"TOCAR LOS LIBROS", DE JESÚS MARCHAMALO

Hace la pila de años había un programa en La2 de RTVE que presentaba Jesús Marchamalo, «Al habla» se llamaba, y ya hasta me parece extraño que se dedicara un espacio a divulgar el conocimiento y uso del idioma español, hoy tan denostado, o más diría que acosado por ciertos sectores (políticos) de nuestra sociedad que pretenden empobrecerlo. Hoy la oferta audiovisual sobre esta temática es casi imposible de hallar, bueno, Saber y Ganar me vale.

Pues Jesús Marchamalo se daba a conocer como un periodista amante de la lengua española y al que yo he intentado seguirle más o menos la pista; de ahí que me decidiera por leer alguna de sus obras. Y es que cuando veas a una persona que desde su atalaya de comunicador expresa esa pasión y compromiso por la lengua, lo único que debemos hacer es aplaudir y apreciar lo que este hombre vaya haciendo a lo largo de su vida.

Este libro, que es claramente un ensayo, «Tocar los libros» es toda una delicia para los sentidos, una lectura que no sólo se hace amena sino que es rápida de leer, en apenas una hora y media diría yo, pero lo interesante de la obra es que es más el tiempo que le dedicas a la reflexión que lo que te ha costado su abordaje.

Esa pasión por la lengua y la lectura forman parte de mi vida, ¿es amor?, cuando no encuentras respuestas en tu vida prácticamente todo lo encuentras en los libros, si lo sabes buscar o lo hallas por casualidad y, desde luego, es siempre un refugio. En los libros está todo y lo que es más importante, los libros te hacen más libre, más inteligente, más humano, más racional y me gustaría pensar que también mejor persona, aunque haya mucha gente mala que lea muchos libros, incluso con personas de esta calaña entiendo que una lectura suavizará su carácter y en algo ha de ayudar.

Pues Jesús Marchamalo preparó este librito casi como un casual porque él mismo expone que esta obrita nació casi como una petición, la de aquellos que escuchaban una conferencia de Jesús que trataba sobre las bibliotecas, la literatura y la forma en que personajes famosos se relacionaban con el mundo de los libros. A la misma le añadió contenido y anécdotas para conformar este libro.

Aunque es un librito conciso aborda todo un universo de sentimientos que experimentamos y vivimos los que tenemos cierta pasión literaria: el modo de organizar una biblioteca, cómo y cuándo leemos, las temáticas de nuestras lecturas, la cantidad de libros que aprehenderemos en nuestras vidas…

No hay una biblioteca exactamente igual a otra en el mundo, esto es una realidad insoslayable, también una tontería muy gorda, porque si no hay dos seres humanos iguales, una biblioteca, que se compone de muchos elementos tan diversos es imposible que tenga un clon. Pero, de algún modo, ahí está la esencia, primero si existe una biblioteca en las vidas de cada uno, la mayoría de la gente cuenta con, al menos, un libro en sus viviendas, y puede que muchos más, sobre todo esos volúmenes que casi son decorativos y que jamás se han leído y, en segundo lugar, de un modo más profundo podríamos saber, por las características de cada biblioteca el tipo de persona que es su propietaria.

Es verdad que no hay hogar que se precie que no cuente con un mínimo conjunto de libros. No sé si por postureo, por apariencia o, como apuntaba antes, por un afán meramente decorativo; los muebles bar de antaño que aún resisten al paso del tiempo en muchas casas y que forman parte de nuestro imaginario común, cuentan con colecciones de cierta belleza externa, estética, que denotan orden, importantísimo para las familias de clase media de España e imagino que de un montón de países occidentales, y un velado mensaje de que en esa familia hay interés por la cultura. A ciencia cierta me atrevería a decir que ese mensaje ya no llega, porque al final todos sabemos de qué pie cojeamos y conociendo el percal ya adivinamos si esa familia ha abierto alguna de las tapas de esos volúmenes o no, generalmente no.

Yo diría que cuanto más heterogénea es una biblioteca más se ha trabajado esta, y es que la tradición de comprar colecciones de editoriales (que cuando éramos niños invitaban a nuestros padres a adquirir tras haber realizado un dibujo, nefasto en mi caso, en el cole para luego exponerlo) ya ha pasado a mejor vida y queda relegada a un reducto sentimental y obligado de personas que necesitan ocupar espacios en estanterías, ni que decir tiene que hace tiempo que las empresas fabricantes de mobiliario ya inventaron los volúmenes de pega, lo cual es un recurso sumamente práctico para dar apariencia, que es lo que en muchos casos se pretende.

Cuando veo en la tele, no pocas veces, que se hace una entrevista a una persona, esta elige en bastantes ocasiones de fondo su biblioteca, y yo me pregunto invariablemente si esa persona habrá leído todo lo que tiene detrás. Jesús Marchamalo reflexiona obviamente acerca de si todo lo que tenemos en casa lo hemos leído, más allá de esas enciclopedias de antaño que muchos tenemos y que ya no utilizamos dado que las nuevas tecnologías las han superado a golpe de ratón. En mi caso puedo decir que sí, que mi biblioteca está toda leída y ya adelanto, generalmente no vuelvo a leer jamás lo que he leído.

Y con esta tesitura Marchamalo nos enfrenta a un debate abierto de mucho más calado, como es el que nos surge a muchos lectores vocacionales que tenemos mucho afán de lectura y un espacio limitado en nuestras casas. En mi caso ya es un problema superado que me ha hecho modificar mi manera de leer. Como en mis estanterías ya no queda más espacio prácticamente no compro ningún libro en papel, y si lo compro se ubicará en el espacio que dejará otro libro que, como ha quedado dicho, no volveré a leer, y que estoy donando a la biblioteca municipal de donde vivo.

Así que el 90 % de lo que leo o algo más diría es en mi ordenador con los libros que tengo descargados en una carpeta convertida en mi librería virtual, eso sí, con un espacio exiguo, más allá del digital, pero, sin duda, con la sensación de que son tantos que, no sé si leeré, ocuparían un espacio que no tengo en una biblioteca enorme. Por eso me siento orgulloso, nadie me va a entrevistar en la tele, pero si hubiera que hacerlo, en mi mente estaría la biblioteca física y los muchísimos libros que he leído en el ordenador y que ocuparían un vasto espacio.

Marchamalo habla de personas que leen con avidez, aunque sea misión imposible abordar una mínima parte de lo que se edita, cada treinta segundos sale a luz un libro en el mundo. Cuando se inventó la imprenta fue posible conseguir bibliotecas con un amplio porcentaje de lo que se editaba, hoy es una entelequia. Aun así hay personas que quieren seguir comprando y ampliando sus bibliotecas si la economía y el espacio se los permite, y además que anotan lo que van leyendo. Yo tengo la suerte de haber encontrado en este blog una memoria paralela a la mía que me va a permitir en el futuro conectar con mi yo del pasado y saber de qué iba esa obra que leí y que, obviamente, mi memoria no recuerda.

El orden de las bibliotecas tampoco es una cuestión baladí, y efectivamente cada cual tiene el suyo, el más lógico es tal vez el de las bibliotecas públicas, por temáticas y por orden alfabético. Hay casi un orden para cada persona, en mi caso, me inclino por temáticas y luego por tamaño, de más alto a más bajo, para darle un cierto orden cósmico.

También hay una reflexión nada gratuita como es si leemos todo lo que empezamos, y es un debate personal de compleja resolución, para mí y para mucha gente, yo me he acostumbrado a leer todo lo que empiezo, de vez en cuando sí que borro alguno de mis archivos pero es porque ni siquiera los he tocado. Lo bueno me encanta y lo malo pues aprovecho este blog para no recomendar, también soy de la opinión que recoge Marchamalo de varios personajes que siempre se saca algo positivo de un libro por pésimo que sea este.

Obviamente también debía referir el número de libros que la gente lee, si uno solo o varios a la vez, en mi caso, también creo haberlo manifestado en esta bitácora, llevo varios a la vez, avanzan según mis emociones; los que me gustan los devoro, a veces me da pena que terminen y los últimos capítulos me freno para deleitarlos, para que no acaben nunca; los malos les doy muchas vueltas y a veces se me eternizan; y la mayoría fluyen en un par de semanas, según el tamaño.

Y por ir despidiendo esta entrada tan reflexiva, hay modos de leer y uno particularmente estimulante es leer en compañía, en pareja si me apuran. Cuenta una deliciosa anécdota el autor acerca del escritor argentino Julio Cortázar, y es que cuando viajaba en tren leía con su mujer, creo que se turnaban en la lectura, hacían anotaciones y cuando los acababan los tiraban por la ventanilla, algunas personas recibirían un regalo anónimo sin saber que las anotaciones tenían la impronta del genio literario que nos obsequió con Rayuela. En mi vida inauguré hace nada esta amorosa forma de leer y se me rompió, ¿para siempre?

Pues muchas gracias, Jesús Marchamalo, y lean, lean donde quieran, cuando quieran, como quieran, con quien quieran, pero lean, siempre imagino un mundo mejor si todos leyéramos más.

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