SYLVAIN CHAUVEAU, EL COMPOSITOR QUE DIBUJA LA TRISTEZA

Apenas hace unos días leía un artículo sumamente interesante relativo a cómo la música nos ha forjado desde que nacemos, incluso antes, ya hay estudios que avalan que dentro del vientre de nuestras madres los bebés escuchan y se estimulan y relajan con una música pausada. Es evidente que la música tiene un papel terapéutico, y es que nos sublima cuando estamos animados y cuando estamos hundidos, cuando peor estamos, también nos eleva el espíritu.

Pero para estar hundidos hay que querer escuchar música triste, y aun ahí, es posible intentar buscar el poder terapéutico de la música. ¿Qué hacemos cuando estamos mal? Lloramos, nos tapamos con una almohada, o caminamos por la calle con una capucha, vagando y mirando al horizonte, es una manera de autoprotegernos, de expresar esa tristeza, como una manera de desahogarnos, ¿por qué la música triste no va a poder producir ese mismo efecto?

El artículo que refería estaba escrito por un músico con estudios científicos o por un científico amante de la música, porque ponía en relación el tipo de acorde que el compositor o creador de música utilizaba para dirigir la temática y hasta localizar la diana, esto es, el público hacia quien dirige sus trabajos. El acorde menor es el indicado para la música triste, y lástima que mis conocimientos musicales sean tan limitados para acertar a comprender los elementos que componen el acorde y lo hacen más proclive a estimular un estado de ánimo u otro.

No es mala idea cuando uno pasa por un momento de tribulaciones existenciales el abandonarse en un terapéuta musical de la tristeza, y yo he elegido al francés Sylvain Chauveau. Y es que escuchar a Sylvain Chauveau te inspira al llanto, porque quizás es la mejor decisión que puedes tomar en ese momento y que fluya todo lo que atenaza a cualquier ser humano; el otro día leí que si pudiéramos entrar en la mente de cada persona que te cruzas por la calle no llegarías ni a tu casa porque cada uno tiene alguna oscuridad en su interior.

Y concluía más o menos el artículo con algo muy interesante y es que escuchar música, y yo añadiría, que ambiental, suave o relajante, ayuda a la salud mental.

Nacido en 1971, Chauveau es un reputado compositor de música instrumental con base electrónica, aunque su fuerte es el piano, y en su discografía no rehúye acudir de vez en cuando a él, solo el piano, desplegando notas, una a una, dando expresividad a lo que toca, casi haciéndonos partícipes de cada movimiento, como si cada pulsación de tecla pudiera generar una lágrima.

Chauveau, que lleva haciendo discos desde 2008, es decir, bastante veterano para haber comenzado, ha ido alternando varios estilos musicales, aunque con el centro gravitatorio de los instrumentos reales aunque se valga de lo electrónico, y otro detalle fundamental que lo hacen diferente al resto, y es que él canta sus propias composiciones, una especie de música indie muy intimista. Otras veces lo que le acompaña es la guitarra, en otras ocasiones violines y violonchelos. Y con esa variedad cromática su música va desde lo ambiental a lo cósmico. Incluso tiene algunas composiciones que son de verdadera vanguardia con interferencias, casual, conceptista.

Dentro de esa discografía se destacan algunas bandas sonoras de películas, y digamos que es ahí donde yo más he apreciado sus sinfonías de la tristeza. No es cuestión menor el acierto de la contratación de un compositor para hacer más redonda una producción cinematográfica, no es desde luego más importante que lo que se cuenta pero ayuda a contar, y muchas imágenes del cine que tenemos en nuestras neuronas ni serían las mismas sin la música ni a lo mejor se nos hubieran quedado grabadas; de hecho, algunas películas rebasaron la frontera entre lo mediocre y lo exitoso por la música que la ilustraba en un momento dado.

En esta versatilidad que encontramos en el discurso musical de Chauveau, con toda una vida por delante por su relativa juventud, cabe decir que sigue explorando en lo que su universo creativo interior da de sí, que es mucho. Así es porque de lo más reciente que he visto es que realiza composiciones para danza contemporánea, por ejemplo, para el reputado coreógrafo y bailarín granadino Daniel Doña que se vale del arrebato melancólico del músico francés para conseguir emocionar a sus espectadores.

Y es que al hilo de lo anterior, Sylvain Chauveau tiene bastante vinculación con nuestro país y en su web reseña que vive en Barcelona, aunque en otros sitios dicen que se asentó en Bruselas.

Sea como fuere, mi protagonista obligado en esta entrada, consigue expresar sonoramente un estado de ánimo. Y no hay que eludir el guante que nos lanza, haciendo nuestras melodías afligidas y desventuradas, si no recuerdo mal ahí trabaja una curiosa hormona llamada prolactina, la cual multiplica sus niveles cuando estamos apenados, propiciando una impresión psicológica de consuelo y de placer venidero.

La música de Chauveau nos puede ayudar a dar carpetazo a un dolor emocional, regulando estados de ánimo negativos. Y como dijo aquel, no hay mal que cien años dure, y después de la tempestad viene la calma, y el empoderamiento, antes no me gustaba esta palabra, ahora cada vez más.

Comentarios