflexión siendo nombrada capital del Departamento Marítimo del Mediterráneo, y es desde ahí donde proyecta la concepción que tenemos hoy de ella, su vinculación militar y naval, industrial y estratégica.

De 1766 data su muralla defensiva que cubría buena parte de la ciudad. Mandada construir por Carlos III, tenía como fin proteger esa ciudad que era capital del referido Departamento y que debía sustentar el asentamiento militar que la albergaba. En el siglo XX parece ser que buena parte de su muralla se eliminó para abrir la ciudad al interior. Hoy sigue en pie parte de la estructura, sólida, y que da una sensación de potencia que te transporta al pasado. Toda ella como parapeto ante un Mediterráneo, tan tranquilo en sus aguas como convulso por los navegantes y guerreros que han tenido en este mar su escenario de disputas.

Como digo, amén de lo defensivo, sobre Cartagena se fueron creando arsenales, astilleros, cuarteles, escuelas militares, universidad…, una ciudad que va fidedignamente unida a la mar y a lo militar, como se encarga de ilustrarnos en cuanto puede uno de sus vecinos más ilustres, si no el que más, mi querido y admirado Arturo Pérez-Reverte.

Las ciudades son como son por su fisonomía, y la sociedad no puede cambiarlas especialmente, pero lo que sí puede hacer la sociedad es armonizar sus usos y costumbres, y eso también ayuda a ir construyéndola al amparo de las necesidades de sus habitantes. Así que siendo Cartagena de tamaña relevancia fue cuando comenzó a crecer en el siglo XIX y esa ciudad se convirtió en cosmopolita nacional, es decir, que muchos españoles de distintas zonas fueron a parar allí. Cartagena es, de algún modo, la menos murciana de toda la región de Murcia, y tiene un aire señorial propio de una ciudad de interior, de una capital de un pequeño país.

Aquellos militares de los cuatro puntos cardinales de España se hicieron cartageneros, muchos de ellos oficiales y con cierta economía y posición, y demandaron palacetes, hoteles, una nueva configuración urbanística. Por eso un paseo por sus calles es una oda a lo Neoclásico, porque siempre me pregunté por qué no podemos hacer edificios clásicos (barrocos, renacentistas, góticos) hoy día y dejar de fabricar mamotretos brutalistas. Y si me apuran en ese mismo paseo ves rostros de gentes que llevan sangre vasca, gallega, extremeña, canaria, andaluza…, todo un crisol que ha hecho la Cartagena más ecléctica también en sus gentes.

Y a modo de elegía al eclecticismo, al neoclasicismo y a una Cartagena que es comunión de identidades, ahí tenemos su Casa Consistorial, todos los ayuntamientos son centro de la ciudad, este es el epicentro de la actividad, mira al anfiteatro, mira a sus calles más elegantes con sus edificios neoclásicos, mira al mar y a las murallas y también se protege con los edificios militares circundantes. Y es ecléctico el edificio porque así se define, aunque con ese aire modernista o neoclásico de lo bien construido y que como nos narró la guía que nos dirigió la visita (porque curiosamente el ayuntamiento es visitable y eso es algo que deberíamos mirarnos y estudiar algunos municipios y que otros estudiaran) tiene un leve sabor afrancesado.

Lo ecléctico, o la mezcla dicho llanamente, también se observa en sus calles, en un discurrir por las mismas y doblar una esquina no sabes si te encontrarás unas ruinas, un edificio militar, un palacete neoclásico o un parque sereno y a la par lleno de vida.

Cartagena es una ciudad enorme, con su casco urbano cohesionado, a veces agreste, entre lo moderno y lo antiguo, y con barrios tradicionales que son ciudades medias per se, y luego lo conforman multitud de anejos y aldeas, incluso la mitad de la Manga del Mar Menor pertenece a su término. Tiene más de 200.000 habitantes y una zona de influencia de más de 600.000, por eso es más que una simple ciudad de provincias, de hecho será una de las mayores ciudades de España que no es capital de provincia.

Y ya, entretenidos en sus calles, viendo a gente de porte elegante, alguno que otro vestido de marinero, personas que hablan muy fino y otras que hablan ese murciano que es un andaluz con mucho deje en las sílabas finales, y todo esto porque hay mezcla de personas de aquí y que también lo fueron de allá pero que mantienen levemente sus raíces con un castellano de otras latitudes, uno se ve y se va prendado de Cartagena, de una ciudad, que en otra vida, una vida tal vez de un militar con aires aventureros, hubiera merecido degustarla para siempre.

Para culminar el breve paso por esta ciudad buscamos dónde comer el típico arroz caldero de esta zona, fue fácil pero tuvimos que preguntar, no es plato que se guise en todos los restaurantes, y digo yo que se debiera impulsar algo más.

Tampoco tenemos que obviar una costumbre propia de Cartagena y que yo desconocía, como es el café asiático, o simplemente un asiático como así se pide en cualquier cafetería, y aquí sí, aquí está en todos sitios. Servido en una copa característica de allí, es una especie de carajillo, que nadie se me moleste, con el añadido de leche condensada en vez de leche líquida y Licor 43. Riquísimo para el paladar de un reciente y tardío fanático del café. Nadie se pone de acuerdo exactamente en el origen de su nombre, la historia más romántica es la de que eso es lo que pedían los marineros que venían de allende los mares y decían haber probado esta bebida allá por Asia. Hay otra versión más prosaica, y es que en la época de Franco fue cuando se puso de moda y se llamaba café ruso, así que Franco, seguro que no él sino alguien de su cuerda, no vería con buenos ojos que un café con tanta tradición llevara el adjetivo de un enemigo tan señalado, así que asiático mismo que los chinos estaban muy lejos y tal. Si esta versión es cierta me pregunto que pasó con la ensaladilla rusa.

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