EL PRIMER PARTIDO DE FÚTBOL QUE RECUERDO HABER VISTO EN LA TELE: EUROPA 4 - AMÉRICA 4

Yo diría que prácticamente desde que empecé con este blog he tenido en mente escribir esta entrada (creo que me quedarán pocas de este carácter, casi ninguna), aunque por una circunstancia serendípica, otra más, hace no mucho que se me encendió la bombilla y ya me dije que era hora.

No es una noticia, puesto que lo he apuntado varias veces en esta bitácora, que en los primeros años de este compromiso semanal mis artículos llevaban la impronta de lo que más me gustaba, en ese momento, y tal vez siempre, aunque con matices, lo que me gustaba y me sigue gustando es el deporte. Mi vida me va moldeando y eso se advierte en el blog, casi cada semana hablo de mi vida en las entradas que hago de lo que viene a ser, de algún modo, mi diario personal, y de deporte ya hablo menos, me gusta pero está reñido con otras aficiones.

Mis vivencias principales y reseñables las voy soltando por aquí, las confesables, porque las inconfesables y privadas esas no pueden traspasar la frontera de mi mente. Y esta quedaba todavía por divulgar, y básicamente se resumía o se resume en «¿cuál es el primer partido de fútbol que recuerdo haber visto en la tele en mi vida?», que no es tanto cuál es el que vi sino el recuerdo, que obviamente será diferente.

Un 31 de octubre de 1973 es el primer partido de fútbol que yo recuerdo haber visto en la tele, y recuerdo ese visionado con cierta frescura en mi mente, lo que denota que yo ya habría visto otros partidos antes. Que cuántos años tenía, pues exactamente cinco y medio. Diría que me parece mucho y este es un debate que tengo conmigo mismo y no he comentado demasiado en tertulias con mis semejantes, y es que sé que hay gente que recuerda su vida con muy pocos años, con tres o así (incluso sorprendentemente gente me dice que recuerda bebiendo biberón), y yo no, para mí mi vida antes de los cinco años prácticamente no existe. No sé si eso es bueno o es malo, lo que sí que es verdad es que a partir de ahí ya todo fue lúcido, y claro, uno tiene que borrar recuerdos (dicen que los malos se borran antes, espero que sí) para que ocupen su espacio otros, porque de otro modo nuestras mentes podrían explotar.

Que me gustara el fútbol ya desde muy pequeño imagino que tenía una mezcla de genética y otra de sociología, lo primero me llevaría a unas disquisiciones filosóficas que no vienen al caso, ¿me gusta el fútbol y el deporte porque soy hombre y heterosexual, y vivía en una sociedad heteropatriarcal y machista de la que obviamente no era consciente?, ahí lo dejo. Lo segundo es más obvio, en el cole no había más deporte que el fútbol, pelota para cuarenta niños y todos detrás; en la tele casi todo fútbol; a mi padre le gustaba el fútbol; y yo vivía y aún vive mi madre al lado del campo de fútbol, el vetusto Linarejos, al que mientras escribo esto le quedan pocas semanas de ser vetusto, puesto que está en proceso de remodelación.

La casa de Avda. Andrés Segovia, 17 
de Linares, en la primavera de 2024
Hace no mucho pasé por la casa donde vi ese partido del final de octubre de 1973, porque ahora, hasta hace poco, estaba caminando más que nunca por Linares, y con cierta influencia espiritual por aquella zona. En aquel 1973 yo no vivía en la primera planta del número 17 de la Avda. Andrés Segovia, en un piso alquilado (en la foto que hice hace unos meses ya se aprecia que era ya era viejo hace años, y ahora en estado ruinoso), en el que vivían mis tíos y donde mis padres vivieron también durante varios años hasta que compraron uno donde yo nací, pero no fui concebido en ese piso ya de propiedad sino en este de la Avda. Andrés Segovia. Con este torbellino de emociones en el que me he sumido en los últimos meses, descubrí que una persona muy especial para mí (y me temo que fue triste y dolorosamente un sueño efímero y fugaz) también fue concebida, después que yo, y vivió también a escasos metros; no voy a decir que esto era una conjunción de casualidades, pero a mi mente le sentaba bien. Aquel 31 de octubre de 1973 yo veía ese partido y ella estaría a escasos metros, ambos anónimos, estrellas que se alinearon, momentáneamente.

Pero vayamos al meollo, que yo recordara aquel partido en una casa que no era la mía, era precisamente por eso, porque se salía de lo cotidiano, por aquel entonces mi prima hermana Angelines tenía unos deliciosos dos meses y medio y habríamos ido a visitarla, no se me ocurre otra razón. En la tele estaban echando un partido raro, no era Liga, ni Copa, ni selecciones nacionales, no, era un partido entre Europa y América, y eso se me quedó grabado, por el planteamiento en sí, y porque el resultado también favorecía el recuerdo, puesto que terminó con un abultado 4 a 4.

Poco me acuerdo del partido, por cierto partido en blanco y negro, porque apenas en 1973 la televisión en color era un lujo al alcance de muy pocos. En realidad tengo dos recuerdos muy vagos, uno real y el otro lo debió coger mi mente no demasiado bien. El primero es que en la selección americana estaban los argentinos Carnevalli de portero y como jugador Brindisi, ambos jugaban en la UD Las Palmas esa temporada y yo los debía tener en las estampas que siempre recuerdo haber coleccionado (en mi barrio y en mi ciudad siempre se las llamó estampas y no cromos), ¿por qué se me quedaron esos nombres y no otros más relevantes? Imagino que por una simple cuestión sonora, rimbombante si se quiere, la singularidad de los apellidos italianos en una tierra tan acogedora como Argentina, siempre me ha parecido de una poesía inenarrable, en Argentina se conjuga lo mejor de los españoles y de los italianos, también de otros países, gente que se vio obligada a emigrar y eso dota a sus herederos de una especie de don de la superación o de la resiliencia.

El segundo detalle, como digo, no lo debí captar muy bien porque recuerdo que una selección, quizá la europea se metía un gol tonto en propia puerta, mientras le pasaba un defensa el balón al portero, pero esto en la crónica del partido no lo he verificado. De hecho, me haría una gran ilusión disponer de una copia de ese partido, pero creo que será de todo punto imposible. Y sobre todo y más que nada por ver de qué puedo acordarme, qué puedo conectar con mi yo del pasado.

Y es curioso que recordara a Carnevalli y Brindisi, y no a Cruyff que jugaba por el combinado europeo, o los españoles Iríbar, Asensi, Pirri o Sol, el dato principal es el que he apuntado y obviamente el resultado.

Lo que no he referido todavía es que ese partido, amistoso de todo punto, se denominó el I Día del Fútbol Mundial, con la idea de disputarse año tras año, creo que hubo al año siguiente y la idea se esfumó, aunque después hemos tenido muchos partidos con un componente solidario y con más o menos este formato. El choque tuvo lugar en el Nou Camp de Barcelona y cuentan las crónicas que lamentablemente la presencia de público fue escasa, apenas 25.000 espectadores para un aforo que, en aquella época, llegaba a los 100.000.

El equipo europeo lo formaron Viktor (Iríbar), Krivocuka (Kaps), Sol (Dimitru), Paulovic, Fachetti, Keita (Nene), Eusebio (Odermatt), Asensi, Bene (Edström), Cruyff (Pirri) y Jara. El seleccionador era el gran Ladislao Kubala, que en aquella época dirigía a la selección española. Por el combinado americano jugaron Santoro (Carnevalli), Wolf (Arrúa) (Morena), Pereira, Chumpitaz, Marco Antonio, Espárrago, Brindisi (Laso), Cubillas (Borja), Paulo César (Caszely), Sotil (Ortiz) y Rivelino. Todos ellos dirigidos por el técnico argentino Omar Sívori.

Grandes nombres, sin duda, que ahora con el paso de los años recuerdo con nostalgia, historia del fútbol, fútbol de otra época, no voy a decir mejor que el de ahora pero sí que más de pico y pala, de preparaciones físicas casi individuales, de futbolistas que iban al campo como si de una batalla se tratara.

El resultado, lo de menos, reflejó según las crónicas, ciertas licencias defensivas propias de equipos poco conjuntados. El partido llegó 2 a 2 al descanso y aunque los europeos se pondrían por delante 4 a 2 en la segunda parte, al final del tiempo reglamentario se llegaría con el referido empate a 4. En los penaltis se impondrían los americanos, y como curiosidad dos de los europeos que fallaron la pena máxima fueron los españoles Asensi y Pirri.

Pues nada, aquí termina mi conexión con el pasado, con aquel fútbol de antaño, con ese piso donde fui concebido en 1967 y hoy ya ruinoso, con una serendipia circunstancial que me martiriza a ratos, y con esas televisiones de blanco y negro, que nunca nos parecieron que eran en blanco y negro, porque todo lo que vio mi mente en blanco y negro de niño siempre me ha generado recuerdos en color.

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