"HIJA DEL MAR", DE ALICIA VALLINA

Mi experiencia vital está en un punto iniciático, como se suele decir es ese de la soledad impuesta, el punto me ha elegido a mí y no al contrario, en fin, no voy a divagar. El caso es que mi pulsión a la lectura está en tal progresión que ni yo sé las consecuencias que se deriven en el futuro en mi cabeza, ello se ve reflejado en que si en mi vida pasada, algunos lustros atrás, leía un solo libro y hasta que no lo terminaba no empezaba con otro, estaba estos años más cercanos con tres o cuatro a la vez, y a día de hoy leo más de cinco a la vez.

Como esa pulsión está ávida de nuevas vivencias y necesito explorar el mundo para saber cómo se relacionan otras personas con amor hacia la literatura con esas lecturas, tuve la feliz idea de apuntarme a un grupo de lectura, en Linares, amparado por la Biblioteca Mpal., y he de decir que la realidad ha superado mis expectativas, porque el horizonte de conocimiento que se me abre es enorme en todos los sentidos.

Es obvio que el fin primordial del grupo es leer un libro durante un tiempo y semanalmente vamos comentando y debatiendo lo que hemos leído, hasta la página que se haya convenido; amén de que el ambiente es muy distendido, el horizonte de saber que me inspiran mis contertulias (soy el único hombre, aunque eso es realmente accesorio) es apasionante, ya he conocido escritores que desconocía y novelas muy recomendadas, aparte de que conocer gente es de lo más bonito de la vida.

Pues en este blog yo voy reflejando todo o casi todo lo que leo, y ya lo he comentado en más de una ocasión en esta bitácora y el que me lee lo sabe, que al principio tenía un velado afán divulgador y en los últimos años está funcionando más como mi pequeña memoria virtual, así que tampoco voy a desaprovechar la ocasión, salvo que no me merezca la pena por su eventual escaso interés, de reseñar el libro que lea en este grupo.

Es evidente que tengo algunas premisas personales autoimpuestas por el mandamiento número uno que me acabo de inventar, y es que no haré la reseña del libro hasta que no lo hayamos terminado e intentaré, esto a lo mejor no lo logro, que los variados comentarios que se han realizado en el grupo no influyan en la reseña que habitualmente plasmo aquí. El mandamiento número dos es el de que no tengo afán de protagonismo y procuraré que no se enteren mis compañeras de la existencia del blog, por mera humildad y porque sinceramente no quiero predeterminar futuras reseñas.

Para mi debut en este grupo el libro propuesto era este «Hija del mar» de Alicia Vallina, y me tuve que poner al día con el mismo a cierta velocidad pues mis compis ya llevaban la lectura más de mediada. La coordinadora ya me adelantó que el relato era ágil y fácil de leer, y lo era, eso me alentó a llegar a tiempo e igualarme con el resto.

A partir de aquí, y aun aceptando la premisa de que intentaré que mi opinión no esté influida por los debates, lo mismo esto es en sí mismo una quimera, sí que el grupo va a enriquecer mis reseñas porque me hará plantearme nuevos puntos de vista que yo no habría percibido.

Estamos ante una novela histórica que está basada en un sorprendente hecho real; yo conocía curiosamente la novela porque escuché a la autora en una entrevista radiofónica. Alicia Vallina es una funcionaria de rango técnico que ha tenido diversos cargos relacionados con la museología, y fue en el Museo Naval de la Armada de San Fernando, que casualmente yo visité el pasado verano, del que fue directora técnica, donde descubrió un vetusto diario en el que desvelaba un relato apenas conocido como era el de la existencia de una mujer soldado que allá por finales del siglo XVIII, haciéndose pasar por un hombre, formó parte de la Armada enrolada en distintas embarcaciones de la época. Así fue cómo Ana María de Soto pasó del ostracismo a la visibilidad.

Cuando empecé a leer la novela accedí a la biografía de la autora para comprobar que sus pinitos literarios se circunscribían a libros de ensayo de carácter técnico, con lo cual esto era un auténtico reto y un debut literario en una parcela en la que esta mujer no había explorado. Considerando cierta indulgencia por mi parte ante la valentía que supone dar el salto a lo novelado por todo lo alto, me parecía que la autora se desenvolvía con elegancia en este nuevo escenario, con buena narración, estructura adecuada, lenguaje nada sofisticado y con frescura en el avance del relato.

El meollo dialéctico de mi grupo de lectura se centraba en dilucidar si la autora había ensanchado excesivamente el perfil heroico de la protagonista.

Vayamos por partes, parece ser que pocos detalles existían sobre esta mujer soldado, apenas su origen, su familia, que estuvo en la Armada haciéndose pasar por hombre durante cinco años, se reporta en qué embarcaciones se enroló y que a su retirada fue «premiada» con una pensión vitalicia y una licencia de estanco en la localidad cordobesa de Montilla, cercana a Aguilar de la Frontera de donde ella era natural.

A este respecto Alicia Vallina hace un ejercicio consciente de sacar del anonimato la sorprendente historia de una mujer de hace más de dos siglos; si esa historia hubiera ocurrido hoy ya nos hubiera parecido rara, desde luego hacer lo que hizo Ana María de Soto cobra el carácter de excepcional. Nos podríamos imaginar un montón de escenarios donde esta mujer tendría que hacer encaje de bolillos para no desvelar su sexo, en lugares donde sería difícil preservar su identidad y naturaleza a salvo, conste que en las embarcaciones de antaño seguro que había hacinamiento y escasa higiene, lo cual dificultaría mucho las cosas a la protagonista de esta surrealista «singladura».

Estoy convencido de que la historia real, a la que obviamente no podemos acceder más que con la imaginación, ya nos depararía un relato novelesco en sí mismo, pero como ese acceso onírico no lo tenemos, hemos de pasar de la imaginación al papel, y Alicia con buen criterio hace ese ejercicio de encumbrar a la soldado de Sotomayor (que es como se reapellida en la novela) y convertirla en toda una heroína (muy heroína y con un punto fantástico), dotándola de características poco creíbles pero que, como buena novela que se precie, son aspectos noticiables y atractivos, que de no haberse plasmado así en el relato apenas hubiera llegado a un ensayo que quizá hubiera tenido tintes aburridos; tal vez la historia real fue aburrida y lo único relevante fuera cómo guardar el anonimato, pero ¿es que no fue en cualquier caso una heroína?

Por eso hay que obsequiar con una nota positiva esta personal interpretación de la vida de Ana María de Soto realizada por Alicia Vallina y que decora con bastante limpieza este personaje al que el rey de España (Carlos IV) por su heroicidad demostrada y su acrisolada conducta, concedió el 24 de julio de 1798 sueldo y grado de sargento vitalicios.

Si algún día alguien quisiera hacer una película o una miniserie hay aquí mimbres sobrados para hacer un producto notablemente entretenido.

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