"HECHOS Y FALTAS", DE BERNABÉ RICO

Creo que ya lleva en España funcionando un par de años este espectáculo teatral que lleva por título «Hechos y faltas», el cual tuvo su pistoletazo de salida en Broadway y luego se ha puesto en escena con éxito en varios países europeos y Argentina.

Sobre la base del libro «What happens there», los directores estadounidenses Jeremy Kareken, David Murrell y Gordon Farrell trasladaron a los escenarios a su vez de un libro documental escrito por John D’Agata y revisado por Jim Fingal titulado «The lifespan of fact». A nuestra lengua se ha adaptado la obra y se está dirigiendo por Bernabé Rico.

Podríamos decir que se trata de una comedia con un trasfondo nada gratuito y poco dado a las risas, como es el tratamiento de las noticias por los medios de comunicación. Quizás y aunque incidentalmente, justo después de que yo viera la obra fue cuando salió, esta semana, la forma en que TVE ofreció la noticia de la muerte del joven Álvaro Prieto, aunque rectificó, el mal ya estaba hecho, y es que los medios de comunicación llevan años vendiéndonos basura y sensacionalismo y saltándose a la torera todos los principios morales y éticos imaginables.

Emily es la redactora jefa de una importante revista estadounidense, la cual ha encargado al prestigioso ensayista John D’Agata una crónica de unas quince páginas sobre los suicidios en Las Vegas. Emily sabe por experiencia que John es muy dado a alterar algunos datos para hacer más simpática, incluso poética, la lectura.

Para evitar los excesos de D’Agata, Emily se vale de un joven becario, Jim Fingal, al que contrata para que verifique los datos de la crónica al objeto de que lo que se plasme en la revista tenga el obligado rigor. El joven, que aparentemente se revela como inexperto, resulta ser un implacable corrector y descubre no ya algunos deslices de D’Agata sino que la crónica está plagada de incorrecciones, datos inexactos, mentiras, omisiones…

Lo que para Jim Fingal iba a ser un trabajo sencillo de un fin de semana largo, se nos presenta como una carrera contrarreloj que el escenario nos va marcando con los horarios de varios lugares donde se sitúa la acción, y ese tiempo va abonando la trama, porque cuanto más se avanza en el tiempo más se enreda.

Fingal, pese a su aparente bisoñez, es muy profesional y se pone en contacto con el periodista consagrado, el cual no está dispuesto a las críticas y correcciones de un neófito en la materia y comienza a mosquearse seriamente.

Hasta tal punto se ha tomado en serio el asunto nuestro joven que lo ve como una cuestión de tal nivel dialéctico que decide tomar un vuelo para presentarse en casa de D’Agata e interpelarle sobre las incorrecciones que tiene su crónica, y hasta se queda a dormir en su sofá. Obviamente a D’Agata, un tipo curtido en mil batallas periodísticas, la cosa se le pone seria y comenzará a cuestionar todos y cada uno de los puntos de debate, utilizando mil excusas y artimañas, entre las que destaca lo sensacionalista, lo poético, lo estético, incluso tal vez lo políticamente correcto.

A todo esto Emily se sorprende de que el chico haya volado a Las Vegas desde Nueva York y ello le hace suponer que lo que eran pequeñas desavenencias entre ambos hombres, ahora está tomando un cariz exacerbado, y también se presentará en casa de D’Agata. Intentará mediar entre ambos, aparentemente sin conseguirlo.

Es obvio que la trama, por cierto basada en hechos y noticias reales, va tornándose cada más caricaturesca, porque toda crítica de Fingal es rebatida por D’Agata, lo que va generando hilarantes situaciones y un enredo cada vez más irresoluble que de absurdo es muy gracioso.

Por si fuera poco la indumentaria de los actores deja bien a las claras su perfil, D’Agata viste un atuendo estrambótico, tanto como la espectacularidad que pretende ofrecer a su narración y a sus argumentaciones sobre por qué obrar de esa manera. Por su parte Fingal lleva una vestimenta propia de su edad y hasta cierto punto la lógica, esa lógica y normalidad revestidas de certeza con la que pretende modificar rotundamente el trabajo de D’Agata.

Por más que busquemos un desenlace todo es precisamente eso un lío que tiene pocos visos de solucionarse, nadie da su brazo a torcer y Emily apenas consigue ejercer ese punto intermedio de apoyo de ambos personajes masculinos.

Es obvio que vivimos en un mundo donde la inmediatez de la noticia está a la orden del día, y aparte de ello el sensacionalismo, muy basado también y gracias a la cantidad de altavoces de los que disponemos en la actualidad en las archiconocidas fake news. Por supuesto que el público pasa un rato agradable en esta deliciosa obra pero también nos llama a la reflexión acerca de lo complicado que se ha vuelto ir filtrando noticias, incluso seleccionando medios de comunicación que no te ofrezcan una visión sesgada de la realidad.

Ángeles Martín, Antonio Dechent y Juan Grandinetti nos ofrecen un espectáculo muy redondo, inteligente y maduro, con una dinámica en el escenario que hacen que la obra se pase en un suspiro. Y luego el escenario donde la presencié, en el Teatro Isabel la Católica invita también a una mayor introspección.

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