"MARY & MAX", DE ADAM ELLIOT

Esta es una de las historias pequeñitas de la vida que me congratulan, porque en una suerte de recorrido caótico el destino te regala momentos amables justo cuando uno está más doblado. No disfruto más en este compromiso personal de narrar mi vida a través de esta bitácora que sin tener nada planeado a cortísimo plazo una historia da lugar a otra, un detalle que te lleva a un dato, una música que te lleva a una película, o lo que sea.

Y justo ha ocurrido ahora, cuando tengo los poros abiertos y los nervios a flor de piel, cuando dinosaurios (de los malos) me atenazan el estómago y te surge algo que te eleva el ánimo mínimamente y que te permite seguir agarrándote al mañana aunque sea angustioso.

Yo me aferro mucho a la música siempre, incluso lo triste me alegra cuando estoy triste, o en temas que podrían ser poco inspiradores uno encuentra ese impulso que no sabes de dónde procede; esto será porque uno es como es, tal vez raro, y donde nadie encontraría nada yo encuentro el todo. Así que el tema es «Perpetuum mobile» de la banda británica Penguin Cafe Orchestra, y además tengo que añadir que se trata de la veterana banda, tanto que ya no existe como tal pues comenzó a tocar allá por 1976 hasta 1993 que se disolvió para derivar en otros proyectos musicales inspirados en su temática.

Más allá de entrar a analizar el fenómeno Penguin Cafe Orchestra, su música es más conocida que el grupo, es de ese tipo de bandas cuyos temas no solo se comieron su éxito mediático, sino que con el tiempo cobró más valor lo que compusieron y casi nadie se acuerda de su historia. Un grupo que, por hacer un apunte esquemático, también es pionero de la vanguardia, mezclando música folk con minimalismo, un cóctel singularísimo. Es el caso de Perpetuum mobile, un tema que nos puede parecer actual y paradójicamente creo haberlo oído casi toda mi vida. Y en estos días de zozobra me puse a buscar e indagar más sobre el tema y ahí comenzó la magia.

No sabía exactamente el año en que se compuso el tema y en un vistazo rápido a Internet me sale que lo fue en 1987 dentro de su disco «Signs of Life», no he investigado demasiado acerca del número de programas de televisión, anuncios publicitarios, series o películas donde ha salido pero me quedé con una película, esta de «Mary & Max», que me descargué sin saber de qué iba, y sí, justo en el momento en que empezaba a atravesar mi particular camino por el desierto.

Y ya con la estocada recién dada me puse a verla, y vino el regalo y el milagro, porque qué película más hermosa. Empiezas a verla y lo primero que compruebas es que se trata de una peli de animación, en realidad, de figuras hechas con plastilina; es una película de 2009 y no acierto a calcular cuánto de trabajo de ordenador hay, según los programas informáticos de aquellos años, hoy ya más que superados a tenor de lo que está ocurriendo con la desbordante IA. No entiendo mucho pero el trabajo artístico es bellísimo.

Pues hasta ahí lo de animación que pudiera asociarse a algo infantil, o casi, porque la historia parte de algo que pudiera ser tan tierno como la historia de una niña de ocho años, Mary; una niña que vive en los suburbios de la urbe australiana de Melbourne (sí, la película es australiana) y que comienza una relación epistolar de amistad con un anónimo señor de Nueva York, Max.

Mary es una niña inquieta con unos padres que viven en su propio mundo y ella se genera también su propio universo pero mucho más rico, para evadirse. El padre lleva una vida monótona poniendo hilos y grapas cada día durante muchos años a bolsitas de té y dedicando los ratos libres a la taxidermia; la madre es una fumadora empedernida, bebedora y cleptómana, que hace escaso aprecio a Mary. Y un día, en la oficina de Correos Mary recorta una hoja de un listín telefónico del lejano Nueva York, al otro lado del mundo, y decide escribir una carta al azar a una persona, esa persona resulta ser Max.

Huelga decir que apenas está presentada la historia, que en nada te engancha, entiendes que el director Adam Elliot ha usado la animación como una manera un tanto desenfadada y amable de ofrecernos un increíble testimonio que nos obliga a reflexionar.

La relación epistolar a distancia de la niña Mary, que luego será joven y finalmente adulta crece con el tiempo, se intercambian regalos y sobre todo sentimientos e inquietudes. Se van contando su vida, la de Mary es de superación, la de superar a unos padres especiales de los que no se puede sentir orgullosa, sobre todo, de la madre, y pese a eso consigue lo que quiere y, de algún modo, Max es su inspiración. Max tiene una necesidad especial y en una de sus misivas le revelará que tiene síndrome de Asperger, por lo que Mary decidirá estudiar Psicología y, además, especializarse en este trastorno, de manera que escribirá un libro sobre la materia para intentar dar respuestas a las muchas dudas de su amigo. Max vive su soledad, el desprecio de los demás, una vida mísera que él intenta solucionar a su manera, no muchas veces bien, aunque con cierta dignidad.

A todo esto cabe decir que mientras vemos la evolución de los personajes asistimos igualmente a un auténtico documental, no hay diálogos, sólo una voz en off que ilustra con una voz cálida y rotunda que nos va presentando un montón de temas, la voz de los personajes, apenas hay diálogos, es suave, distante, como si no fueran ellos los que hablan. Y es que la película nos atrapa porque con ese esquema desenfadado de la animación aborda sin complejos las discapacidades, la amistad, la homosexualidad, la salud mental, el rechazo, el abandono, el compromiso, la aceptación, la resignación, la sinceridad o las familias desestructuradas en las sociedades avanzadas…

Aunque la película mantiene ese perfil desenfadado duele más que reconforta porque lacera, porque genera heridas que te tienes que lamer. Mary y Max hay un momento en que se enfadan, es el momento más triste, pero al final hay esperanza. Pero no, no busquen un final plenamente feliz, es la vida misma.

Y ahí, en determinados momentos de la película la inspiradora Perpetuum mobile como una sinfonía para la superación, para darle la vuelta a las adversidades de la vida, como una manera de reafirmarse, de negarse a no sentir lo que uno verdaderamente siente, de dejarse llevar por la pasión de lo que uno hace porque le sale del corazón.

Si quieren divertirse esta no es su película, si lo que buscan es reflexionar sobre la vida en una historia que mueve nuestros cimientos han llegado al lugar indicado.

Por cierto, al principio de la peli se dice que está basada en hechos reales, imagino que tal vez el director se inspiró en alguna relación epistolar de estas de personas que jamás se conocen personalmente pero que jamás se separarán ni aunque el destino o la muerte las separe.

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