"LOS RÍOS", LA SERIE DE MI INFANCIA QUE INICIÓ MI IDILIO CON LA GEOGRAFÍA

En aquella época grata y de plena felicidad de mi infancia, no porque no sea feliz ahora o no haya sido razonablemente feliz durante el resto de mi vida, todo era un idilio, porque estaban todos los que ahora me faltan y añoro. Los recuerdos que tengo de esos tiempos están fijados en mi mente aunque notablemente esbozados.

Tenía ilusión por recuperar y volver esta serie de TVE que me gustaba mucho de chico. Aquellos recuerdos de infancia en los que la rutina era la tónica y los días se parecían mucho unos a otros, se nutrían de una oferta única en la televisión que ayudaba a entretenerse y que además permitía que todo el mundo pudiera comentar al día siguiente lo que había visto la noche anterior en la tele, era una especie de recuerdo compartido, hoy es impensable.

«Los ríos» era una serie que, de algún modo, forjó una de mis pasiones ocultas, la geografía en general. Desde que vi que en RTVE play habían colgado los capítulos de esta serie la he ido viendo a ratos, y hace unos días terminé de visionar la última entrega de veintiuna, entendiendo que esos fueron los de esta producción, porque no he podido encontrar el dato real de cuántos fueron los que se emitieron.

Como he dicho, la memoria de la infancia me llega con pinceladas y de esta serie recordaba cuatro detalles que he reafirmado tras verla y que ha sido como una satisfacción personal, como un enlace entre el presente y el pasado, como una conexión de mis neuronas con un dato de hace cuarenta años.

La serie de 1974-76 tenía, en principio, un carácter divulgativo, se trataba ilustrar el recorrido de un río de España, desde su nacimiento hasta su desembocadura, parándose en las localidades por donde pasaba para mostrarnos detalles de todo tipo: gastronomía, bailes, actividades empresariales, costumbres, fiestas, monumentos…, hasta daba para un poco de crítica social porque se entrevistaba a gente, en una época donde no daba la impresión de que la transición tapara mucho la boca a la gente, aunque las críticas eran relativas a cosas mundanas y hasta lógicas.

Con dirección de Fernando Méndez-Leite y guion de Eduardo Delgado, nos enseñaba la geografía española y al transcurrir de cada recorrido de un río se le añadía un relato poético, y diría que casi completamente poético, de hecho, en los títulos de crédito se incorporaba el nombre de un asesor literario, que casi siempre era Pedro de Lorenzo (que sería miembro de la RAE); y es que todo era poesía, y cuando se paraba en algún lugar para describirlo también se hacía con un espíritu notablemente culto, dulce, casi melifluo. Y bueno es que era tan poético que muchas veces se declamaban pasajes de alguna obra literaria, ya fuera un poema o una novela, o incluso alguna canción popular; además adornado todo con muchos cortes de música clásica.

Es curioso como la mente humana se queda con detalles sin apenas importancia, durante toda mi vida he tenido el recuerdo recurrente de un río pasando por mitad de un pueblo, o más exactamente un reguero surcado en mitad de una calle por donde pasaba el agua que luego iba a un río, si no era el río mismo. Con el visionado del capítulo dedicado al río Tiétar aparecía mi recuerdo, en concreto en la localidad de Valverde de la Vera, es donde había y hay, porque he comprobado que a día de hoy existen, esos surcos, esas regueras, que traían el agua de la montaña y que irían a desembocar al Tiétar.

Otro recuerdo era del único episodio que tenía su origen en Jaén, con ocasión del nacimiento del río Segura, y en el que yo tenía en mi mente a un grupo de personas bailando al aire libre. El recuerdo también se ha completado porque se trataba de parejas, además ya maduritas, bailando en la plaza de toros de Segura de la Sierra una curiosa jota segureña.

El último gran recuerdo es quizá del episodio más raro de todos los que se produjeron, por lo extraño precisamente, porque era el capítulo del río no río, y me explico. El primer recuerdo de mi vida de unas vacaciones en familia fue en Almería y yo tenía siete u ocho añillos, casi la misma época en la que «Los ríos» se echaba en la tele, y por Almería pasaba un río, o al menos pasó alguna vez, el Andarax, que en sus últimos kilómetros estaba seco pero con un espacio amplio para permitir las típicas y peligrosas avenidas de agua que se generan en el sudeste peninsular. Cada vez que he ido a Almería siempre he visto el lecho seco y he recordado que el río Andarax tuvo una historia en esta serie. Resultaba, pues, curioso que la producción del programa acudiera a un río que no desembocaba, que se perdía más o menos a mitad de su curso, ya fuera por su escaso curso y porque el leve cauce se agotaba en riegos, evaporaciones y filtraciones.

La serie pudo haber sido más grande pero tenía una especie de norma no escrita sobre la tipología de los mismos, eran pequeños ríos principales o eran afluentes de grandes ríos, pero casi nunca un río de los importantes; cuando yo estaba en el cole recuerdo que los importante eran el Miño, Ebro, Duero, Tajo, Ebro, Guadiana, Guadalquivir, Júcar y Segura. El único que salió de estos fue el Segura. Algunos ríos tuvieron dos episodios en vez de uno y los guionistas del programa descartarían los grandes ríos, porque cursos tan largos debieran por lógica tener tres o cuatro partes como poco.

Desde luego, cuando yo era niño, no teníamos los medios que tenemos ahora, pero me parece que esta serie, unos años después cuando proliferaron los vídeos, podría haber sido una magnífica herramienta pedagógica para enseñar en clase algún río de la zona u otro que se estuviera estudiando en esa semana. Incluso con las lógicas distancias temporales, hasta sería interesante proyectar la serie hoy en educación primaria.

Con el tiempo, y han pasado más de cuarenta años la serie la he visto convertida en un magnífico testimonio de mi infancia, medio siglo no es poco y en la serie vemos cómo éramos en comparación con el hoy. Era todo muy analógico, aunque suene un poco manido, éramos felices con poco, no había grandes excesos, se empezaba a apreciar una España con ciertos avances, con una amplísima clase media, pero todavía mirando mucho a lo rural.

Si me apuran en la reflexión, yo diría que en medio siglo sí que se perciben cambios en muchos sentidos, ese mundo rural seguía muy anclado al pasado, se aprecian mujeres en toda nuestra geografía que visten ropas negras y pañuelo anudado al cuello. También se ve niños en pueblos con ropas muy ajadas y no pocos churretes en la cara cuando no mocos. Incluso el lenguaje se observa que ha cambiado, es evidente que la cultura y la educación en estas últimas décadas se han incrementado, en las ciudades observo tal vez más formalismo y en los pueblos un habla muy basta.

Con la perspectiva actual podríamos decir que hoy la serie no sería políticamente correcta, para empezar las entrevistas eran mayoritariamente a hombres, de hecho, intervenían opiniones, digamos expertas, de algún que otro político local, periodista, cronista, todos hombres. Acerca de cualquier ley de protección del menor nada que decir, antes y ahí se ve, se grababa a niños sin ningún problema, también es verdad que no pasaba nada, y es que esto lo hemos sacado de quicio. Y ya el colmo de lo incorrecto ocurre en el capítulo dedicado al río Jarama, cuando las cámaras se introducen en una institución mental donde hay niños con severa discapacidad a los que se graba sin reservas, y aunque en aquella época era habitual llamarlos en la calle retrasados o subnormales, al menos aquí no pasan de denominarlos como simples y pobres minusválidos.

Por el momento de la grabación, en plena transición, podríamos pensar que la serie es una exaltación de la gran labor desarrollado por la dictadura franquista en la construcción de embalses, realmente fue un logro necesario, tal vez a día de hoy de las pocas cosas que se puede decir que hizo bien. Así que es inevitable que la serie refleje esas mastodónticas obras públicas que también identificaban cierto progreso de nuestro país.

También se observaban problemas que han perdurado en el tiempo, en aquella época la crítica sin réplica acerca del obligado éxodo del campo a la ciudad (hoy eso no ha cambiado realmente aunque ahora se habla de la España vaciada y en la raíz, los problemas que provocan esto son los mismos) por la falta de oportunidades; también las avenidas de agua en cauces no suficientemente domesticados y que con el tiempo más o menos se han venido solucionando; y también los problemas de contaminación por una industria creciente y salvaje a la que no se le ponía freno legal y que era particularmente subrayable en el capítulo dedicado al río Bidasoa.

El gran valor documental que tiene la serie se complementa con ese valor pedagógico que con el tiempo me parece más relevante si cabe. Soy un enamorado de los viajes, siempre que el tiempo y las circunstancias me lo permiten, y aunque he viajado al extranjero también es verdad que intento conocer mi España. Realmente descubres en la serie lugares increíbles y reflexionas con otro argumento muy reiterado, que para qué viajar fuera si aún no conocemos lo de aquí.

La serie se valía de algún helicóptero o avioneta en sus grabaciones, y en esas paradas que hacía en empresas que jalonaban los ríos, he podido comprobar que muchas ya no existen, piscifactorías, telares de seda, salinas o un aeródromo.

Comentarios

RadioBishop ha dicho que…
He llegado a tu blog por el post de los sellos heredados, pero esta entrada me ha hecho mucha gracia. De pequeño a mi también me fascinaba la serie, algo tenia, desde la sintonía de los pekenikes, las entrevistas a personajes curiosos y los paisajes, que nos enganchaba en plena época de mazinger Z.