"ESTÁS MUERTO, Y TÚ LO SABES", DE GREGORIO CASAMAYOR

No, no sé si el autor de este libro le ha hecho un guiño a Julio Iglesias, es una simple casualidad o un mero ardid del novelista para atraparnos desde el título, lo cierto es que el relato da para esto último, para imaginarte que el protagonista no va a tener un buen final.

Pacho Heredia se nos convierte en esa especie de Michael Douglas en «Un día de furia», porque acaba de salir de la cárcel Modelo de Barcelona, donde se ha tirado dos años por, según él, darle «una miaja de refrescante» a la Visi, su novia de circunstancias, o sea que se le fue la mano, porque ella le recriminaba la dejadez de la casa, de él, se acordó de su madre…, la causa es lo de menos, y en una jornada de apenas doce horas va a suceder todo y de todo.

La acción se sitúa no más tarde del año 2017 que es cuando definitivamente se cerró la Modelo y porque la intervención de los móviles en la narración evoca que estamos en una época reciente.

Casi fueron buenos esos dos años para Pacho Heredia, para quitarlo del mercado, porque el incidente con la Visi no era nada comparado con lo que la policía trata de buscarle, su intervención en un doble homicidio, eso sí que es serio y si la policía lo demostrara ya sí que se eternizaría entre rejas.

Así que bien tempranito lo sueltan en esa Barcelona que se le antoja irrespirable, pero no porque sea hostil, sino porque reorganizar una vida deshecha no es fácil. Y ahí le entregan sus pocas pertenencias y para su sorpresa un pequeño paquete envuelto y de acompañamiento trescientos euros y su móvil cargado, se supone que la retribución por sacar el paquetito de la cárcel. Pero qué paradoja ¿no?, la gente mete cosas en la cárcel, no al revés, Pacho se enfrenta a ese interrogante que lo mantendrá en guardia durante toda la jornada.

Y mientras se toma un café en un bareto a escasos metros de la cárcel que acaba de dejar se encuentra con una chica vestida de novia que acude a casarse con un preso, y Pacho reflexiona que cualquier relación con alguien de la cárcel no es buena decisión, tal vez está reflexionando sobre su vida, sobre él mismo.

Durante esa jornada tumultuosa nos contará su vida, lo de la Visi, que era una relación de conveniencia, dos seres desnortados, algo borrachos, noctámbulos, que compartían cama y poco más, pero se le escapó la mano, «le dio una miaja de ná», le dijo al juez, se había metido con su madre, sí, eso fue, porque todas las madres son sagradas, pero la suya...

Vuelve al pasado, a su infancia en Málaga, en Coín, para ser exactos; sus padres tuvieron mal final, la madre no era bien vista en el pueblo porque tenía ciertos poderes de curandera y, de algún modo, algo de eso le transmitió a su hijo, Pacho es capaz de saber cosas del futuro de la gente con solo tocarlos, sobre todo cómo van a morir, y por eso rehuye constantemente el contacto físico.

Pese a todo Pacho se nos antoja que no es mal tipo, se vino a Barcelona bien joven, se tuvo que hacer sitio, aprender a ser hombre a trompicones y comenzó a trabajar en una carpintería, se hizo con el oficio y tenía destreza para ello; conoció a Mariajo y fueron los mejores años de su vida, especialmente cuando vino al mundo Ricardito.

Nadie es perfecto y todo el mundo tiene en la vida algún momento de debilidad, y resulta que aun no siendo mala gente y un buen ebanista, pues resulta que Pacho había sido dotado con una genética agradecida y poseía una potente musculatura y fuerza para hacerse notar, y casi sin necesidad de ir al gimnasio ni nada; y claro alguien le sugirió que no estaría mal echar unas horas extra sirviendo de «gorila», y vino el dinero fácil y se perdió, dejó de ir al trabajo, al honrado, y se quedó en la cama un día detrás de otro, mientras que su mujer se levantaba temprano para trabajar, y se dio cuenta de su error un día tarde, y como dice Gregorio Casamayor un día tarde puede ser muy tarde, lo fue.

Entonces pasó también lo que pasó, los dos asesinatos que la policía le intenta probar, y fue un accidente, la fuerza desmedida de Pacho y ya. Por eso todo es ahora una carrera contrarreloj, quiere poner tierra de por medio, volver a Málaga y comenzar una nueva vida, una casita donde tenga el sol de cara, austeridad y trabajar nuevamente de carpintero, lo que sabe hacer y lo que siempre se le dio bien.

Pero mientras tiene que deshacerse de ese paquetito y tratar de recuperar sus herramientas de carpintero, que están en casa de Mariajo y que obviamente no quiere nada de él, aunque Pacho se afana en pensar que ella y su hijo lo tienen que escuchar, tienen que dejar que se explique, que es un hombre nuevo, que solo va a saludar y se marcha. Mariajo accederá a que vaya a recoger sus herramientas permitiéndole la entrada, ellos no están allí, gracias a que un vecino tiene las llaves.

Mientras tanto Pacho fue a comprarse ropa nueva a primera hora y se ha dejado olvidado el paquete en la tienda de ropa donde abandonó la que tenía cuando salió de la cárcel en una bolsa y con la encomienda a la dependienta de que la tirara a la basura. No obstante, ha llamado a la tienda y no la han tirado, así que pasará antes de que cierren.

A todo esto los que han de recibir el paquetito comenzaron llamándolo a primera hora y al principio todo fue moderadamente educado, pero entre que Pacho ha perdido momentáneamente el paquete y que el tiempo pasa y Pacho está recomponiendo su existencia, las llamadas ya son constantes y amenazantes.

En ese día de furia también se pasará por casa del padre de Visi, ambos se sincerarán y el hombre, ya anciano, le reconocerá que su hija viene siempre a primero de mes para llevarse el dinero de la pensión, pero que lleva un tiempo sin venir y el sobre está intacto.

Pacho ya está decidido, el plan Málaga no está nada mal, pero necesita liquidez y claro que el trabajito de cepillarse a los dos matones hace dos años lo tiene que cobrar pero bien, y acudirá al que lo contrató. Con ese dinero definitivamente sí que podría volver a sus orígenes e instalarse tal y como tiene ideado en la cabeza, no lo encontrará pero sí que les arreglará el hato a los que estaban allí.

Pero el tiempo se acaba, el día no da para más y Gregorio Casamayor nos ha hecho empatizar con Pacho Heredia, un perdedor que en el fondo nos inspira cierto cariño, demasiadas piezas que no le encajan al protagonista, que de vez en vez toca a distintas personas y sabe que les ocurrirá en sus vidas, y de algún modo, también se ha podido imaginar su muerte, pero ¿verdaderamente está muerto, y él lo sabe?

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