"UN MAR VIOLETA OSCURO", DE AYANTA BARILLI

Pues en mi asentada costumbre de rendir, de algún modo, homenaje a literatos que fallecen, hoy reseño una novela que no es de él pero que habla de él. La novela es «Un mar violeta oscuro», y es de Ayanta Barilli, y el autor al que rindo tributo indirectamente es al recientemente finado Fernando Sánchez Dragó, padre de la misma, y sí ella no lleva su apellido, pero es el nombre comercial, porque Ayanta es Sánchez de primero y Barilli de segundo.

El homenaje me viene muy al pelo, en primer lugar, porque este libro de Ayanta era uno de los que tenía en mi zurrón a la espera de darle el bocado, y en segundo lugar, sin haber indagado mucho en la temática, habla bastante y bien del difunto Sánchez Dragó, del que además ya leí alguna novela suya y reseñé por aquí.

No hay nada más evocador y a la par acaparador de experiencia que tener una vida desordenada, aunque en muchas de las ocasiones esto pueda ser insano para las personas que pasan por ese trance, pero una vez superado el período crítico de niñez y adolescencia con la cabeza en su sitio, probablemente esa persona tendrá un bagaje impresionante para afrontar el resto de su andadura vital.

En este libro Ayanta rescata su vida y la de sus antepasados, en concreto, bisabuela, abuela y madre. Ha bastado con plasmar sus vivencias en las que ella ha estado presente, conversar con las personas que conocieron más a sus ascendientes y finalmente hacer un interesante trabajo de investigación y documentación. Ya tan solo con lo que ha vivido, siendo la hija de un personaje tan extravagante, así lo define ella, como Sánchez Dragó, ya daría para una novela riquísima, pero es que además su madre también fue una persona con sus excentricidades y eso le ha permitido dar rienda suelta a su pluma.

Hay que decir que, de algún modo, para una escritora en ciernes, era el libro que tenía necesariamente que escribir, es el libro de su familia, una historia de auténtica novela. Con un pie en el presente Ayanta nos da pinceladas de cómo ha ido y cómo va su vida actual, en manos, entre otros aspectos relevantes, del hombre exacto; y es que la vida de esas mujeres que, en cierta forma, marcaron su devenir, se llenó de hombres inexactos o, más certeramente, incorrectos.

Con esas pinceladas de su vida, Ayanta nos va haciendo retroceder en el tiempo para conocer a su familia materna en Italia, de algún modo, el hilo conductor lo marca su abuela Ángela, un personaje con una vida intensa, dura y llena de matices; es el relato del que la historia tira, a través de Ángela conocemos la vida de su madre y bisabuela de Ayanta, Elvira, casada con el que es conocido en la familia con el siniestro nombre de Belcebú, nos remontamos a la última década del siglo XIX.

Elvira, como digo, la abuela de Ayanta, se casará con Evaristo (Belcebú), un pareja de principio afable, pero cuando comenzaron a vivir juntos Evaristo reveló una personalidad maligna y egoísta, tanto es así que Elvira caerá en desgracia y será prácticamente desterrada, volviendo con sus padres con la más pequeña de sus tres hijos, Ángela. Allí casi se abocará a llevar mala vida y a todas luces desequilibrada, tanto es así que perderá la cabeza y tendrá que ser ingresada en el manicomio de Colorno.

En Colorno se representan todos los males de este tipo de instituciones de aquella época, que más que ayudar a los enfermos los denigraban, hospitales en los que doctores con escasas nociones de psiquiatría campaban a sus anchas para probar en sus enfermos todo tipo de terapias ridículas e impactantes que no hacían más que empeorar el estado de salud de los mismos.

Allí estuvo Elvira varios años, mientras que Ángela volvió con su padre, Evaristo (Belcebú), siendo obviamente una hija no querida. Ángela encontrará en su tata Íside la madre que realmente no tuvo y la que le ayuda a viajar de niña a Colorno para ver a su madre, en una experiencia frustrante.

Élvira saldría al cabo de los años del «sanatorio» y aunque recobraría algo de cordura ya nada fue igual. Y así, mientras Ayanta nos muestra la visita que realmente llegó a hacer a un Colorno ya cerrado y nos habla de sus vivencias actuales, nos adentra en su abuela Ángela, ese ser indómito, curtido por las circunstancias, emprendedor y que, como golpe de gracia, también se casó con otro hombre equivocado, Cécrope. Este estuvo en Rusia en la 2ª Guerra Mundial, ya casado, y se tiraría varios años luchando y también amancebándose con unas y con otras.

A su vuelta de la guerra, el tira y afloja entre Cécrope y Ángela sería constante y prácticamente se puede decir que nunca fueron una pareja como tal. Ángela tuvo que sacar a sus hijas adelante, Carlotta y Caterina, con enorme gallardía. Caterina sería la madre de Ayanta, y ahí sí que Ayanta acude a su memoria real para contarnos el matrimonio de su madre con Fernando Sánchez Dragó, digamos que un amor intenso, probablemente eterna y mutuamente correspondido, pero necesariamente abocado al fracaso por el espíritu libre de ambos, especialmente por el de él. Barilli quiere a su padre y pasa los veranos con él, pero reconoce que es un hombre que no puede permanecer en un sitio mucho tiempo, dedicado a lo que más le gusta, leer, escribir y viajar, y yo añadiría también a estar con mujeres mucho más jóvenes que él.

De su madre recordará a su segundo marido, y como norma en la familia, otro hombre equivocado, un tipo que había estaba casado y que tenía una hija a su cargo, Sandra, y que se convirtió en una auténtica hermana para Ayanta. Este hombre maltrataba a Sandra, y Ayanta sospecha que también lo hacía con su madre y que ese era el pago obligado que debía hacer para que a ella jamás le pusiera la mano encima su padrastro.

La historia de sus ascendientes también es la historia de enfermedades más o menos recurrentes y de las que por suerte Ayanta parece haberse librado. Ayanta Barilli está hoy asentada en nuestro país, después de haber sido actriz de teatro fundamentalmente, dirige un programa en la emisora generalista esRadio. Con esta novela entrañable y dura a partes iguales consiguió ser finalista del Premio Planeta 2018.

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